40 obras de Javier Ciga cuelgan en las paredes del Museo Gustavo de Maeztu de Lizarra

Fecha

05.08.24 - 27.10.24

Lugar

Nafarroa - Lizarra

En ‘La calceta’ (1910), Ciga abordó la lacra del analfabetismo, especialmente entre las mujeres. .
En ‘La calceta’ (1910), Ciga abordó la lacra del analfabetismo, especialmente entre las mujeres. . (MUSEO GUSTAVO DE MAEZTU )

El Museo Gustavo de Maeztu alberga la exposición ‘Figuración y esencia’, de Javier Ciga Echandi (Iruñea 1877-1960), uno de los máximos exponentes del naturalismo de la pintura navarra de la primera mitad del siglo XX. Esta selección de cuarenta obras se ubica en la sala de exposiciones temporales hasta el 27 de octubre de 2024.

Comisariada por Pello Fernández Oyaregui, presidente de la Fundación Ciga, la muestra propone una reflexión sobre los conceptos de figuración y esencia, «los definidores de su obra», en palabras de Fernández Oyaregui. «Al mismo tiempo, supone un encuentro de estos dos grandes pintores, que compartieron una época y un mismo universo pictórico. Ambos expusieron en los salones parisinos y coincidieron en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de Madrid de 1915 y 1917. Asimismo, en conmemoración del quinto centenario del nacimiento de Fray Diego de Estella, se presenta como protagonista de esta exposición el retrato que realizó Ciga de este egregio personaje, en el certamen que el Ayuntamiento de Estella convocó en 1924 y con el que obtuvo el primer premio», agrega.

Cinco apartados

La muestra pictórica se articula en torno a cinco ejes temáticos. Por una parte, el visitante puede ver los dibujos de Academia (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y Realismo Social. Etapa de Madrid 1909-1911). «Por medio de la estatuaria clásica aprendió las proporciones del cuerpo humano y el absoluto dominio  del dibujo, además del estudio de la perspectiva, color y técnicas pictóricas, sin caer en el academicismo. Por otra parte, interpretó esa cruda realidad social haciéndose eco de ella, tomando parte por los más desfavorecidos. Los niños de la calle, el analfabetismo, los borrachos, el mundo del hampa y la sordidez de los barrios más pobres, fueron temas de su  pintura, participando así de esa corriente pictórica que llamamos realismo social tan en boga en aquella época, lo que suponía un rasgo de absoluta modernidad», explica el comisario.

También se exhiben paisajes de París (1912-1914). «Constituyen una de las experiencias más bellas y originales de su labor pictórica. Se caracterizan por el tratamiento de esa luz tamizada, grisácea, sugerente, brumosa, difuminada. Ciga, al igual que sus precedentes impresionistas, Monet, Sisley o Pisarro, hizo al Sena protagonista de sus pinturas para plasmar el efecto de las variaciones atmosféricas en los reflejos del agua, creando una nebulosa borrosa donde agua, cielo y atmósfera se confunden. Utilizó una pincelada vibrante, fragmentada, deshecha, gestual, que en el caso  de Nocturno en el Sena,  se encuentra  entre el fauvismo y la abstracción», señala Fernández Oyaregui.

Sin olvidar los retratos. «El retrato en Ciga de influencia posromántica, se caracteriza por sus fondos neutros pero matizados, de colores generalmente pardos, donde el autor concentra toda su atención en los rasgos físicos y psíquicos del retratado, resaltando por medio de la luz, rostro, manos, y poniendo énfasis en una mirada profunda que conecta con el espectador. Aunando por un lado, la fidelidad del natural y dignidad del retratado y por otro, la captación psicológica. Ciga no se queda en la fachada física, horada en el interior del ser humano, y refleja su alma», en palabras del comisario de la muestra. 

También forman parte de la exposición los paisajes. «Este género fue muy querido para él, tanto de forma independiente como complementando a otros géneros. Mención especial merece el paisaje de Baztan, donde encontró ese locus o lurra, marco referencial de su pintura, con ese bucolismo que le define; todo ello aderezado con esa sensación de humedad, luz tamizada, envolvente y sugestiva, o el rabioso colorido del otoño baztandarra», prosigue.

Por último, la exposición incluye pintura etnográfica. «Ciga recoge la vida en toda su complejidad: trabajo, ocio, romerías, idilios amorosos, vivencias en la plaza, salida de misa, ritos funerarios, emoción religiosa, o los tipos étnicos con sus rasgos y señas de identidad de aquella sociedad y cultura vasca. En este género, plasmó con emoción y sentimiento las esencias vascas de Navarra. En definitiva, trascendió la escena costumbrista para adentrarse y captar la esencia de este pueblo».

La obra de Ciga hunde sus raíces en el Romanticismo y en el Realismo. «Del primero tomará su amor a la tierra y a las gentes que inspiraron su obra, del segundo su ideal por plasmar la realidad y llegar a la perfección, superando el academicismo. Su pintura, parte del rigor técnico y del oficio bien aprendido, y trasciende a una Pintura con mayúsculas, equilibrada, serena, sin estridencias, donde con inigualable maestría pinta prácticamente todos los géneros y técnicas. De su estancia parisina incorporaría los nuevos usos, si bien Ciga, conscientemente se mantuvo fiel a su ideal estético ligado a la perfección realista y a los grandes valores de la pintura», indica el comisario.

Además de su faceta de pintor, sobresale la de docente, como maestro de maestros, proyectándose su influencia en la siguiente generación de pintores. «Durante más de cuarenta años, cual atelier parisino, la Academia Ciga fue un centro vivo, donde nuestro pintor, con gran profesionalidad y cariño, transmitía a sus alumnos sus ingentes conocimientos pero sobre todo, les iniciaba en la capacidad de entusiasmarse a través de la pintura y el arte con mayúsculas», incide.

«Podemos calificar a Ciga, como el maestro de la pintura serena, sin ampulosidades ni estridencias. Huye de la artificiosidad y de la complicación fácil. Su pintura no se quedará en la apariencia, sino que irá al interior más profundo. En su pintura etnográfica, plasmó con emoción y sentimiento, las esencias vascas de Navarra. En su obra, detrás de la apariencia sencilla, siempre hay un más allá muy rico conceptualmente hablando. El ser, conforma e impregna su obra, dándole un carácter existencialista que nos lleva a clasificar su pintura, como realismo trascendente o metafísico, en su acepción literal del término. Por encima de todo, Javier Ciga fue pintor de esencias y verdades e intérprete del alma y de la sociedad de su tiempo», explica Fernández Oyaregui.

Por sus lazos familiares, Ciga estuvo ligado a Baztan y así lo reflejan sus obras. 

«Otro aspecto importante en su vida, sería su compromiso político. Fiel a su ideario nacionalista, fue defensor de la lengua y cultura vasca. Entre 1920-1923 y  1930-1931, desempeñó el cargo de concejal en el Ayuntamiento de Pamplona por el PNV, al cual estaba afiliado. En plena Guerra Civil fue detenido, torturado y encarcelado durante año y medio. Como consecuencia de ello, se cortó su proceso creativo, lo que unido a sus problemas físicos de la vejez, influirán negativamente en su última etapa de 1939 a 1960, en la que repitió aquel ideal estético que él mismo había creado. Moría un frío y nevado 13 de enero de 1960, a los 82 años de edad», recuerda el comisario.

El horario de visita es de martes a sábados de 9.30 a 13.30 horas y de 16.00 a 19.00 horas. Domingos y festivos de 11.00 a 14.00 horas. Lunes cerrado. Entrada libre.

Ubicación

Museo Gustavo de Maeztu
San Nicolás, 1
Lizarra. Nafarroa