Hay recuerdos imborrables en la vida de las personas, como el día del nacimiento de un hijo o el del día más feliz de tu vida, que, según me explicaron en su momento, era el de la primera comunión, aunque luego me di cuenta de que fue más feliz y de imperecedero recuerdo el de la fecha de salida de la cárcel recuperando la libertad.
A mí tampoco se me olvida aquel lejano día de los 70 en que la prensa local de Bilbao publicaba en portada una foto de un supercoche, algo así como el coche fantástico, que valía un potosí y que había sido adquirido por un botxero. El pie de foto lo decía todo: «Ya merecía Bilbao un coche como este».
Hoy en día cualquiera tiene un coche, así que lo que ahora merecía Bilbao era un avión personalizado y, afortunadamente, ya lo tiene y, además, tuneado con los colores del Athletic, fotos de sus más conocidos jugadores y un interior con atmósfera ad hoc. Creo que después de decir lo de que hay que abrocharse los cinturones se oye el rugido del mítico Rompecascos cantando el Alirón. No puedo dominar los nervios que me produce el pensar que cualquier día puedo llegar a la Paloma para embarcar con rumbo a algún destino vacacional y encontrarme al final del finger con la sorpresa de que me llevan en esta aeronave. ¡Qué felicidad!
También merece Bilbao otro Guggenheim, pero no les cabe porque ya tienen uno, y bien bonito, por cierto, así que las autoridades civiles y militares han decidido que el segundo lo van a construir en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai y, el lehendakari se pirria por inaugurarlo personalmente. Hay un contratiempo para que pueda ver su sueño hecho realidad: el compromiso de las instituciones de escuchar a toda la ciudadanía de la comarca, a todos los agentes sociales para que expresen su opinión. Pero una vez superada esa fase, que es un mero trámite, se procederá a cementar la zona como corresponde, acallando así las voces de los de siempre, que incomprensiblemente, se oponen al proyecto. Y acabada la faena, ya lo estará inaugurando, que es gerundio.