Anjel Ordóñez
Anjel Ordóñez
Periodista

Extinción

Se cumplen 200 años del descubrimiento de los dinosaurios. El 20 de febrero de 1824, el geólogo y paleontólogo británico William Buckland presentaba un fósil gigante en una reunión de la Sociedad Geológica de Londres. Se trataba de los restos del primer dinosaurio reconocido: el Megalosaurus bucklandii. Fue uno de los mayores carnívoros del período Jurásico medio.

El imperio de los dinosaurios comenzó hace 230 millones de años y su reinado se prolongó durante 165 millones más. Estos animales prehistóricos dominaron, de forma casi tiránica, tierra, mar y aire gracias a su variada morfología, que se adaptó perfectamente a las condiciones de vida y colonizó la totalidad de los hábitats del planeta. Su desarrollo no parecía tener techo, pero todo terminó en unas horas.

Una mañana, un asteroide con una longitud de doce kilómetros colisionó contra la superficie de la Tierra a 100.000 kilómetros por hora. La violencia del impacto, equivalente a 10.000 millones de bombas atómicas como las que se lanzaron sobre Hiroshima y Nagasaki, provocó la desaparición de tres cuartas partes de la vida en el planeta. Tenía lugar, de esta manera, la quinta extinción masiva y se abrían las puertas de una nueva era que terminaría por dominar el Homo sapiens gracias a una novedosa habilidad evolutiva: la inteligencia.

Tras miles de años de evolución, el ser humano se enfrenta hoy a una paradoja letal: su éxito como especie puede ser precisamente la principal causa de su desaparición. Hemos puesto a la naturaleza al servicio de nuestras necesidades, tanto reales como inventadas por esa nefasta inteligencia. Más de la mitad de la superficie terrestre habitable está destinada exclusivamente a nuestra alimentación. La población de vida salvaje se ha reducido en un 70% en 50 años. El dióxido de carbono que producimos calienta la atmósfera más rápido que en los últimos 500 millones de años. Fuegos, sequías, fenómenos climáticos extremos... nos asomamos ya al abismo de la sexta extinción masiva. Y no hay síntoma alguno para el optimismo.

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