Es pronto aún para juzgar si tenían razón quienes predijeron que la gota fría que devastó la Horta Sud de València iba a ser uno de esos eventos que generan un cambio de época. Podría serlo, porque la sostenida negligencia criminal del gobierno de Carlos Mazón bien lo merece; también porque la destrucción permanecerá y será un factor político durante mucho tiempo. Incluso puede tener resonancia larga en el escenario estatal y europeo, como ya lo está teniendo.Pero también puede que la onda expansiva no sea tal. Tras el momento inicial que parecía que sacudía toda la política, han quedado al descubierto algunos automatismos más férreos de lo esperable. Por ejemplo, la resistencia de Mazón y la capacidad del PP para convertir un cráter humeante en su parcela en responsabilidad colectiva. O que, tanto el socialismo valenciano como el PSOE, hayan corrido a reforzar una estrategia que lo apuesta todo a la narrativa del consenso.La visión de Pedro Sánchez sobre la DANA es parecida a la que tuvo ante la pandemia: una llamada a la responsabilidad que le garantice adhesiones sin contrapartidas, diluyendo los intereses de socios y rivales. Para conseguirlo, ha tenido que forzar un primer movimiento en València, haciendo que el PSPV ofrezca apoyo a los presupuestos de Mazón, para cobrárselo en el Congreso, exigiendo que el PP haga lo mismo a su favor. Estrategia del vuelo corto que choca con un problema.En la manifestación que colapsó València se pedía la dimisión de Mazón. Simple, mayoritario, de pura lógica: que se vaya. ¿Alguien cree que la apelación a una etérea «responsabilidad política» será capaz de explicar, a pie de calle, que el PSOE compre los presupuestos de Mazón? ¿Alguien cree que algo de eso servirá para que el PP dé un volantazo y acabe con su guerra total dictada desde Madrid? La aversión al conflicto del PSOE no debería obligar a comulgar con esa neutralidad estéril a sectores que ahora podrían convertirse en la única alternativa disponible, como el valencianismo de izquierdas.