«A mí la guerra ya me ha salido cara», asegura Ahmed mientras me enseña sus heridas. Ahmed es un miembro de la movilización tribal que lucha en Mosul contra el Estado Islámico. De mayoría suní, este batallón también está compuesto por cristianos y kurdos. «Vi que un hombre se acercaba a mi posición de manera un tanto sospechosa. Detrás de mí se encontraban unos periodistas kurdos que venían a grabarnos para la televisión Rudaw. Sé lo importante que es el trabajo que hacéis. Es una manera de internacionalizar el conflicto. Llevamos 14 años de guerra y ya estoy harto, espero que ahora se termine; pero yo ya llevaré cicatrices para toda mi vida. El hombre sospechoso hizo explotar una bomba que llevaba pegada al cuerpo. Me dejó KO. Por suerte no me amputó ningún miembro ni hirió a los periodistas. Pudieron contar la noticia de cómo actúa el EI. Sin embargo he perdido movilidad en la pierna, en el brazo izquierdo y la mano derecha. Pero aquí sigo. Luchando», explica Ahmed.
El superior le llama a que se presente en el cuartelillo del sur de Mosul. Antes de montar en el coche me dice unas palabras en árabe que no entiendo y se va sonriendo. Le pido a Faisal, quien me acompaña en esta zona que me traduzca. Faisal se ríe y me dice «te ha dicho que les ganaremos al EI, porque les han preparado para luchar, no para ganar. Por eso ganaremos».