«¿Has estado con dios?», es la frase con la que me preguntó mi padre por una foto que le envié por WhatsApp después de haber entrevistado a Joxe Anjel Iribar para Info7 Irratia en el marco de Ezpalak, las conversaciones con las que la radio celebraba su décimo aniversario. Y sí, estuvimos con el Txopo, maravillados por su sencillez, cercanía y humildad. La conversación, un privilegio como periodista y un lujo para cualquier hincha del Athletic.
Su figura encarna toda una leyenda, con una planta espectacular a sus 73 años, a las compañeras Maite Bidarte y Larraitz Otazo les llamaron la atención las manos del mito, su enorme herramienta de trabajo, forjada en la playa y el frontón de Zarautz. Primeras estaciones de un trayecto que le llevó a San Mamés no sin antes trabajar como tornero. Hoy, Joxe Anjel Iribar, el jugador más importante de la historia del Athletic ha cumplido 75. Tres cuartos de siglo, 55 de ellos vinculados al Athletic. Un club en que lo ha sido absolutamente todo hasta convertirse en figura venerada y reverencial para diferentes generaciones.
Pese a que buena parte de los aficionados rojiblancos no le han visto jugar, salvo su preciosa aparición en la despedida del viejo San Mamés o en algún partido con los veteranos, la mística acompaña el boca a boca. El del abuelo a la hija, el del padre a la nieta, el del tío a la sobrina, la de aquellos que en su niñez, adolescencia, juventud o primera madurez pudieron gozar de las actuaciones de Iribar en directo. Apenas se conservan imágenes, salvo las del No-Do, algunos programas especiales y pocos clips de Youtube en un tiempo de exposición mediática máxima, inmediatez, saturación y búsqueda de lo viral, pero eso no mengua su leyenda. Al contrario, lo amplía, ya que sus actuaciones perduran allí donde las emociones se marcaron a fuego en la memoria.
El mejor portero de toda una época, a la par de los mejores del mundo, capaz de estar 18 años en la primera plantilla del Athletic y disputar 614 partidos con el escudo del club, mayoritariamente bajo su característica elástica negra. La que marcaba el 1 del inicio, principio y pilar de cualquier alineación rojiblanca, la que habían portado Blasco, Lezama o Carmelo anteriormente. Leyendas que quedaron a la sombra del Txopo, un antes y un después. Una alargada sombra que no amilanó a Zubizarreta y que posteriormente se convirtió en una guillotina para infinidad de porteros. El arquetipo de Iribar, la importancia del portero en la estructura del Athletic y las comparaciones causaron estragos. Iraizoz paró la guillotina y Kepa parece iluminarse en el faro del Txopo, los dos procedentes de pueblos costeros, los dos sobrios, veterano y nobel que han mantenido varias conversaciones durante el periodo previo a la renovación del ondarrutarra.
Debutó de la mano de un convecino de Kepa, del míster Juanito Urkizu, sustituyendo a Carmelo. Lo dejó en 1980, aunque su último gol lo encajó en diciembre de 1979, en un partido de Copa ante el Getxo e Iñaki Lekerika tuvo el honor de hacerle el tanto que cerró la trayectoria del particular dios de buena parte de la masa social del Athletic. Su camiseta negra, ya coloreado por los nuevos televisores y los rigores de la introducción de marcas como Adidas, y los guantes quedaban colgados.
Aunque se alternaron Agirreoa, Meléndez, Andoni Cedrún como primeros sustitutos -Garita fue fichado por no llegó a debutar- el Txopo eligió a Andoni Zubizarreta. Un joven de pelo rizado procedente de Aretxabaleta, al que recomendó no vestir de negro y tener personalidad propia. Cuestionado al inicio, un partido ante la selección inglesa previo al Mundial de 1982 le acabó por encumbrar. Lo que vino después es historia del club. Para ambos, no haber coincidido como técnico y jugador en 1986 supone una espina clavada en sus respectivas trayectorias.
Los títulos de Copa de 1969 y 1973 adornan el palmarés de un futbolista cuyo valor supera ampliamente los márgenes del terreno de juego o los galardones que se podían apilar en la sala de trofeos de la antigua sede de la calle Bertendona. Y es que fue por ejemplo en la fina de Copa de 1966 en la que Iribar se convirtió en algo más que un portero. Pese a perder por dos a cero frente a un Zaragoza que dirigía un viejo conocido como Fernando Daucik, la afición acabó cantando aquello de «Iribar, Iribar, Iribar es cojonudo, como Iribar no hay ninguno». Grito que le ha acompañado durante toda su trayectoria y que casi 50 años después, en la despedida del viejo San Mamés, muchos entonaban sin contener las lágrimas. Era parte del legado de las y los que ya no están. Parte de la cultura popular, como aquella que hace que los porteros sean «txopos» en Bizkaia.
Antes de aquella final de 1966, Iribar ya había tenido tiempo de ganar la Eurocopa de 1964 en un triunfo que el Franquismo explotó tras el triunfo de la selección española ante la URSS. El zarauztarra era una auténtica celebridad, cuya popularidad desbordaba lo común. Un reconocimiento que llegaba también en el marco de grandes decepciones como la perdida de la Liga de 1970. Un campeonato que se escapó al Athletic en la penúltima jornada tras perder en Atotxa. Una pena, Iribar apenas encajó tres goles en los últimos 15 partidos. Poco después, su vida estuvo a punto de dar un trágico giro después de contraer unas fiebres tifoideas que le tuvieron en estado crítico a la vuelta de un partido de la selección española en Grecia.
No obstante, el Txopo no decayó, siguió en pie, salió adelante y continuó siendo la principal referencia del Athletic. Unos se iban, como Fidel Uriarte, y otros llegaban en el marco de la operación retorno, mientras que emergían jóvenes como Dani o Goikoetxea. Así, hasta llegar a la mágica temporada 1976, en la que el Athletic jugó las finales de la Copa y la UEFA. Ambas se escaparon por un suspiro. Iribar mantuvo al equipo en el antiguo Comunale de Turín, pero el arbitraje de la vuelta no permitió a los leones conquistar su primer título europeo. Su coetáneo y también legendario Dino Zoff le rindió homenaje dando la vuelta de honor a San Mamés con la camiseta del Txopo. En Copa, en un partido interminable, el Betis de Rafa Iriondo dio la sorpresa venciendo al Athletic en la tanda de penaltis. Una lotería larguísima en la que acabaron chutando los porteros y en la Esnaola batió a Iribar y detuvo el lanzamiento del zarauztarra. Doble sinsabor para una campaña memorable.
Curso que se recuerda también por algo que trascendió al fútbol y que forma parte de la iconografía popular vasca: La ikurriña que sacaron conjuntamente la Real y el Athletic en Atotxa el 5 de diciembre de 1976. Una ikurriña todavía ilegal y a sobre la que Fraga decía que no se legalizaría «por encima de su cadáver». De hecho, se puede decir que, de facto, fueron los futbolistas vascos, siguiendo la estela de los remeros de la Sotera y los jugadores de basket de Baskonia y Askatuak, los que la legalizaron. Gesto que daba continuidad al mantenido después de los fusilamientos de setiembre de 1975, tras los que el Athletic saltó con brazalete negro al campo de Los Cármenes en Granada. El club lo justificó, en medio de las presiones y amenazas, que era en memoria de Luis Albert antiguo jugador y directivo de la entidad a principios del siglo XX. Todos sabían que no era así. Sin embargo, corrieron bastante mejor suerte que Aitor Agirre y Sergio Manzanera, futbolistas del Racing que acabaron en el cuartelillo.
Tiempo después, Agirre fichó por el Athletic y en una entrevista concedida a la revista Don Balón no tenía problemas en reconocerse como de «izquierdas» y «abertzale». Eran tiempos en los que los futbolistas tuvieron una importante implicación política y social. Iribar no lo fue menos y fue uno de los fundadores de Herri Batasuna junto a Piru Gainza, además de apoyar la amnistía para los presos políticos. Su compromiso con el euskara también fue notable, impulsando Korrika o destinando la recaudación de su homenaje – «el mayor de la historia del club» según manifestó Beti Duñabeitia-a la creación del primer diccionario deportivo en euskara. Una obra llena de términos que después fueron popularizándose en las retransmisiones de Euskadi Irratia y Euskal Telebista.
Sin embargo, el compromiso político, social y cultural de Iribar no estuvo exento de críticas, incluso de aquellos que no tienen más remedio que rendirse ante él, y de un coste personal elevado. Así, por ejemplo, nunca llegó a disputar el partido número 50 con la selección española, cifra redonda que en aquella época no había alcanzado ningún futbolista. Algo de lo que se pudo redimir disputando parte del encuentro de la selección vasca ante Irlanda en el marco del festival Bai Euskarari.
La calidad humana, el extraordinario talento deportivo y el compromiso social son los tres pilares sobre los que se sustenta la leyenda del Txopo. Una figura que prácticamente ha ocupado todos los estamentos posibles dentro del Athletic: Futbolista, entrenador de las categorías inferiores, técnico del primer equipo, preparador de porteros y representante institucional del club. Un mito que todavía hoy firma más autógrafos y se saca más fotos con hinchas que muchos jugadores en activo.
Si alguien quiere hablar del conjunto rojiblanco, una de las primeras palabras que aparecerá será su nombre. Y es que Iribar representa todo lo que puede ser el Athletic. Nada menos.
Zorionak eta mila esker maisu!
Beñat Zarrabeitia
Pd: La de Info7 Irratia no fue mi primera entrevista al Txopo, ya que unos años atrás, con 13, en 1996, pude estar junto a él con dos compañeros de clase de Ikastola, en lo que fue mi primera conversación con él. Un momento inolvidable para mí y seguro que para Martxel y Rober también. Lo hizo desde una sencillez que nos anonadaba, recuerdos guardados en una cinta de casette.
Fotos: Del archivo de Roberto Zarrabeitia, algunas de ellas inéditas, y de licencia libre Creative Commons.