NAIZ (Fotografías: Getty Images)
Panorámica de Florencia.
Panorámica de Florencia.

Florencia, un museo al aire libre

Florencia, la ciudad del Renacimiento, rebosa arte. Arte y belleza. E historia. Porque en esta ciudad toscana van de la mano. Palacios, iglesias, catedrales, torres, frescos y pinturas, esculturas, plazas, jardines, cúpulas... Nosotros hemos paseado entre sus mayores tesoros.

Un museo a cielo abierto en el corazón de Italia. Es una de las tantas descripciones a las que a menudo recurren quienes sitúan a Florencia entre las ciuadades más bellas del mundo. Hay incluso quienes alertan de que el mayor problema de la ciudad del Renacimiento es, precisamente, su belleza. Uno de ellos fue, precisamente, Stendhal, quien protagonizó el fenómeno que dio nombre a un extraño síndrome que desde entonces lleva el nombre del autor francés. Cuentan que bajo los frescos de Giotto, ante tanta belleza, se desmayó tras sufrir vértigos, mareo, taquicardias y sudores.

Porque sí, Florencia sí es bella. Y por eso mismo hay que dejar que los sentidos se sorprendan a cada paso, que se disparen por sorpresa, bien callejeando entre obras de arte sin títulos, bien visitando tesoros ya catalogados. Son muchos, demasiados para recopilarlos en estas líneas, por lo que hemos elegido algunos entre los considerados “imprescindibles” en cualquier itinerario por la ciudad toscana. El resultado es un paseo que combina arte, sensualidad e historia con diez escalas.

 

Plaza del Duomo


Es un buen punto de partida para visitar por primera vez la ciudad, porque reúne el conjunto arquitectónico más bello del Renacimiento italiano, protagonizado por la catedral de Santa Maria del Fiore (1466), el Campanario –iniciada por Giotto en 1334 y concluido por Talani en 1359– y el Baptisterio. Dicen que desde la plaza merece la pena admirar con calma la impresionante cúpula de Brunelleschi (1420-1436), la más grande construida jamás en ladrillo y convertida hoy en símbolo de las ambiciones de la ciudad. Culminada en 1436, provocó gran admiración –por sus cien metros de altura y 42 de diámetro y los 463 peldaños que ascienden hasta la linterna– pero, muy especialmente, por su ingeniería constructiva. Además, la plaza está salpicada de acogedores cafés.

 

El Baptisterio

Levantado en el siglo siglo IV, es el templo más antiguo de la Plaza del Duomo y uno de los edificios más antiguos de la ciudad. Irradia una luminosidad especial, casi mágica, sobre la catedral y el campanario, debido a su prisma geométrico y a sus mosaicos dorados y policromos.

 

Basílica de La novella

Los crucifijos de Giotto y de Brunelleschi, y los frescos de la capilla Tornabuoni son los mayores tesoros que acoge la basílica, erigida por los dominicos en el siglo XV y considerada hoy una de las grandes obras maestras de la ciudad. Dicen que el itinerario guiado programado en su interior se convierte en una magistral lección de historia y arte.  

 

Plaza de la Signoria

La Plaza de la Signoria, corazón político de Florencia en tiempos medievales, merece también una visita larga, pues alberga varios tesoros florentinos, entre los que destacan el Palacio Vecchio, la fuente de Neptuno y la Galería de los Uffizi.

 

Palacio Vecchio

Construido a finales del siglo XIII, el palacio Vecchio –hoy Ayuntamiento– fue residencia de los Médicis y sede del gobierno florentino durante siete siglos.  Sus estancias etán repletas de pinturas, frescos y esculturas de los artistas más relevantes del Renacimiento, pero su mayor tesoro es la sensibilidad artística que emana el salón de los Quinientos, que alberga frescos de Miguel Ángel. Con una torre de 94 metros que domina todo el centro, el palacio se asemeja más a una fortaleza que a una residencia. Una copia del David de Miguel Ángel se alza frente a la entrada del edificio.

 

Galería de los Uffizi
   

Considerado el gran templo artístico de Florencia, uno de sus extremos comunica con la Plaza de la Signoria y está adosado por un costado al palacio Vecchio, mientras el extremo opuesto asoma al río. El edificio que la alberga –construido con forma de «U» y cuatro plantas entre 1560 y 1580– es curioso, pero su mayor atracción es, sin duda, su contenido: reúne hasta 3.800 obras creadas por los artistas más famosos entre los siglos XII y XVIII. O dicho de  otro modo: contiene las obras más valiosas del Renacimiento. Hay quien describe la galería como una obra de arte que contiene, a su vez, muchas obras de arte. Y, realmente, recorrer sus salas se convierte en un interesante paseo a lo largo de la historia, de la cultura y del arte.

 

Santa Croce

Erigida a principios del siglo XIV en la plaza del mismo nombre, el templo gótico de Santa Croce alberga, bajo la mirada de la estatua de Dante, los sepulcros de florentinos célebres como Galileo, Maquiavelo y Miguel Ángel. Por eso ha sido definida como “El Panteón de las glorias italianas”. Además, conseva los frescos de Giotto de 2 de las 4 capillas que el artista iluminó: La capilla Bardi, con historias de la vida de San Francisco de Asís; y la capilla Peruzzi, con escenas de la vida de San Juan Evangelista y de San Juan Bautista. Precisamente, esta basílica es popularmente conocida porque fue allá donde Stendhal experimentó en 1817 los síntomas (vértigo, palpitaciones, confusión...) de lo que a partir de ese momento se conoce como Síndrome de Stendhal, provocado por creaciones de abrumadora belleza.

 

Puente Vecchio

Desde que dejó de ser el único puente que cruzaba el Arno le llaman «el viejo». Alberga uno de los lugares más visitados de la ciudad, el Corredor Vasariano, (1564), el pasillo superior que cruza el río y que comunica el palacio Vecchio con el palacio Pitti y que utilizaban los Médicis para trasladarse entre ambas residencias sin mezclarse con el pueblo. Hoy es un lugar de encuentro especialmente al atardecer, porque al caer el día se covierte en un lugar pivilegiado para contemplar la ciudad iluminada y reflejada en el Arno. Edificado en 1345, el puente Vecchio sobrevivió a los bombardeos alemanes de la Segunda Guerra Mundial y hoy alberga orfebrerías y tiendas de regalos,además de parte de las obras de le los Uffizi.

Palacio Pitti

El conjunto palaciego de Pitti, que en su día pertenció a tres poderosas familias florentinas – Médicis, Lorena y Saboya– es actualmente sede de ocho museos, entre los que destaca La Galería Palatina. Su importancia se debe, sobre todo, a que exhibe gran parte de la colección de arte privada de los Médicis. Eso sí, su visita quedaría incompleta sin pasear por los jardines de Bóboli.

 

Jardines de Bóboli

Una buena opción para despedirse de la ciudad es adentrarse en los jardines de Bóboli y caminar entre dioses de piedra, espectaculares fuentes, cuevas que realmente no existen e incluso un estanque artificial con isla incluida. Se trata de un lugar que, además de invitar a relajarse por un rato, regala espléndidas vistas de la ciudad y de las colinas toscanas a quien culmine su paseo en el Forte di Belvedere, una fortaleza del siglo XVI.