Oihan Jiménez

Cazadores de tornados

Cuando se acerca un tornado, la mayoría huye, se aleja de él. Pero hay quienes en esas mismas circunstancias se aproximan a «la bestia» con el fin de adentarse en sus entrañas. Son los cazadores de tornados, científicos que convierten el espectáculo en un laboratorio improvisado.

Imagen de un tornado. (GETTY IMAGES)
Imagen de un tornado. (GETTY IMAGES)

Dicen quienes han tenido la suerte o la desgracia de observar algún gran tornado que es un espectáculo incomparable, casi místico, pero que es algo que debe hacerse a una distancia prudencial, pues se trata de un fenómeno letal. Sin embargo, hay personas que no solo no se alejan cuando llega la bestia, sino que la persiguen y tratan de acercarse a ella y alcanzar sus entrañas. Son científicos que pretenden entender cómo se forman, de qué manera se fortalecen y cuál es la manera de prevenirlos. Muchas vidas pueden depender de su éxito o fracaso.

La figura del cazador de tornados, tan atractiva cinematográficamente, se ha relacionado demasiado frecuentemente con personalidades extravagantes, gente rara o friki capaz de dejarlo todo y lanzarse a la carretera por una obsesión. Sin embargo, lejos de ese injusto estereotipo, la mayor parte de quienes se dedican a recorrer las vastas llanuras estadounidenses cargados con mil aparatos electrónicos y pendientes de la caprichosa voluntad del viento son científicos de alto rango que responden de su trabajo ante las autoridades públicas.

Son personas como las que aparecen en este reportaje, integrantes del Centro para la Investigación de Fenómenos Meteorológicos Extremos (Center for Severe Weather Research) que, de la mano de la Fundación Nacional de la Ciencia y otros organismos federales, intentan acercarse todo lo que pueden a tornados y supercélulas tormentosas para tratar de comprender mejor su estructura y su fortaleza, así como el modo en que se forman y la posibilidad de predecirlos.

No se trata de un tema menor, pues cada año este tipo de fenómenos causa un número considerable de muertes y cuantiosos daños materiales. Estados como Colorado y Texas, donde están sacadas estas fotografías, sufren las embestidas del fenómeno atmosférico ciclónico de mayor densidad energética del planeta, tan brutal que, aunque suele ser de poca extensión y corta duración (desde unos segundos hasta más de una hora), es capaz de devastar regiones enteras.

Callejón de los tornados

La mayor parte de los tornados registran vientos de entre 65 y 180 km/h, miden unos 75 metros de ancho y se trasladan unos pocos kilómetros antes de desaparecer, pero los más extremos pueden tener vientos con velocidades que son capaces de girar a 450 km/h o más, medir hasta dos km de ancho y permanecer tocando el suelo a lo largo de más de 100 km de recorrido.

Son auténticos monstruos capaces de helarle la sangre a cualquiera. La mayoría se producen en la región estadounidense conocida como Tornado Alley (callejón de los tornados), un amplio territorio dominado por grandes llanuras donde el frío aire polar de Canadá se encuentra con el cálido aire tropical del golfo de México. Aunque no existe una delimitación oficial, esta zona estaría comprendida entre las montañas Rocosas y los montes Apalaches.