Las enfermedades o quizá la posibilidad de enfermar en el presente, nada se parecen a las de antaño, sobre todo en cómo le hacemos frente los humanos, hoy en día. En la actualidad, todos los teléfonos móviles disponen de una app que recaba datos sobre nuestra salud: el número de pasos que damos en un día, energía gastada en reposo, horas de pie, pisos subidos, control del ciclo menstrual etc. Y por si fuese poca información, desde hace algunos años, muchas personas monitorean otros tantos datos sobre sus funciones fisiológicas a través de cuantificadores y smartwatch que miden la frecuencia cardiaca, calorías gastadas etc.
Igualmente, beber agua entre comidas tampoco ‘engorda’, lo que ocurre es que, a pesar de que el agua se absorbe desde el momento que la tomamos, lo cierto es que, si una persona ha ingerido buena cantidad de alimentos antes de beber agua, la velocidad de absorción se ralentizará en consecuencia y la absorción podría tardar más de 45 minutos.
Asimismo, un organismo sano no retiene líquidos; se las arregla perfectamente para mantener el equilibrio y, si hay exceso de líquido, aumenta la eliminación por orina y esta condición solo se da en caso de enfermedades renales, hepáticas, cardíacas o en situaciones fisiológicas como embarazo. Por lo que no, nadie pesa más por tener ‘retención de líquidos’, salvo que esté enfermo o embarazada.
Por último, sudar tampoco adelgaza, lo que ocurre es que pesamos menos por la pérdida de líquido corporal que, por cierto, hay que reponer de inmediato. Además, mediante ese líquido se pierden también electrolitos y sales que debemos reponer si no queremos poner nuestra salud en riesgo.
De modo que, en cuanto al agua, se pueden concluir solo algunas cosas; uno, que es la bebida de elección para mantenernos hidratados, que ni engorda ni adelgaza pero, si ayuda a mantener un estado de salud óptimo, hablemos de peso o de salud. Si bien estos dispositivos parecen haber demostrado tener utilidad en el control del paciente con enfermedad cardiovascular, por ejemplo, se ha expresado la preocupación de que esto podría desencadenar síntomas de trastornos alimentarios. Asimismo, cuanto menos, también hace que me pregunte ¿qué incita al ser humano a usar apps que controlen funciones fisiológicas sobre las cuales no deberíamos tener un control cognitivo o consciente?. Es decir, ¿realmente debemos tener en cuenta cuantas calorías hemos gastado para saber cuánto y cuándo comer?, ¿necesitamos conocer el número de pisos que hemos subido?...
En realidad, en lo que al término salud respecta, todo lo que implique alejarnos de escuchar a nuestro cuerpo, me parece una total equivocación, porque, ¿cuántas personas no saben precisar si tienen hambre o están saciadas? ¿qué será lo siguiente, una aplicación que nos diga cuándo podemos comer?
Y es que más allá de los mencionados beneficios en grupos de población específicos, sabemos que estar inmersos en el llamado body checking (control corporal), puede ocasionar graves consecuencias, ya que, aunque como toda actividad destinada a controlar algo, nos “calma” disminuyendo las emociones ‘negativas’, después, aumenta los niveles de excitación o ansiedad.
Para ponerlo en contexto, un estudio examinó cómo se sienten las mujeres con ‘normopeso’ con mayores y menores preocupaciones sobre la alimentación, el peso y la forma del mismo, durante un episodio de control de las partes del cuerpo que más les gustan y las que menos les gustan. Las mujeres con mayor preocupación por el cuerpo y la imagen refirieron mayores niveles de excitación que las mujeres con menor preocupación. Además, las mujeres con mayores preocupaciones reportaron más controles corporales que aquellas con menores preocupaciones.
Otro reciente estudio, extrajo que un alto porcentaje de participantes que usan aplicaciones de seguimiento de calorías, refirieron niveles más altos de síntomas orientados a la delgadez y la musculatura que los no usuarios. Aquellos que usaron una aplicación de seguimiento de calorías por motivos de control de peso/forma tenían más probabilidades de informar que la aplicación había contribuido a varios síntomas de trastornos alimentarios (es decir, preocupación por la comida, pensamiento de todo o nada en torno a la comida, ansiedad por la comida, conductas de purga) que aquellos que usan una aplicación por razones de salud/prevención de enfermedades.
Así pues, para cuestionarse el hecho de si es o no necesario e incluso, beneficioso utilizar un dispositivo externo para controlar la actividad y el gasto energético, podríamos imaginar qué pasaría si lo próximo fuese que un aparato nos dijese cuando poder orinar… probablemente, perderíamos la capacidad de hacerlo de forma innata.