La distancia física y el propio diseño de las redes sociales, que permiten expresar ideas «libremente» incluso desde el anonimato, amparan y favorecen el insulto y los comentarios despectivos, pero esas opiniones pueden causar graves daños en la salud mental de quienes los reciben.
Según un estudio en el que ha participado la Universidad de Deusto, estas víctimas sufren problemas psicológicos, sociales, e incluso físicos, que van desde la ira, el insomnio, el miedo y la tristeza, a la depresión, la ansiedad, el estrés, la baja autoestima, la angustia, o los problemas de imagen corporal y las enfermedades crónicas, entre otros.
Y es que hay un sinfín de maneras de dañar desde una red social, desde un simple ‘no me gusta’ hasta insultar, amenazar, difundir falsos rumores o suplantar identidades, unas acciones que en el caso del ciberacoso se hacen siempre mediante mensajes privados.
Para entender en profundidad este grave fenómeno social, la Fundación Mapfre y la Universidad de Deusto han presentado el estudio ‘Comentarios negativos en las redes sociales’, basado en una encuesta a 2.520 adultos usuarios de redes como Instagram, Facebook, Twitter, TikTok, Snapchat o YouTube.
Según el estudio, la red social con más comentarios negativos es Facebook, seguida de Twitter, Instagram y, en ocasiones, Youtube.
El informe deja claro lo fácil que resulta atacar en las redes en las que, más de la mitad de las veces (el 55%), los usuarios dejan comentarios negativos en perfiles desconocidos; solo el 18% de los que atacan en las redes lo hacen a un contacto de la vida real.
Casi la mitad de las veces (el 46%), los comentarios negativos critican una idea movidos por el enfado y cuatro de cada diez veces esos comentarios se hacen desde una cuenta anónima.
Ante los ataques, la respuesta más generalizada es la de bloquear y borrar el comentario (un 39,3% de las personas eligen una de estas dos opciones), frente a un 20% que se defiende, un 16% que lo comparte, y un 5,20% que contraataca con otro insulto.
Mujeres y jóvenes, más vulnerables
Por sexos, el estudio detalla que las mujeres usan más las redes en las que predominan la imagen y el vídeo –como Instagram (77% de mujeres frente al 52% de hombres)–, probablemente empujadas por los roles de género y estereotipos que las impulsan a buscar la aceptación social a través de su imagen corporal.
Pero insultar tiene consecuencias: una de cada diez mujeres que reciben comentarios negativos desarrolla un trastorno alimenticio y dismorfia corporal.
Además, el 10% de las mujeres recibe comentarios negativos con connotaciones sexuales, sobre todo las jóvenes entre 18 y 25 años.
Como resultado, ellas presenta mayores niveles de depresión, ansiedad y estrés, especialmente las menores de 35 años, que son las más sensibles a estos ataques.
Los hombres, por su parte, hacen más comentarios negativos que las mujeres (16% frente al 9%) y, cuando los reciben, se ven menos afectados (al 54% les da igual, mientras que el 25% de las mujeres se siente nerviosa o insegura).
Por edades, la red preferida de los mayores de 35 es Facebook (el 80% tiene un perfil en esta red), e Instagram es la preferida de los jóvenes de 18 a 34.
Los que reciben más comentarios negativos tienen 34-35 años y los que más insultan son los mayores de 45 (el 68%).
Y los que mayores niveles de estrés, depresión y ansiedad sufren son los jóvenes de 18 a 24 años, mientras que los mayores de 65 son los que se declaran más felices.
Típos de críticas
Por territorios, Madrid y Galicia es donde se emiten más comentarios sobre política, mientras que en la CAV, Comunitat Valenciana y Andalucía se critican más las conductas e ideas, según esta encuesta.
Los que más comentarios negativos emitieron y recibieron fueron los catalanes mayores de 65 años.
El informe concluye que para combatir los insultos en las redes es esencial tener una buena educación emocional, una red de apoyo social y estrategias de adaptativas que ayuden a afrontar la situación.
Además, los autores del informe aconsejan implementar políticas que rijan la conducta en las redes, utilizar algoritmos o programas que filtren la negatividad que transita por estos canales, poner en marcha protocolos de actuación, y educar en el uso de las redes.