Pello Guerra
Entrevista
Vicente Madoz
Psiquiatra

«Hay menos salud mental, menos fuerza interior para afrontar las dificultades»

Vicente Madoz es el psiquiatra navarro de referencia de las últimas décadas. Impulsor, entre otros, de la Fundación Argibide y la Clínica Josefina Arregi, durante más de medio siglo ha lidiado con las enfermedades mentales. Una experiencia que le lleva a alertar de hacia dónde se dirige la sociedad.

Vicente Madoz es una de las voces más reconocidas de la psiquiatría en Euskal Herria.
Vicente Madoz es una de las voces más reconocidas de la psiquiatría en Euskal Herria. (Jagoba MANTEROLA/FOKU)

Desde su experiencia como psiquiatra, Vicente Madoz ha sido el perejil de muchas salsas, lo que le ha llevado a tener un papel destacado en la Fundación Argibide, la Clínica Josefina Arregi, la Fundación Bartolomé de Carranza e incluso Medicus Mundi o el Ateneo Navarro.

Todas esas experiencias han sido condensadas en el libro ‘Vicente Madoz, el psiquiatra humanizado. Lecciones de vida’, de Fermin Erbiti, aunque algunas de ellas también las ha compartido con NAIZ en esta entrevista.

El pasado mes de marzo recibió la Cruz del rey Carlos III el Noble. ¿Un galardón que reconoce la labor de toda una vida dedicada a la psiquiatría en Nafarroa?

Más que por mí, me alegró que se reconociera lo que habíamos estado trabajando años, sobre todo por la salud mental en Navarra y por otras muchas cosas. Al mismo tiempo, me descolocó, porque yo estaba muy tranquilo, nadie se acordaba de mí. Pero después lo pasé muy bien el día de la entrega. A continuación vino el libro de Fermín Erbiti y las dos cosas fueron mucho lío, así que estoy deseando que pase todo y volver a mi ‘clandestinidad’ (risas).

¿Qué le empujó a estudiar Medicina y terminar especializándose en psiquiatría?

La tendencia a estudiar Medicina podía ser porque mi padre era médico y en mi familia había muchos médicos. Pero lo que me hizo pensar en la psiquiatría o algo parecido fue que a los 15 años tuve una crisis de desrealización, que es una forma específica de tener angustia. Consiste en que, de repente, puedes ver que está flotando lo que tienes alrededor. Estando en una butaca, empecé a notar eso y se lo dije a mi padre, que era pediatra, y me dijo que me dejara de tonterías y me echó la bronca. En el colegio tampoco me entendían. Aquel sufrimiento era difícil de combatir, no como un dolor, ya que era una situación muy rara. Pensé que no quería que a alguien de mi edad le pasara algo así y no fuera comprendido, y aquel día decidí que iba a estudiar lo que finalmente resultó ser psiquiatría.

Una vez iniciada su formación, se trasladó a Oxford para especializarse en psiquiatría. ¿Hasta qué punto resultó trascendental en su carrera profesional haber tenido esa oportunidad? ¿Había que salir de Nafarroa para regresar con otra visión?

Yo había estado desde mitad de la carrera como interno en psiquiatría y entonces el jefe de psiquiatría era Pepe Soria, que veía que aquí la psiquiatría se reducía o manicomio o no manicomio. Así que decidió que nos mandaba a los internos a diferentes países para formarnos y a mí me tocó ir a Oxford. Nos repartimos por el mundo durante tres o cuatro años con la idea de que al terminar las estancias, regresaríamos a Pamplona. Volvimos y nos juntamos, y tuvimos la buena o la mala suerte de que el rector de la Universidad de Navarra encargara a este equipo de psiquiatras formado en todas partes menos aquí, que hiciéramos un programa de salud mental de la universidad. Y lo hicimos, pero demasiado bien.

Entonces es cuando tuvo un choque muy fuerte con el Opus.

En ese estudio explicábamos que tenían que intervenir los profesores, que estos trataran con más respeto a los alumnos, es decir, una serie de cosas ciertas y buenas, pero que no encajaban en aquella época. Total que nos echaron de la universidad a todos. A mí me ofrecieron quedarme de extranjis, pero dije que no, que me iba como todos.

«Los primeros antidepresivos los conocí estando en Inglaterra, porque cuando me empecé a formar no había medicinas y dábamos alcohol como tranquilizante»



¿Cómo estaba la psiquiatría en Nafarroa cuando inició su labor?

Cuando volvimos de la estancia fuera, nos encontramos que la psiquiatría en Navarra seguía siendo de manicomio o no manicomio, y que había unas tres consultas privadas de gente que eran neuropsiquiatras. Monté en el Hospital de Navarra durante un año una consulta de psiquiatría siguiendo lo que había hecho en Oxford antes de que nos echaran de la universidad. Entonces creamos una sociedad anónima llamada SMERA, la Sociedad Médica de Estudios Antropológicos, hasta que más adelante pusimos en marcha la Fundación Argibide.

Esa situación experimentó un cambio notable en los 80.

En 1986, con el plan de salud mental, el cambio fue total. Se abrieron nueve centros de salud mental y de repente, había veinte consultas de psiquiatría en Navarra, además de dos hospitales de día y dos centros de internamiento en el hospital. También eliminamos el hospital psiquiátrico. Y poco a poco fue desapareciendo el miedo a ir al psiquiatra, además de que empezaba a haber psicólogos. Desde la Fundación Argibide, trabajábamos en una psiquiatría comunitaria, íbamos a centros de salud, residencias de ancianos, a las casas, a los pueblos... nos movíamos mucho con la comunidad y formábamos a médicos de nuestra zona. Hacíamos labor social. Sin embargo, se ha terminado en un modelo de salud mental antiguo, poco comunitario.

¿A qué tipo de problemas se enfrentan los profesionales de la salud mental?

Tenemos los graves, de tipo bioquímico, como cuando falla una hormona, y que se combaten con medicación. Los primeros antidepresivos los conocí estando en Inglaterra, porque cuando me empecé a formar no había medicinas y dábamos alcohol como tranquilizante: para dormir, coñac y cervezas para tranquilizar, porque tiene efectos relajantes. Y luego están la personas que necesitan ayuda para manejar, por ejemplo, un duelo. Hay gente que lo lleva fatal y haces de espejo, les ayudas a entenderse mejor y a sacar sus propios recursos para conseguir sus propios remedios. Para lograrlo, es muy importante formar la personalidad de una persona.

¿Y cómo se consigue algo así?

En mis tiempos, realizarse era lo más importante para una persona. ¿Y qué era eso? Si yo nazco genéticamente con una serie de cualidades, mi ideal es que cuando me muera, esas posibilidades se hayan convertido en realidades. Para eso hace falta prepararse y en este ámbito, hay tres momentos claves. El primero tiene que ver con los siete primeros años de vida, porque lo que no se forma en ese periodo, ya no se forma. Los padres tienen que estimular al niño con cariño, amor, seguridad, para que tenga un yo fuerte. Así lo preparan para que se individualice entre los 7 y los 11 años, y a partir de ahí, en la adolescencia, tome la responsabilidad de su propia vida y cree su propio proyecto de vida. Gran parte de los problemas que después aparecen son consecuencia de que no se ha hecho esa preparación en ese momento, porque los padres se han hecho muy vagos.

Madoz ha dedicado más de medio siglo a la psiquiatría. (Jagoba MANTEROLA/FOKU)

¿Qué consecuencias tiene esa falta de preparación?

Que ahora mucha gente llega a los 15-20 años absolutamente débiles, frágiles, incapaces de enfrentarse a la vida. Se dice que hay más problemas de salud mental, pero no, lo que hay es más problemas de falta de salud mental. No hay más patologías que antes y los problemas patológicos graves siguen siendo la esquizofrenia, el trastorno bipolar... Lo demás es gente asustada, no preparada, que se ve con un mundo en el que no sabe qué hacer y que arremete pegándole una patada al otro, gritándole, montando cirios, pero desde su incapacidad, desde su falta de salud.

¿La pandemia del covid ha venido a agravar este panorama en salud mental?

Con la covid no ha aumentado la patología psiquiátrica, lo que ha puesto de relieve es que hay menos salud mental, menos fuerza interior para afrontar las dificultades, la gente se asusta. Por eso tenemos que recuperar y promocionar la salud mental. Me parece que esa es una de las grandes tareas que tenemos por delante y es un error pensar que habrá una inteligencia artificial que va a solucionar esto.

«La sociedad actual es muy rara, con gente extraordinaria, pero también con seres humanos frágiles, mal preparados y con egos tontos»



¿Ese sería el gran reto de la sociedad de cara al futuro?

Hay que rehumanizar al ser humano para volver a tener personas fuertes, que manejando bien todos los grandes descubrimientos de la ciencia y la técnica salvarán a la humanidad, porque no sabemos si estamos en un final del mundo anticipado, como algunos sostienen. Hay que cultivar al ser humano para que maneje todo eso, con una naturaleza de bondad, justicia y verdad, unos valores que suavizarían mucho las cosas, habría más paz social. La sociedad actual es muy rara, con gente extraordinaria, excelente, pero también con seres humanos frágiles, mal preparados y con egos tontos. Habría que revolucionar la naturaleza humana, reactualizarla.

¿Y qué papel deberían desempeñar los profesionales de este campo y las autoridades sanitarias?

En Argibide les digo que busquen la forma de promocionar la salud mental, que no se limiten a dar pastillas, porque no estamos creando seres humanos fuertes. En las universidades hay gente muy buena, pero es difícil hacer un programa social global para que esto se estimule. Si fuera consejero de Salud, diría que hay que crear un programa de promoción de la salud mental, además de todo lo demás. Un programa a dos, tres o cuatro décadas formando gente.

El psiquiatra alerta de los restos en salud mental a los que se enfrenta la sociedad. (Jagoba MANTEROLA/FOKU)