Iñaki Zaratiegi
Entrevista
Juan Luis Etxeberria e Iñaki Otalora

«Cerrar Altxerri es una pena, sobre todo para los colectivos de jazz»

Donostia rebosa de programación cultural pública, pero el circuito independiente parece en plena una crisis. En contraste con las otras capitales vascas, no existen salas privadas de aforo medio. Y la clausura del simbólico Altxerri deja sin clubs de jazz a la cuna del Jazzaldia.

Iñaki Otalora y Juan Luis Etxeberria.
Iñaki Otalora y Juan Luis Etxeberria. (Jon URBE | FOKU)

Alguien definió a Donostia como ‘ciudad trampa’. En el campo cultural, tras las macrocitas de eco internacional habitarían realidades creativas locales con muchas dificultades. Por ejemplo, una supuesta falta de interés real por el cine o el jazz, el resto del año, en contraste con la fiebre que despiertan Zinemaldia o Jazzaldia.

Ahora mismo, la escena musical independiente pasa por una severa crisis. Por el camino han desaparecido o frenado su actividad musical muchos establecimientos. Poco que ver con la amplia lista de escenarios independientes de Bilbo, Gasteiz o Iruñea. La mala nueva es que, tras cuarenta años de doble propuesta como galería de arte y club, se clausura el Altxerri. Cierra además temporalmente Doka, por problemas técnicos.

El céntrico sótano, que ha albergado durante años sesiones jazzeras o programaciones como Club 44, echará la persiana el sábado 30 con el pop surfero de Los Misterios y AK DJ. Una noche antes actuará el inquieto Juan Luis Etxeberria Ajona (Andoain, 1974), alias Giorgio Bassmatti. Hablamos con él y con Iñaki Otalora Argamasilla (Arrasate, 1977), uno de los responsables del colectivo Dabadaba, que ha gestionado en la última temporada el club que ahora desaparece.

«Existía la idea de que sonara jazz en sitios pequeños durante el año, pero la lógica inmobiliaria es la que es»

Giorgio Bassmatti, ‘gure pop trobadour’, protagonizará, con algunos invitados, la penúltima sesión del Altxerri. ¿Con qué sensación despide el local?

Juan Luis Etxeberria: He actuado en ese escenario los dos últimos años. La noticia del cierre ya estaba en la calle hace meses y me hacía ilusión que yo fuera el último en actuar para poder poner en el currículum que fui el culpable de su clausura. Pero serán Los Misterios quienes tendrán ese honor.

El colectivo Dabadaba lo ha gestionado desde verano desde 2022. ¿Era rentable como club?

Iñaki Otalora: Totalmente. Nuestra idea ha sido ampliar la programación a propuestas no estrictamente de jazz, dejando fuera la electrónica de baile o el rock ‘pesado’. Cerrar Altxerri es una pena, sobre todo para los colectivos de jazz, y una gran pérdida para la ciudad porque forma parte de ella. Hubiéramos querido asumir los dos locales y dar una idea global al conjunto, pero la propiedad ha optado por vender y no sabemos qué función tendrá en el futuro. Con los precios que se manejan, una pequeña sala de conciertos en el centro de la ciudad es impensable. Si no se reconoce, protege e impulsa una labor así, se suceden los desplazamientos de sitios que forman parte de la vida de las personas que habitan una ciudad, sea una mercería o un club musical.

Tras la caída antes de los recitales en Etxekalte y Be Bop, este es el adiós al último local independiente de jazz en la ciudad del Jazzaldia.

J.L.E.: No va a haber un nexo jazzístico fuera del Festival. Es como montar un ciclo de submarinismo y no tener posibilidad de hacer submarinismo en la ciudad. Existía la idea de que sonara jazz en sitios pequeños durante todo el año, pero la lógica inmobiliaria es la que es.

I.O.: Es como leer una novela cada cierto tiempo para conmemorar la Feria del Libro. Me gusta el jazz o el r&r y lo consumo a diario. Si Donosti se quiere identificar con un turismo cultural con el monstruo del Festival de Jazz, no es muy compatible con este tipo de cosas en las que estamos metidos. Lo complicado y el reto es apoyar un modelo de ciudad que sea para la gente que la habita.

Comparada con el resto de capitales vascas, Donostia está a la cola en clubs o bares con música en directo.

J.L.E.: Habrá que recomendarles que no se presenten a la Capital Europea de la Cultura, porque mira qué resultados hemos tenido…

(Jon URBE | FOKU)
 

I.O.: Sí, mucha Donostia cultureta o fina, pero ¿qué quedó de aquel acontecimiento? El Dabadaba se creó precisamente en esa época, pero no gracias a la capitalidad.

¿Puede que las nuevas generaciones no sean tan de clubs?

J.L.E.: La relación con la música y su consumo ha cambiado mucho. Hemos conocido un camino de la industria desde los años 60 hasta los 90 que en poco tiempo ha dado un vuelco. Aunque lugares como Dababada demuestren que los conciertos tienen su público y funcionan.

I.O.: No se puede justificar que los cambios son consecuencia inevitable de los nuevos hábitos de consumo, porque son tan rápidos que no son sustitutos de la experiencia anterior. El CD o el libro electrónico no han sustituido al LP o el libro físico. Para los jóvenes que vienen con los cambios aprendidos, lo de ahora no les supone ninguna revolución, como sí fueron para nosotros los cambios anteriores.

J.L.E.: El gran cambio al crear y consumir música es que ya no hay algo físico que lo refleje y quizás haya perdido valor. Lo haces en casa, lo subes a la red y no necesitas enseñarlo físicamente ni estar en una tienda. Te han convencido de que desde Spotify o Bandcamp vas a la fama.

I.O.: Creamos y consumimos música para juntarnos con otra gente y el ámbito de un concierto es ideal para ese fin. ¿Qué necesitas para ser feliz? Estar con los demás. Prueba a estar solo, do it yourself, y a ver cómo te va. Vives donde te relacionas, no donde adquieres cosas, no desde un archivo en la red. Ese es el valor del directo: lo social.

Sorprende la crisis de los locales pequeños cuando los grandes conciertos y festivales arrasan.

J.L.E.: Como ha dicho antes Iñaki, se trata de la ciudad que quieres mover para que venga gente de fuera a un estadio o un macrorecinto. Más las programaciones medias, tipo Kursaal, que se llenan a pesar de ser caras. Para mucha gente es algo así como su concierto o festival anual y pueden pagar un pastón por ello.

«Lo complicado y el reto es apoyar un modelo de ciudad cultural que sea para la gente que la habita»

¿Se va a perder la riqueza musical que representaba Altxerri?

J.L.E.: La programación pública donostiarra es mejor que la de las otras capitales vascas. Creo que de alguna manera y hasta donde pueda, lo público asimilará esas propuestas de tamaño pequeño y programación privada que desaparecen, pasándolas a pequeños escenarios públicos. Aunque desaparecerían el riesgo, la espontaneidad y la inmediatez porque lo público funciona con una lógica más cerrada.

Para la continuidad de ese papel social y creativo de los clubs, ¿tendrían que existir más variantes de colaboración institucional?

J.L.E.: Lo público ya tiene sitios donde se programan conciertos. Otra cosa son las ayudas o facilidades que se puedan dar a la iniciativa privada.

I.O.: Sería posible si existiera la cultura, mentalidad y responsabilidad de que dirigentes públicos planteen iniciativas o escuchen las que les propongamos desde fuera para un desarrollo cultural de la ciudad. El propio Gobierno Vasco ha apoyado las salas. Hay mucho que discutir sobre el particular.

Existen la promoción municipal Donostikluba o la foral Katapulta. ¿Son insuficientes?

J.L.E.: En cultura todavía se ‘gasta’ y en carreteras o metros se ‘invierte’. Como creador o artista tienes que estar todo el tiempo demostrando que eres válido, que sirves. Las macroobras siempre están ahí y se invierte en ello. El verbo ya lo dice todo.

I.O.: Nosotros queríamos un acuerdo con Musikene [Centro Superior de Música de Euskal Herria], de donde salen licenciados en todo tipo de instrumentos, tras años de trabajo y muchísimo dinero público invertido, que no se firmó. Ahora, decenas de sus proyectos, o de las escuelas de música de Donosti, con montón de chavales aprendiendo y un buen número de funcionarios que generan muchos gastos, no se van a poder mostrar en público. Es una anomalía, una falta de simetría cultural.

«Con los precios que se manejan, una pequeña sala de conciertos en el centro de la ciudad es impensable»

De momento, Dabadaba sigue en pie.

I.O.: Es un milagro. Ahora que Doka cierra por un tiempo nos quedamos solos como concepto de club independiente y musicalmente diverso. Aunque bajo la espada de Damocles de lo que pueda decir el ordenamiento municipal sobre aquella zona.

J.L.E.: Es una pena que las salas se esfuercen por asentarse en sitios donde no molesten al vecindario o renueven sus instalaciones para molestar solo lo inevitable y vayan cayendo luego bajo la piqueta de los constructores.

No queda bohemia, decía aquí hace unos días Diego Vasallo.

I.O.: Pero, ¿no habíamos quedado en que ya teníamos YouTube o Tinder?