Sergio Iglesias
Entrevista
Patricia Ballote Álvarez
Autora de ‘La Habana, día de un año’

«La nueva trova fue fruto de la Revolución cubana»

El 19 de enero de 1968 está marcado a fuego en la historia de la música cubana, como el inicio de la nueva trova, con el concierto que Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola ofrecieron en La Casa de Las Américas de La Habana. Patricia Ballote lo recoge en su libro ‘La Habana, día de un año’.

Patricia Ballote, autora de ‘La Habana, día de un año’.
Patricia Ballote, autora de ‘La Habana, día de un año’. (Raul BOGAJO)

Más de 50 años después del concierto que Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola ofrecieron en La Casa de Las Américas de La Habana, la escritora Patricia Ballote nos presenta un libro, publicado por la Editorial Ojalá, que recoge cómo fue aquella noche, con multitud de testimonios y documentos inéditos, que aportan una nueva visión de una fecha clave para la cultura de Cuba. Nos ha hablado sobre su libro en su visita a Euskal Herria para presentarlo.

Cuéntenos, para comenzar, cuál es el origen de este trabajo.

En 2017 yo ya trabajaba en Ojalá, la oficina de Silvio Rodríguez, y un día, casi un año antes de que se cumplieran los 50 años de este concierto, el propio Silvio llegó con la idea de que estaría bien hacer un libro dedicado a hablar sobre aquel día. En aquel momento yo estudiaba la carrera de gestión y preservación de patrimonio cultural, así que vi que aquello estaba también relacionado con mis intereses académicos, aparte de los personales y laborales. Al final, ha sido una maravillosa aventura poder llevar a cabo este proyecto.

«La nueva trova fue fruto de la Revolución y ellos eran el reflejo de una sociedad nueva que la Revolución había creado; sentían que tenían mucho que aportar»

¿Qué importancia cree que tuvo aquel concierto en la historia de la música y la cultura cubana?

Eran tres muchachos prácticamente desconocidos, que entre ellos tampoco se conocían apenas. Era la primera vez que se presentaban juntos, y no creo que nadie se pudiera imaginar todo lo que iba a desencadenar aquello. La investigación viene a revelar, a través de testimonios y a través de la búsqueda en periódicos de la época, que a partir de ese momento ya se hace visible la nueva trova, sin llamarla así todavía, como una expresión generacional. La cantidad de jóvenes que lograría reunir en el público y el tipo de canciones que se cantaron vino a demostrar que había algo nuevo en la escena musical cubana. Pero el libro no se queda únicamente en ese día, sino que hace como un recorrido por la prensa de la época hasta el año 69, y vamos viendo la importancia de aquel acontecimiento. 

¿Era también una manera de intentar dar otra imagen de Cuba, tras la Revolución?

En ese sentido, no creo que se hiciera expresamente para eso. Pero de lo que sí estoy segura es de que la nueva trova fue fruto de la Revolución y ellos eran el reflejo de una sociedad nueva que la Revolución había creado. Son la generación siguiente a los que fueron a La Sierra Maestra, y sentían que tenían mucho que aportar a lo que estaba sucediendo en la sociedad cubana. También estaba esa manera suya de enfrentarse a todas las transformaciones que se estaban produciendo y esa actitud frente a conflictos bélicos, como la Guerra en Vietnam, su cercanía a la lucha anti racial… todo eso da fe de una postura diferente de los jóvenes dentro de la sociedad.

De todas formas, para analizar cualquier hecho, antes hay que analizar el contexto en el que se produce. Y en concreto, estamos hablando del 68, con todos los movimientos juveniles que estallan alrededor del mundo. Y es un momento también muy fértil para ciertos movimientos culturales, como la canción protesta en Estados Unidos, la nueva canción latinoamericana, la música popular brasileña, Els Setze Jutges en Catalunya o Ez Dok Amahiru aquí.

A lo mejor, en aquel momento todos ellos no tenían, concretamente, esa referencia de haber escuchado a Violeta Parra, pero luego todo empezaría a permearse, se empiezan a dar esas sinergias y ahí sí que se vio la fuerza de todo aquello que estaba surgiendo.

¿Quién fue el o la artífice principal de la idea de hacer este concierto?

En este caso, fue vital el papel de Haydée Santamaría en la Casa de las Américas, que tuvo la lucidez de darles voz en un espacio tan simbólico, para que cantaran esas nuevas canciones que estaban haciendo. La Casa de Las Américas se fundó poco después de que triunfara la Revolución, y tener ese espacio amparándolo ya fue muy importante para todo el desarrollo posterior del movimiento.

(Raul BOGAJO | FOKU)

¿Fue complicado el trabajo de investigación, para obtener todos estos documentos y datos que aparecen en el libro?

Sí, sí, la verdad es que ha habido mucho trabajo de documentación. En un principio, en el recital estaban anunciados solo los tres, pero en un momento del concierto se quedaron sin canciones e invitaron a subir del público a Eduardo Ramos, Martín Rojas y Vicente Feliú. Así que, aparte de a Silvio, también entrevisté a Eduardo y a Vicente, y a espectadores y espectadoras que estaban allí esa noche. Por ejemplo, charlé con una señora, que entonces era una estudiante de Letras, que me contaba que sentían como que estuvieran dando voz a todas esas cosas que los jóvenes querían decir en aquellos momentos. Así que, como decíamos, encarnaron un sentimiento generacional y canalizaron la necesidad de expresión de toda una generación. 

Qué pena que, de todos ellos, tan solo quede vivo Silvio, ¿no?

Mira, eso es algo muy chocante, porque cuando empecé la investigación el único que había muerto era Noel Nicola, y ahora han pasado siete años y solo queda Silvio… a mí me da muchísima tristeza, pero también tengo la satisfacción de saber que lo empecé a hacer en el momento oportuno para poder recoger esos testimonios.

¿Por qué cree que llegaron a congeniar tan bien tres artistas tan diferentes musicalmente?

La compositora cubana Marta Valdés me decía que, efectivamente, cada uno tenía su estilo y su manera particular de componer, de acuerdo a sus intereses personales. Y Silvio me dijo que entre los tres había un factor común, que era la revolución y la necesidad de expresar esas nuevas ideas. Eduardo Ramos y Vicente Feliú me contaban que ellos querían cantarle al amor, pero que también tenían que estar cantando de otras cosas; Vicente me dijo una cosa muy bonita: ‘Uno no se puede partir en dos para sentir’… y me contaban que por supuesto que estaban enamorados de sus parejas y tenían sus despechos, pero estaban viviendo una realidad que les invitaba a expresar cosas, más allá de la canción romántica.

«El factor realmente rupturista fueron las letras, ese don especial que tenían para hablar de las cosas más banales de la cotidianeidad y que, hasta ese momento, no habían sido reflejadas»

Aquel nuevo estilo vino a apropiarse de toda una tradición musical, de géneros como el feeling, el bolero, el son cubano… incorporando elementos nuevos del rock y otros tipos de sonoridades de la época. Pero el factor realmente rupturista fueron las letras, ese don especial que tenían para hablar de las cosas más banales de la cotidianeidad y que, hasta ese momento, no habían sido reflejadas. Hay en el libro un manifiesto de los poetas de la misma generación que Pablo y Silvio que decía: «Creemos que toda palabra cabe en un poema o en una canción, ya sea ‘carajo’ o ‘corazón’»… adoptaban una postura nueva frente a la canción.

En el libro habla de la etiqueta ‘Nueva Trova’ (con mayúscula), como un intento de crear una etiqueta institucional a algo que ya existía, algo similar a lo que pasó aquí con el Rock Radical Vasco, o en Madrid con La Movida…

Ahí hay un debate interesante, porque en 1972 se funda un movimiento oficial que llegó a tener sus afiliados, trovadores que iban por todo el país reclutando a jóvenes, y entonces había un montón de trovadores en toda la isla. Así que lo que se hizo fue oficializar eso como movimiento, en un intento institucional de recoger a todos los creadores, que ya venían desde cuatro años antes con todas esas nuevas formas de expresión, sin que se les considerara vinculados laboralmente a algo. Fue como un intento de ampararlos, y así surge ese movimiento de la Nueva Trova con mayúsculas. Pero a mí me gusta hablar de esa nueva trova que surge como un movimiento real y como forma de expresión de una generación. El problema es que, todavía hoy, se celebran los aniversarios asociados al año 72, cuando ese movimiento era evidente que ya se estaba desarrollando desde el 68.  

¿Y cómo ha ido sido la evolución de esa nueva trova a lo largo de los años? ¿Es todavía un estilo vivo en Cuba?

Ellos fueron la mejor expresión de ese fenómeno, que en ese momento fue además muy masivo y luego tuvo momentos cumbres en los 80, cuando surge una nueva generación de trovadores con Frank Delgado, Santiago Feliú, Gerardo Alfonso… después han venido como sucesivas generaciones con otras etiquetas, como la ‘novísima trova’… Y ahora mismo no es un fenómeno tan masivo, en cuanto a seguidores, pero pienso que la nueva trova sigue manteniendo la capacidad de emocionar y de conectar con personas de otra generación, como es mi caso, por ejemplo, y el de muchísimos amigos con los que comparto el gusto por estos sonidos.