NAIZ (Fotos: NICOLAS TUCAT/AFP)

El asilo psiquiátrico donde pintó Van Gogh, taller para pacientes artistas

Van Gogh estuvo internado en un «asilo psiquiátrico» en Saint-Rémy-de-Provence, donde pintó algunos de sus cuadros más famosos. Los actuales pacientes aseguran que una de sus salas sigue oliendo al pintor, lugar que atrae a miles de visitantes y a muchos ex-pacientes que se acercan a pintar.

Puerta de entrada a la zona visitable del antiguo monasterio.
Puerta de entrada a la zona visitable del antiguo monasterio. (NICOLAS TUCAT | AFP)

«Llegó aquí el 8 de mayo de 1889. Al día siguiente, pintó dos cuadros, entre ellos los famosos Iris». Lo cuenta Jean-Marc Boulon, el psiquiatra del «centro de salud» donde estuvo internado Vincent van Gogh en Provenza.

Los altos muros de este antiguo monasterio de arquitectura románica ubicado en Saint-Rémy-de-Provence, partes del cual datan del siglo XI y que fue transformado en hospital para «locos» en 1807, aún albergan una clínica psiquiátrica, Saint-Paul, hoy reservada a mujeres para estancias cortas.

Pero un ala del edificio está abierta a los visitantes y aproximadamente 80.000 personas al año se acercan para conocer en persona los escenarios en los que el pintor holandés (1853-1890) pintó algunos de sus cuadros más famosos. Además de los Iris, en sus jardines, pintó los almendros en flor, los olivos o las estribaciones de los cercanos Alpilles.

Van Gogh estuvo internado allí durante 53 semanas, hasta el 16 de mayo de 1890. Llegó desde Arles, a unos treinta kilómetros de distancia, donde había vivido durante poco más de un año. Precisamente allí fue donde su estado mental se fue deteriorando con el tiempo. Una de sus crisis provocó el corte de una parte de su oreja. Dicen que, exasperado por su comportamiento, su barrio de Arles incluso lanzó una petición exigiendo su expulsión o su internamiento.

«Fuerza increíble»

«Manía aguda con alucinaciones visuales y auditivas», escribió el médico jefe, Théophile Peyron, durante su internamiento en el centro de salud de Saint-Paul. «Crisis acentuadas por los excesos alcohólicos», subrayó el doctor Félix Rey, del hospital de Arlés, cuyo retrato pintó Vincent. Para el Dr. Boulon, «probablemente hoy en día parezca un trastorno bipolar».

La etapa que pasó en Saint-Paul fue para él «un período de gran sufrimiento inicial que después derivó en una fase de cierta recuperación y bienestar. Lo podemos observar en su trabajo, que es de una fuerza increíble», analiza. Además, en esa época su obra fue prolija: 143 pinturas y más de 150 dibujos.

Precisamente esa energía creativa es la que el Doctor Boulon se esfuerza en fomentar entre sus pacientes actuales, especialmente en los talleres de arteterapia que organiza desde 1995, también para ex pacientes.

Una de ellas es Sylvie Fayolle, de 56 años, hospitalizada en 2010 durante diez semanas diagnosticada de amnesia y depresión. Todavía regresa allí regularmente, a una gran sala donde media docena de antiguos pacientes pintan o esculpen, con la ayuda de un «arteterapeuta».

Le gusta estar en este taller «que huele a Van Gogh» y que está instalado cerca de la antigua sala capitular del monasterio. Este proceso creativo «es como un renacimiento», sonríe. Y «van Gogh es un segundo padre».

«Muy conmovedor»

«Sin pensar en ningún momento que van a ser Van Gogh, se trata de un juego de roles y de identificación que ayuda a ser creativo y reconocido cuando piensas que ya no vales nada. «La revalorización y restitución del vínculo social es fundamental», explica el doctor Boulon.

Las obras de los pacientes se exponen. Y también se venden. Lo hacen en el centro cultural instalado en la parte del edificio que se halla abierta a los visitantes, alrededor del claustro. Es una especie de homenaje al deseo expresado en una carta por Vincent a su hermano Théo de fundar en el sur de Francia una «asociación» de artistas con este objetivo.

Los visitantes también pueden presenciar una recreación de la habitación que ocupaba Van Gogh basada en la descripción que el pintor dejó en sus cartas. Además, recientemente han abierto al público varias salas adicionales que cubren un total de 500 metros cuadrados y que albergan reconstrucciones de un dormitorio, la cocina, el despacho del médico jefe o de la madre superiora, así como una sala de confinamiento, con camisa de fuerza de la época.

Este tipo de visitas atraen especialmente a turistas como Killeen Doherty Rhodes, un estadounidense de 63 años que se siente afortunado: «Ver la sala donde trabajó y realizó todas sus obras maestras es muy conmovedor». Por eso opina que «hay que seguir apoyando este tipo de iniciativas que mejoran la vida de personas que están aquí en situaciones similares».