Conociendo los entresijos de la ópera
Las salas de ensayo, el almacén, la sastrería, los camerinos… en estos lugares se cocina la ópera que cobrará vida en el escenario. Un meticuloso trabajo en el que participan entre 150 y 200 personas y en el que nada se deja al azar. Nos adentramos en el Palacio Euskalduna de la mano de ABAO.
Sobre el mismo suelo donde durante gran parte del siglo pasado se levantaron poderosos buques que surcaban los océanos, hoy se levanta imponente el Palacio de Congresos y de la Música Euskalduna. La construcción de aquellos barcos requería de cientos de empleados y un trabajo muy exhaustivo donde la cadena de producción debía sincronizarse sin fallos. Aunque a simple vista pueda parecer difícil encontrar similitudes, el montaje de una producción operística también exige una coordinación meticulosa y casi imposible de imaginar para quienes no conocen el proceso.
Directores del equipo artístico y creativo, solistas que componen el reparto principal, figurantes, coristas, músicos de la orquesta, iluminadores, maquinistas, técnicos de sonido, regidores, diseñadores de vestuario, maquilladores, sastres… entre 150 y 200 personas trabajan en perfecta sintonía para dar el mejor resultado a los amantes de la ópera. Toda esa creación entre bastidores y bambalinas es lo que, gracias a ABAO, han podido conocer de primera mano una veintena de suscriptores de NAIZ.
De la mano de Aitziber Aretxederra, responsable del Programa Didáctico de ABAO Bilbao Ópera, nos adentramos en el edificio, nos montamos en un montacargas que hace las veces de ascensor y descendemos varios metros hasta llegar al mismo lugar donde la obra comienza a tomar forma: el almacén principal. Ahí es donde, una vez contratada la producción, llegan los tráilers con toda la escenografía y empieza el montaje. Un trabajo muy meticuloso, donde cada segundo del conjunto que dura la obra está cuidadosamente planificado.
Actualmente, se trabaja en la ópera ‘Tristán und Isolde’, un drama musical compuesto por Richard Wagner entre 1857 y 1859 y basado en la leyenda medieval del ciclo artúrico ‘Tristan’. En escena, es una producción alquilada al Teatro de la Maestranza de Sevilla ideada por Allex Aguilera y que cuenta esta vez con Erik Nielsen como director musical. «De corte clásico pero con realización moderna, recrea el mundo de ensueño de Tristan e Isolde con nuevas tecnologías de vídeo creación de bello impacto visual».
Este viernes 18 de enero será la primera representación, y en el momento de nuestra visita ya está todo prácticamente montado. Lo que más sorprende es el suelo móvil en el que actúan los músicos, que sube desde el almacén hasta el escenario, facilitando todo el montaje y la precisión en la ejecución de la obra.
Entre salas de ensayo, sastrerías y camerinos
Desde el piso más bajo, subimos hasta el más alto, situado seis plantas por encima del escenario. Aquí se sitúan las salas de ensayo. Durante las semanas previas a la primera representación, los artistas que intervienen en la obra van trabajando independientemente, o por grupos, hasta que ya en la última semana comienzan los ensayos conjuntos y la magia de la obra comienza a cobrar vida en su totalidad.
Son días de mucho ajetreo, en los que el personal artístico y técnico se va compenetrando hasta lograr un resultado que haga vibrar a los espectadores. En los pisos inferiores, los camerinos y sastrerías son un hervidero de actividad, donde los trajes se ajustan y las últimas pruebas de vestuario se realizan a contrarreloj para asegurar que todo esté listo a tiempo.
En la mayoría de los casos, la ropa alquilada para la representación no ha sido diseñada específicamente para los artistas que participarán en esta producción, por lo que las sastras deben ajustarlas a sus necesidades particulares. Cada detalle cuenta en el resultado final, «y si los músicos y cantantes no están del todo cómodos con la ropa que llevan puesta, esto puede repercutir en su actuación», señala Aretxederra. «Estamos ultimando las cosas de vestuario porque mañana ya será el ensayo pregeneral y al día siguiente el general», nos explica el director de vestuario Jesús Ruiz mientras pasa revista.
En estas habitaciones también se trabaja en la caracterización de los personajes: pelucas, máscaras, maquillaje, pintura… Los miembros del coro y los figurantes se maquillan en camerinos compartidos, mientras que el reparto principal cuenta con sus propios espacios privados.
En uno de los camerinos nos encontramos con Sergio, uno de los figurantes especiales de la obra ‘Tristán und Isolde’ que está preparando su caracterización. Nos saluda con una imagen un tanto dantesca: todo su cuerpo está cubierto con una base que le blanquea la piel, a la que luego se le añadirá arcilla, posticería y maquillaje. Un trabajo que consume horas para una aparición que no durará más de un minuto en la obra. «Lo de esta base es terrible. Hay que ducharse varias veces para que se te quite del todo», nos comenta resignado pero emocionado con su labor.
Finalizando la visita, descendemos hasta la primera planta para adentrarnos en la parte trasera del escenario. Un espacio muy amplio y dividido en diferentes subsecciones. Es desde aquí donde, durante la ópera, las regidoras dan las órdenes técnicas para que los elementos de iluminación, proyección y materiales hagan su aparición en la obra de forma sincronizada. El equipo técnico lo componen en torno a 50 o 75 personas. Como nos explica Aretxederra, «las producciones de ópera cada vez son menos corpóreas y cada vez se dan más importancia a elementos como la iluminación o la videoproyección... los directores de escena se van amoldando a los nuevos tiempos».
«Un reto para nuestro cerebro»
Para concluir, tuvimos el privilegio de acceder durante media hora al ensayo. Entramos en una de las tribunas y, en silencio, nos acomodamos mientras observamos el comienzo del primer acto. El escenario se convierte en el barco de Tristán, que navega de regreso a Cornualles, acompañado por una furiosa Isolde, hija del rey irlandés, quien está a punto de casarse con el rey Marke de Cornualles, pero realmente está enamorada de Tristán. La sinopsis describe así la atmósfera del comienzo: «Un extenso preludio, con un acorde disonante que no logra resolverse en los primeros compases, está planteado como un lento ascenso progresivo, un clímax y un descenso igualmente pausado y gradual».
Es una ópera de 3 horas y 45 minutos divididas en tres actos con pausas de 25 minutos. «Es bastante larga, pero muy sanadora porque nos obliga a estar quietos y concentrados durante mucho tiempo escuchando tempos lentos. Es algo que hoy en día casi nunca hacemos y un reto para nuestro cerebro, cada vez menos acostumbrado a este tipo de experiencias. Nos ayudará a bajar mucho las revoluciones», comenta Aretxederra.