23 OCT. 2018 - 00:00h El castillo de Monreal, resurgimiento de la historia tras 500 años de conquista En los años 60 del pasado siglo, un grupo de vecinos de Elo, animados por el párroco Miguel Zabalza, realizaron una limpieza de la zona del Monte Real y hallaron los restos de un castillo. Eran los vestigios del conocido como castillo de Monreal. El castillo se ubicaba a medio camino entre Iruñea y Zangoza. Iñaki VIGOR Durante varios siglos los monarcas navarros tuvieron una de sus principales residencias en Elo, un poblado vascón en el que se habló euskara hasta comienzos del siglo XVIII. La pequeña colina donde se construyó el castillo se conocía como Monte Real o Monreal, nombre que acabó abarcando al conjunto de la villa. Las tropas castellanas la destruyeron tras la conquista de 1512, pero de sus ruinas está comenzando a resurgir una fortaleza que rememora la independencia del antiguo Reino de Navarra. Los documentos más antiguos que hablan del castillo de Monreal se remontan al siglo XII, pero el historiador Iñaki Sagredo cree que tiene mucha más antigüedad. «Nos faltarían dataciones del carbono 14 para averiguar a qué época correspondería, pero seguramente –señala– estaríamos hablando de un castillo del siglo X o del siglo IX». La importancia de este castillo radica en que estaba a medio camino entre Iruñea y Zangoza, donde los monarcas navarros tenían una de sus residencias más importantes. Monreal también fue una residencia real utilizada por gran parte de los reyes, como los Teobaldos, Carlos II de Evreux, Carlos III, el Príncipe de Viana y su madre Blanca de Navarra, y Juan II, entre otros. «Hay que tener en cuenta –explica Sagredo– que Pamplona era la capital del reino pero no era residencia oficial de los reyes de Navarra, sino que era residencia del obispo, que tenía casi tanto poder como el rey. Los monarcas navarros vivían en castillos situados fuera de la ciudad, como Tiebas, Monreal, Olite, Sangüesa y Tudela, que fue residencia de Sancho VII El Fuerte». Esta relevancia de Monreal también se refleja en que no solo fue residencia del máximo poder político del reino, sino que también tenía palacios adosados a la villa, estaba protegido por varias murallas, contaba con una ceca para acuñar moneda, tenía su propia prisión de seguridad, e incluso fue sede de las Cortes de Navarra. Eso significa que los principales nobles del Reino tenían que desplazarse hasta allí para celebrar sus reuniones cortesanas. De paso aprovechaban para cazar, al igual que el rey, en los montes que están alrededor de la villa, como la Higa y Alaitz. «El castillo era una zona de residencia, de confort, y ahí se incluían las aficiones de los reyes, como la caza, y sus lugares de veneración, como las capillas, sin olvidar que también había un patrimonio real, como eran los molinos», precisa Iñaki Sagredo. En situaciones de invasión o de peligro, el castillo de Monreal servía de refugio para los vecinos de Elortzibar, Ibargoiti y Untziti, ya que contaba con cañones desde el año 1379. Todo cambió por completo tras la conquista de 1512 por parte de las tropas castellanas. Nueve años más tarde el rey Carlos V ordenó derribar el castillo, al igual que otros muchos del Reino de Navarra, ante la imposibilidad de poder mantener guarniciones en todos ellos. Sus ruinas han permanecido escondidas durante siglos entre el matorral y el pequeño pinar que arraigó en lo alto del cerro que domina las casas de Elo. Salvo unas cuantas piedras que afloraban en superficie, y que solo eran visibles desde el propio lugar, nada hacía pensar que allí habían residido los principales reyes navarros. En los años 60 del pasado siglo, un grupo de vecinos del pueblo, animados por el párroco Miguel Zabalza, realizaron una limpieza de la zona y hallaron las estructuras de los muros del castillo, un aljibe y varias torres, además de herrajes, cerámica medieval y dedales metálicos. Tres décadas más tarde, el Ayuntamiento de Monreal se propuso restaurar el castillo que le da nombre al pueblo. En 2006 se realizó una primera campaña de limpieza, pero hubo que esperar hasta 2017 para elaborar un plan serio de recuperación que ha permitido llevar a cabo obras de cierta envergadura a lo largo del pasado verano. Bajo la dirección del propio Iñaki Sagredo, durante los meses de junio, julio y agosto se ha limpiado la zona de vegetación, se ha abierto un camino desde el núcleo urbano hasta el castillo, se ha sacado a la luz una parte de sus estructuras y se han instalado paneles informativos y un mirador para que los visitantes puedan conocer la importancia de este enclave y apreciar el pueblo de Monreal tal como era en la Edad Media. Una muralla de diez metros de altura De momento, los trabajos de restauración han consistido en consolidar las ruinas del castillo y recuperar algunos elementos del mismo. «Hemos empezado por la puerta de acceso, la torre del homenaje y unas torres pequeñas que servían de defensa de la muralla. También hemos sacado una muralla muy importante en el lado norte, que tiene más de veinte metros de recorrido y una altura considerable, de casi diez metros. Esta muralla tiene bastante valor», informa Sagredo. Aunque es la más destacada, no es la única muralla que tenía Monreal, sino que contaba con otros dos círculos amurallados. Este dato, junto a la artillería de que disponía, constata la relevancia de un castillo que tenía adosada prácticamente una pequeña ciudad, en la que también había una judería importante. Otro elemento que destaca este historiador es el aljibe. «Es impresionante. Tiene un lucido con un tipo de cal muy característica y con restos de teja molida, lo que le da un color muy rojizo». Los trabajos realizados a lo largo del verano también han permitido recuperar restos de cerámica vidriera de los siglos XIII y XIV, así como algunas monedas, sobre todo de la época de Príncipe de Viana. Además, se ha hecho un estudio documental de todas las obras realizadas en el castillo, lo que ha permitido obtener datos de las personas que trabajaban allí y de las canteras y caleras que había alrededor de la Higa. «Los trabajadores tenían que estar pendientes del fuego durante nueve días y nueve noches para que la cal pudiera salir buena. El rey agradeció con unas botellas de vino a quienes estuvieron trabajando allí durante tanto tiempo para poder hacer las obras del castillo. Además de reyes y nobles, había un mundo de personas sencillas que veían las fortalezas de Navarra como algo importante de lo que era su historia y su forma de interpretar la vida en aquellos tiempos. Esa historia humana es la más desconocida, y también la queremos rescatar», anuncia Sagredo. En cuanto a las obras en las estructuras del castillo, se ha diseñado un plan de mantenimiento para conservarlas en perfectas condiciones, y en veranos sucesivos proseguirán los trabajos para tratar de restaurarlo lo máximo posible. «En otros castillos más pequeños hemos estado trabajando a lo largo de diez años, y calculamos que el de Monreal nos llevará al menos ese tiempo», estima este historiador. La empresa que realiza esos trabajos es Gestión Cultural Larrate, que también se viene encargando en los últimos años de restaurar otros castillos que defendieron el Reino de Navarra, como Garaño, Zangoza o Untzue.