07 NOV. 2020 - 12:28h Urdaibai, estratégico cruce y enlace de incansables aves migratorias Miles de aves de cerca de 250 especies llegan cada año a la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, un lugar en el que repostan y descansan para emprender de nuevo el vuelo. Este espacio protegido acoge, entre otras aves, a las espátulas, con destino a Senegal y Mauritania. Los flamencos han hecho acto de presencia por vez primera en Udaibai. (www.birdcenter.org) Jon Ander Santamaría Las pistas de aterrizaje y despegue de este peculiar aeropuerto no se asientan sobre el asfalto, sino sobre la laguna de Orueta, un gran humedal en las marismas de Urdaibai, un área de 220 kilómetros cuadrados en la desembocadura del río Oka.Este espacio protegido acoge a aves como las espátulas –de plumaje blanco y con un pico muy característico–, las cuales crían en el mar de Frisia, que baña las costas holandesa, alemana y danesa, y en invierno emprenden su viaje hacia el sur, destino Senegal y Mauritania, con parada «casi exclusiva» en Urdaibai.La gran mayoría de los animales presentes en la laguna de Orueta son aves migratorias, que siguen la ruta de humedales del Atlántico este, desde el norte de Europa hasta Sudáfrica, durante los meses de otoño y primavera.«Las aves están de paso y utilizan la marisma como si fuera un aeropuerto: llegan, pernoctan, se alimentan, cogen fuerzas y luego se marchan», explica a Efe Arrate Galean, guía del Urdaibai Bird Center (UBC), el nombre de este particular centro, puesto en marcha en 2012 y situado en Gautegiz Arteaga, a cinco kilómetros de Gernika (Bizkaia).Detrás del UBC está la Sociedad de Ciencias Aranzadi. «Una cuadrilla de amigos», define Edorta Unamuno, biólogo y coordinador de proyectos del Bird Center, a las nueve personas que trabajan en él, mas un nutrido grupo de voluntarios que se suman durante los meses de verano. Tres líneas El centro de Gautegiz Arteaga tiene tres líneas principales de acción: investigación y conservación de los hábitats, divulgación y educación ambiental –no sólo con escolares, sino también con el público general que visita este ‘museo de la naturaleza’, ahora cerrado– y turismo.En los ámbitos de la observación y el análisis, son dos las tareas fundamentales que se llevan a cabo en el Bird Center. La primera, el censo diario de aves, que puede consultarse en el propio museo o en la página web www.ornitho.eus.Y la segunda, el seguimiento anual de las mismas, a través del anillamiento científico por temporadas –casi cinco mil pequeñas aves han sido anilladas en lo que va de año–, o incluso con geolocalizadores GPS para ciertos animales, como el águila pescadora.Con ambas actividades se obtienen conclusiones valiosísimas sobre la forma en que miles de ejemplares de en torno a 250 especies utilizan el humedal, cuánto tiempo pasan en él o qué rutas utilizan en sus migraciones, y permiten observar cambios a largo plazo en las poblaciones y en su comportamiento. «Las aves son unas máquinas exactas. Llevan veinte mil migraciones a cuestas, grabadas en su acervo genético. Y ahora, de repente, estamos viendo cambios en el clima que están alterando esos patrones que tenían», advierte Unamuno. Del sur al norteEl biólogo alerta de que hay especies que nunca habían aparecido en Urdaibai, «aves del sur que están conquistando el norte», debido a que las condiciones climáticas en latitudes norteñas se han equiparado a las que eran más propias del Mediterráneo hasta hace unos años.Y pone como ejemplo a los flamencos, una especie nunca antes vista, que desde finales de setiembre tiene en Urdaibai a tres ejemplares. «No sabemos lo que van a hacer ni cuánto tiempo van a estar en la laguna», reconoce el técnico del Bird Center.Los propios técnicos son también los encargados de esa labor divulgativa, en la que está considerada como «la joya de la corona» del museo de Gautegiz Arteaga: el observatorio de aves situado frente a la laguna, donde los visitantes se sirven de telescopios y prismáticos para su avistamiento.Una tarea que, a juicio del biólogo, resulta primordial, ya que el 96% de los visitantes del museo, pese a tener ciertas inquietudes por la naturaleza, «no tienen mucha idea de aves».El caso de los flamencos sirve de nuevo como ejemplo: «La gente se sorprende porque no los ven rosas. Pero es que son jóvenes, y por eso son grises. Bajo las alas, cuando las abren, se ven más rosados».