17 DIC. 2020 - 18:15h Oria, historias de galeones y anguleros Los últimos kilómetros del río Oria antes de su desembocadura en el mar han sido escenario durantes siglos de una intensa actividad pesquera de angulas e incluso de salmones, pero también de importantes astilleros donde se construían los galeones más grandes de la época. Angulas, salmones y astilleros han formado parte del paisaje del Oria. Joseba Salbador La presa de Orbeldi, ubicada a la altura del municipio guipuzcoano de Usurbil, es el punto donde acaba la influencia de las mareas río adentro. Esos quince kilómetros de meandros han sido escenario durantes siglos de la pesca de la angula y del salmón, siendo el barrio de Aginaga el epicentro de toda esa actividad. La pesca de la angula o «txitxardin», el alevín de la anguila, se ha llevado a cabo desde tiempos inmemoriales en las rías que dan al Cantábrico, entre ellas la del Oria. Se trata de una actividad que se practica durante los meses de diciembre y enero, siempre de noche, con la ayuda de un cedazo o «baia» y un farol. Hasta hace unas décadas, cada angulero podía capturar en una noche varias decenas de kilos, pero la contaminación sufrida por el Oria a partir de los años 70 hizo que las capturas fuesen disminuyendo. Actualmente, y aunque se mantiene esta pesca tradicional, es muy difícil que las capturas lleguen al medio kilo, lo que explica el elevado precio de este manjar, típico por Navidades y San Sebastián. Construcción naval Otra de las actividades que ha marcado durante siglos esta cuenca fluvial ha sido la construcción naval. Aunque actualmente apenas quedan vestigios de ello, en Usurbil, Aginaga y Orio se ubicaban los astilleros de cuyas gradas salieron buena parte de los galeones y naos que surcaron el Atlántico hacia el Nuevo Mundo. Entre ellos se encontraba el de Mapil, en Aginaga, en el que según algunas fuentes se construyó la nao Santa María, la mayor de las tres que Cristóbal Colón utilizó en su primer viaje a América en 1492. A comienzos del siglo XVII, estaba considerado como el mejor de toda la ribera para la manufactura de buques de grandes dimensiones, siendo la Monarquía hispana uno de sus principales clientes. Está documentado que de sus gradas salieron en 1698 el San Joaquín, un galeón de 1.077 toneladas de desplazamiento, o el San José, de 1.066 toneladas, un ejemplo de la tecnología puntera de la época, capaz de transportar grandes cantidades de mercancías y de hacer frente a las más adversas condiciones meteorológicas. En Aginaga se construyó hasta la segunda de sus tres cubiertas y para trasladarlo a Orio, donde se fabricó la cubierta principal, hubo que retirar parte de las nasas o estructuras de madera que en aquella época se utilizaban para la pesca del salmón. Se hundió en las costas de Cartagena de Indias en 1708 y ha sido hallado en 2015. El día del naufragio transportaba 200 toneladas de oro y plata, que ahora reposan en el fondo del mar. En el siglo XVIII, el astillero Mapil pasó a estar regentado por el Concejo de Usurbil y su actividad continuó hasta 1816. Reconstrucción en Orio Actualmente apenas quedan vestigios de esta actividad, debido principalmente a que las gradas sobre las que se levantaban las embarcaciones desaparecían cuando la nave se acababa. No obstante, es de destacar el trabajo de recuperación llevado a cabo en uno de los astilleros ubicados en Orio, el de Mutiozabal, uno de los pocos que seguía en pie en Gipuzkoa. Su reconstrucción se ha llevado a cabo por iniciativa del Ayuntamiento de Orio y de la Diputación de Gipuzkoa, con el objetivo de convertirlo en punto de información sobre el patrimonio naval de la cuenca del Oria y lugar de recuperación y construcción de embarcaciones tradicionales. La familia Mutiozabal fue una de las últimas que mantuvo viva la construcción naval en Gipuzkoa hasta bien entrado el siglo XX. De sus instalaciones, ubicadas frente al puerto, salieron cientos de embarcaciones, entre ellas el primer barco a vapor hecho en Euskal Herria. Urola garaia: hierro y madera Ubicada en las estribaciones del parque natural Aizkorri Aratz y atravesada por la vía verde del Urola, la comarca de Urola Garaia esconde un legado industrial y un patrimonio artístico-religioso que giran en torno al hierro y la madera. La ferrería de Mirandaola, la ermita de la Antigua o el caserío Igartubeiti son ejemplo de ello. En Legazpi se encuentra la ferrería de Mirandaola y la capilla de la Santa Cruz, que nos permiten viajar en el tiempo y descubrir la transición desde el mundo rural y artesanal hasta la industrialización. En este conjunto se encuentra también el museo del Hierro Vasco, un bar-restaurante temático y la oficina de turismo, punto de partida de rutas como la de las ferrerías o la ruta obrera, que muestra la historia de miles de familias que llegaron a Euskal Herria a trabajar en la siderurgia, a través de las visitas a la vivienda, la capilla y la escuela de los años 50. No muy lejos de aquí, en Zumarraga, se encuentra la ermita de la Antigua, del siglo XIV, considerada como la catedral de las ermitas vascas. Frente a un exterior austero, sorprende en su interior con una extraordinaria cubierta en artesonado de madera de roble, un complejo entramado de vigas, tirantes, antepechos y tornapuntas. Junto a la ermita se encuentra el centro de interpretación de la Antigua y la oficina de turismo comarcal. En Ezkio-Itsaso, podemos visitar Igartubeiti, uno de los caseríos tradicionales mejor conservados de Gipuzkoa y que destaca por su estructura original de madera y la existencia en su interior de un lagar de sidra de grandes dimensiones. Cuenta asimismo con un centro de interpretación donde se muestra la historia y la evolución de los caseríos vascos y los modos de vida de las gentes que los habitaron.