22 FEB. 2022 - 12:19h Busójárás, la caminata de los Busó La verdadera tradición de Busó exige que la cara y la identidad permanezcan ocultas. (Juhás Balázs ) NAIZ (Fotos: Juhás Balázs) Hungría tiene una larga tradición de ahuyentar el invierno y marcar el comienzo de la primavera, por lo que hay muchas costumbres y creencias asociadas con esta tradición. Una de las más populares y conocidas es el festival de Busójárás, un acontecimiento muy señalado en el calendario húngaro que regresa de manera presencial del 24 de febrero al 1 de marzo. Busójárás, que en húngaro significa “caminata de los Busó”, es una celebración de los Šokci (croatas) del pueblo de Mohács, al sur de Hungría, que finaliza el día anterior al Miércoles de Ceniza. En este festival, declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en 2009, los hombres se visten con grandes mantos de lana, pantalones rellenos de paja, cuernos, un cinturón con campanas de vaca y se hacen llamar los Busó: un ser monstruoso con máscara de madera. Las mujeres se caracterizan de Szépbusók. Su tarea es guiar y coordinar a los Busós, que a menudo no pueden ver muy bien por estar enmascarados. Originalmente, estos grupos iban ruidosamente de casa en casa y recibían regalos de comida y bebida de los residentes a cambio de sus deseos de buena fortuna y sus rituales para ahuyentar el invierno. Hoy en día, su procesión se ha convertido en un evento multitudinario que llena la ciudad de música folclórica, baile de máscaras y desfiles. Las celebraciones dan comienzo un jueves, cuando estos personajes tan característicos cruzan el Danubio y se dirigen al centro de la ciudad haciendo mucho ruido en carruajes de caballos y a pie. Le sigue el Kisfarsang (pequeño carnaval) el Viernes de Carnaval, la celebración principal. En estos días, los eventos se centran en la plaza Széchenyi, en Mohács, con multitud de efectos audiovisuales, conciertos, concursos y programas para todas las edades. El Domingo de Carnaval llega el momento del encendido de la fogata, y el martes siguiente (la última noche del festival) incluso queman un ataúd, que representa el fin del invierno y el inicio de la primavera. La máxima expresión artística de esta festividad son las máscaras, a menudo elaboradas a mano por talladores profesionales, aunque algunos creen que un verdadero Busó debe tallarse la suya propia. Estas son preservadas por grupos autónomos y pasan a las nuevas generaciones. La verdadera tradición de Busó exige que la cara y la identidad de uno permanezcan ocultas, por lo que algunas personas incluso cambian regularmente de máscara para mantener su identidad en secreto durante toda la festividad.