14 MAR. 2022 - 14:38h Baja California, el México menos mexicano Baja California es un pequeño universo entre dos mundos, México y Estado Unidos, que creció tan influido por los dos como aislado de ambos. Aquí no encontraremos ese México monumental y colonial. Baja California es el México menos México, pero uno de los mejores secretos guardados. La diversión y la música forman parte de las atracciones de Baja California. (Nuria López Torres) Texto y fotos: Nuria López Torres Este road trip por la península de Baja California –uno dede esos lugares donde perderse por completo es posible todavía– se inicia, como no podía ser de otra forma, en la mítica ciudad de Tijuana, comienzo de la patria, o final, según desde dónde se mire. Tijuana es la ciudad más habitada de Baja California. Poseedora de la frontera más transitada del mundo. Cincuenta millones de personas atraviesan el Paso de San Ysidro cada año en las dos direcciones. Clasificada como ciudad global por ser un centro cultural y comercial, es la ciudad fronteriza más visitada del mundo. Una ciudad con aire de película de Robert Rodríguez en de sus ciudades fronterizas. Una Tijuana que se fundó y prosperó sobre cimientos líquidos de alcohol durante la época de la Ley Seca en el norte, y que aún hoy es destino de farra, de cantinas y de lo prohibido para los vecinos de arriba. Tijuana sigue siendo una ciudad donde la vida se vive en cada trago y se atrapa en cada paso de baile, entre corridos norteños y mariachis. Al caer la tarde hay un ir y venir de músicos cargados con sus instrumentos en la avenida Revolución, epicentro de la ciudad, donde se ubican gran número de garitos musicales y salas de fiestas, además de tiendas y restaurantes. En la Plaza Santa Cecilia, con sus banderines coloridos, un equivalente a la Plaza Garibaldi en la Ciudad de México, se reúnen grupos de músicos a la espera de que lugareños de celebración les soliciten sus melodías favoritas. Visita obligada de turistas, principalmente estadunidenses y chinos que llegan directos a los Ángeles y de ahí dan el salto hasta Tijuana para aprovechar el viaje y visitar algo del vecino país. Como una columna vertebral, el muro de barrotes de hierro recorre la playa de Tijuana y se adentra en las aguas del Pacífico. Tan próximo, y a la vez tan lejano, ese gran sueño americano por el que miles de personas lo arriesgan todo, y que cada noche afrontan el salto a ese muro que les separa de la tantas veces deseada prosperidad económica. De cuantos abrazos, lloros, besos, risas, fiestas, celebraciones de quinceañeras no habrán sido testigos silenciosos esos hierros medio oxidados. Para algunos tan omnipresente, y para otros, hasta invisible en algunas ocasiones. El muro se ha convertido en una atracción turística y los artistas locales han encontrado un soporte diferente para expresar sus ideas y mostrar su arte. Pareciera que esta dinámica ciudad con su industria, vida cultural y turismo tuviera todos los puntos para ser la capital del Baja California, pero, paradójicamente,no lo es; la capital la encontramos a 180 kilómetros al este, en la ciudad de Mexicali, pegada también a la frontera con EEUU. Una ciudad que no tiene ningún atractivo turístico, una ciudad puramente industrial pero donde se encuentra ubicado un curioso pueblo-museo del “Lejano Oeste”, que el Sr. Ezequiel Benítez y dos cuates más decidieron montar. Todo empezó hace 50 años cuando el Sr. Ezequiel comenzó a coleccionar cachivaches antiguos. Primero, una segadora de principios del siglo XX; después, rudimentarias máquinas de lavar, botellas, navajas, butacas, cámaras fotográficas y un sinfín de objetos. El pueblo lo componen un total de 16 locales con su salón, su barbería, su banco... Los fines de semana llega gente de las ciudades cercanas para visitar este peculiar lugar en el que se ha reconstruido lo que sería un pueblo del Oeste sin ningún rigor histórico, solo con el criterio y gusto del Sr. Ezequiel y que, además, nunca se dieron en esta tierras, para comer en alguno de los restaurantes que sirven un contundente menú de caldo rojo con chile guajillo, carne de res y maíz que resucitan a un muerto. La música y los bailes animan este pueblo espejismo en medio de la nada. Cuando se deja Tijuana o Mexicali para dirigirse al sur empieza a vislumbrarse de verdad la magnitud del Estado. Un gran decorado de cine ¿Quién no tiene en la retina esa imagen de carreras infinitas, ardientes y solitarias flaqueadas por paisajes desérticos, tachonados de matorrales y cactus, donde el viento levanta polvaredas en el horizonte? Durante un sinfín de kilómetros, el viajero se encontrará inmerso en ese decorado que tantas veces se ha reproducido en los films americanos. El entorno natural asume el papel principal y las ciudades desaparecen del escenario para dar paso a otros protagonistas. Al sur del Estado, en el municipio de San Quintín, se encuentra el inmenso Valle de los Cirios. Este es el área de protección de flora y fauna más grande de México donde un sinfín de cactus gigantes de hasta 15 metros de altura comparten escena con reptiles y mamíferos grandes como el borrego cimarrón, el puma, el gato montés y el venado bura, entre otros muchos. Uno de los desiertos más biodiversos del mundo en el que habitan 664 especies de plantas, 251 aves, 53 mamíferos y 53 reptiles. Baja California es una península bañada por el Golfo de California, también llamado Mar de Cortes, por un lado y, por otro, por el océano Pacífico. El famoso biólogo Jacques-Yves Cousteau denominó el Mar de Cortés «el acuario del mundo», por ser el lugar del planeta con más biodiversidad. Entre la península de Baja California y México continental se concentran cerca de la mitad de los mamíferos marinos conocidos. Colonias de delfines, leones marinos, ballenas aleta residentes comparten las aguas en algunas épocas del año con otras especies, como las ballenas azules, jorobadas y orcas. La costa bañada por el Golfo de California está repleta de kilómetros y kilómetros de playas desiertas donde uno puede sentirse pequeño ante tanta belleza natural. En la apartada Bahía de San Luis Gonzaga se pueden avistar, entre los meses de junio y diciembre, tiburones ballena, y sumergirse en las cálidas aguas para nadar junto a ellos, respetando siempre unas estrictas normas para proteger su bienestar. Este tiburón, considerado el pez más grande del mundo, es un animal inofensivo que se alimenta de plancton. En la Bahía de Los Ángeles, a unos 180 kilómetros al sur de San Luis Gonzaga, se encuentra el otro punto donde se reúnen estos animales maravillosos que se acercan sin temor ninguno a las barcas. A la altura del kilómetro 47,5 de la carretera San Quintín-El Rosario, hay un desvío hacia la costa que lleva, tras 5 kilómetros entre montañas, a un santuario natural donde crían y descansan más de cien lobos marinos y focas. Un cráter natural causado por la erosión del viento y el mar en la roca da cobijo a estos animales marinos, aparentemente ajenos a las miradas indiscretas de los visitantes. Al atardecer, los acantilados que flanquean la lobera se tiñen de colores naranjas y amarillos mientras resisten el envite de un océano embravecido. El Pacífico espera paciente cada mañana a un grupo de atléticos jóvenes en la playa de San Miguel que aperecen habitualmente con sus tablas de surf para cabalgar sus olas. A las 6 p.m, los más madrugadores se adentran en el agua para ir calentando motores, mientras los primeros rayos de sol calientan las rocas de la playa que vio nacer este deporte en el país, ubicada en la ciudad de Ensenada. Un nuevo ecorado que nos traslada a los escenarios tantas veces vistos desde el otro lado de la frontera. Sabor Mediterráneo Asomada al Océano Pacífico se encuentra Ensenada, la ciudad más bonita y que más recuerda al México más México. Urbe cabecera del cercano Valle de Guadalupe, se ha convertido en uno de los lugares más visitados del Estado, sobre todo por el auge del enoturismo. Este valle tiene un clima Mediterráneo ideal para el cultivo de la vid. Alberga viñedos de más de 450 años plantados por los primeros evangelizadores, principalmente jesuitas, dominicos y franciscanos. El 90% del vino que se produce en México procede de este fértil valle. Cada fin de semana grupos de gente guapa; mujeres con vestidos vaporosos y hombres bronceados, gente fresa, como se le llama a los pijos en México, visitan la innumerables bodegas diseminadas por el valle, para sumergirse en una experiencia sensorial donde darle placer al paladar con los caldos más exclusivos de la zona. Algunas de las bodegas ofrecen alojamientos originales y una gastronomía chic donde envolver al visitante en un entorno de placer y encanto. El glamping se ha puesto de moda; se trata de una fusión entre el camping y el glamour entre viñedos, en todo tipo de tiendas de campaña y con todo tipo de lujo. Baja California es un estado que ha ido inventándose como buenamente ha podido, y le han dejando. Unas tierras que durante mucho tiempo ni fueron de Estados Unidos ni de México, un territorio de nadie, y en ese ir inventándose también lo ha hecho su gastronomía. El chef Miguel Ángel Guerrero ideó un concepto, “Baja-Med, para definir la gastronomía que él abandera y que durante los últimos años se ha convertido en otro gran atractivo. Se trata de una cocina mexicana con influencias del norte, de la asiática también –por la histórica inmigración china en la zona– e ingredientes mediterráneos. Restaurantes como Querencia, Bruma o Encuentro Guadalupe son los lugares más exquisitos del valle, pero hay que decir que la gastronomía de Baja California se escribe con mayúsculas también en cualquier restaurante de carretera o cualquier pueblo perdido de la mano de Dios. Destaca una gastronomía inundada de mariscos y pescados, así como productos mediterráneos que únicamente se encuentran en esta parte del país. Las increíbles tostadas de ostiones, camarones o ceviche que prepara la Sra. Cecilia en su puesto callejero de Ensenada y su recién abierto restaurante, ubicado a tan solo dos cuadras del famoso puesto que la hizo famosa, son un buen ejemplo. Los desayunos de Las Sra. Esthela Bueno están considerados los mejores del mundo. Hasta su restaurante tradicional en medio del valle de Guadalupe viajan chefs de la talla de Gordon Ramsay para cocinar con ella. Esta mujer contundente y de semblante sonriente comenzó vendiendo burritos de vegetales y huevo a los trabajadores del campo del valle porque no le alcanzaba para comprar carne. Hoy da de comer a más de mil personas que llegan cada día a su restaurante, donde nos les importa hacer cola de varias horas. Alimento para el cuerpo, el espíritu y el alma... idóneo para descubrir una tierra tan inédita, tan inesperada, tan auténtica y tan poco explotada. Uno de los pocos lugares del mundo donde se experimenta la sensación de ser el primero en llegar, sin hordas de turistas tras un banderín y con parajes sin rastros de ser humano en kilómetros y kilómetros a la redonda.