BC3: Vivero de ideas contra el cambio climático 24 ABR. 2022 - 00:00h Iker Bizkarguenaga La crisis climática, cuyo impacto es cada vez más visible, representa un desafío mayúsculo para la humanidad y el Basque Centre for Climate Change (BC3) lleva catorce años enfrascado en ese trabajo. El Basque Centre for Climate Change (BC3) ha cumplido catorce años –empezó su andadura el 17 de abril de 2008, acaba de celebrar por tanto su aniversario– asentado como referencia internacional en la lucha contra el cambio climático, con un volumen ingente de publicaciones especializadas, medio millar en los cuatro últimos años, y cerca de un centenar de proyectos activos, algunos de gran envergadura y dimensión europea. En este tiempo, en el que el interés y la preocupación de la sociedad ha crecido en paralelo al impacto cada vez más visible de la crisis climática, este centro de excelencia investigadora ha logrado el reconocimiento propio y ajeno, tanto por la calidad de su trabajo como por el modo en que se desarrolla el mismo, lo que constituye un acicate para el equipo que dirige la profesora María José Sanz (Valencia, 1963), una de las más reconocidas expertas en la materia, que ejerce de directora científica del centro desde 2016. 7K ha tenido la oportunidad de conversar con ella y con otros integrantes del centro que representa la principal aportación vasca en la respuesta al principal desafío que afronta la humanidad. Desde su despacho, en el moderno edificio del parque científico de la UPV-EHU, en el campus universitario de Leioa, Sanz destaca que a veces «la ciencia tiende a producir conocimiento desde la academia», y luego, a la hora de trasladar ese conocimiento a la práctica, «es muy complicado o no se hace», de modo que, frente a esta tendencia, el grupo que ella dirige busca que «ese conocimiento se genere, al menos en parte, junto a quien lo va a recibir, de manera que cuando lo recibe, lo comprenda y lo comparta». «Por eso hablamos de que somos un centro multidisciplinar que trata de hacer ciencia transdisciplinar», un ‘palabro’ que, explica a renglón seguido, significa precisamente eso: «que parte del conocimiento se genere con la ciudadanía, con las administraciones públicas, con las ONGs… porque nosotros también somos ciudadanos, somos individuos de esta sociedad». Con esa máxima, el BC3 ha lanzado su cuarto programa estratégico (2022-2025), que se caracteriza por tener seis objetivos que se implementan a través de cinco líneas de investigación. Esas líneas definen el modo en que se estructuran los equipos, pero lo que mueve el centro es la consecución de esa media docena de objetivos. «Nosotros colocamos todo lo que hacemos debajo de los objetivos, no debajo de las líneas, es algo diferente a lo que suelen ser los centros de ciencias más monodisciplinares», concreta Sanz. Así, los objetivos en este cuarto plan estratégico recién estrenado son «comprender los cambios climáticos pasados y futuros»; «apoyar la toma de decisiones en la transición hacia una sociedad con bajas emisiones de carbono»; «comprender y gestionar los sistemas terrestres para la sostenibilidad»; «apoyar la toma de decisiones para una adaptación exitosa y eficaz»; «modelo integrado de sistemas humanos y naturales asociados»; y, en sexto lugar, «promover una investigación integrada interdisciplinar y transdisciplinar». Este último, explica la directora, es un objetivo «colectivo, ya que lo que queremos es que todo esto produzca un conocimiento más integrado». Asimismo, las líneas de investigación en la que se articula el trabajo son «Base climática»; «Sociedad con bajas emisiones de carbono»; «Ecosistemas terrestres»; «Laboratorio de adaptación» y «Modelos de sistemas asociados». Además, existen dos líneas que son transversales, que en el programa anterior (2018-2021) habían sido «Políticas Climáticas» y «Gobernanza», pero que en este cuarto plan estratégico han pasado a ser «Procesos participativos» y «Comunicación sobre el cambio climático». «Hemos pensado que, como nuestra ciencia tiene que ser cada vez más interdisciplinar, debemos conocer bien y dominar los procesos participativos», expone Sanz, y añade que «si eso no lo hacemos bien, nuestra coproducción no será lo suficientemente eficiente». Respecto a la segunda línea transversal, explica que «está relacionada con nosotros». «Somos conscientes de que el cambio climático se comunica mal, de modo que hemos hecho una línea transversal para mejorar nuestra propia comunicación sobre el cambio climático, e incluso podría hacer una pequeña investigación sobre cómo comunicar mejor». Entrando al detalle, la directora del BC3 apunta, respecto a la primera línea de investigación, que «debemos entender el cambio climático, sus bases físicas», y explica que en el centro hay un laboratorio del hielo que está a 30 grados bajo cero, donde se almacenan muestras de hielo de glaciares, de la Antártida, del Ártico... Es el único de estas características en el Estado. La línea de Sociedades Bajas en Carbono está formada por un equipo multidisciplinar de economistas e ingenieros, que tratan de ver qué implicaciones pueden tener diferentes tipos de políticas desde el punto de vista socioeconómico. Miembros de este línea han hecho, por ejemplo, los trabajos sobre las implicaciones socioeconómicas del Plan Nacional de Energía y Clima, vigente en el Estado, y están llevando a cabo análisis ad hoc de cada una de las medidas para ver si se puede anticipar si tienen efectos distributivos. La tercera línea de investigación la lleva Sanz, y busca entender y gestionar los ecosistemas terrestres, para que nuestra interacción con ellos sea más sostenible. La cuarta es la que está más estrechamente vinculada al cuarto objetivo, la que se orienta a la búsqueda de una mejor adaptación. También están ligadas la quinta línea y el quinto objetivo, que representa, explica, «un cambio de paradigma» en la elaboración de modelos, pues lo que hace es «modelar sistemas humanos y naturales de forma integrada, utilizando por ejemplo la inteligencia artificial y la semántica». Plantilla La consecución de estos objetivos recae sobre una plantilla compuesta por 86 personas, donde las mujeres representan el 53% de todo el personal, el 100% en el staff de administración y prácticamente la mitad del equipo dedicado a la investigación. Por otra parte, el origen de sus trabajadoras y trabajadores pone de relieve la vocación internacional del Basque Centre for Climate Change, donde se dividen casi en tres tercios iguales las personas de Euskal Herria, las procedentes de otros puntos del Estado y quienes han arribado de fuera del Estado español, un porcentaje que en este último colectivo se eleva hasta el 39% entre los investigadores e investigadoras. Asimismo, el centro cuenta con un comité de asesoramiento científico internacional, que se reúne una vez al año con ellos, y cuya función es darles indicaciones en función de su estrategia. «Nos dicen si lo ven bien, si lo ven mal, si creen que hay algo que se puede mejorar», explica la directora del BC3, que forma parte de organismos similares. «Es útil –valora–, porque algunos de ellos son directores de sus respectivos centros, con lo cual no solo tienes una visión científica, sino también una visión de centro». Con estos mimbres, el Basque Centre for Climate Change ha conseguido hitos como ser el centro estatal con más autores en el IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change, o Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), entidad creada en 1988 en el seno de las Naciones Unidas, cuyos informes cubren la información científica, técnica y socioeconómica más relevante para entender el riesgo del cambio climático, sus potenciales impactos y las opciones para la adaptación y mitigación. Asimismo, a nivel estatal, el BC3 ha coordinado el informe ‘Impactos y riesgos del cambio climático en España’, publicado recientemente en el marco de la actualización del Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PNACC), y en marzo de 2021 puso en marcha el Observatorio de la Transición Energética y la Acción Climática (OTEA), que tiene como objetivo aportar datos y análisis para el seguimiento de la descarbonización y sus implicaciones económicas, sociales y ambientales. El centro radicado en Leioa, donde están centralizadas todas sus instalaciones, como el antes citado laboratorio IzotzaLab y el laboratorio LurLab, que contiene tres espacios equipados para el pretratamiento, el análisis y el almacenamiento de las muestras procedentes de los estudios ecológicos en los suelos y los diferentes trabajos en los ecosistemas, forma parte del programa BERC (Basque Excellence Research Centre), que agrupa, bajo el auspicio y financiación del Gobierno de Lakua, a diversos centros de investigación enmarcados en la Red Vasca de Ciencia, Tecnología e Innovación, como el Achucarro Basque Center for Neuroscience, el Basque Center for Applied Mathematics (BCAM), el Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL), el Materials Physics Center (MPC) y el Donostia Internacional Physics Center (DIPC), entre otros. Y puede exponer, entre sus logros, haber recibido en 2018 la Acreditación de Excelencia María de Maeztu, que concede el Ministerio de Ciencia e Innovación como reconocimiento a los mejores centros y unidades del Estado, aquellos que destacan por tener un alto nivel de impacto en su campo de actividad en el escenario científico mundial. Con todo, no es este el único motivo de satisfacción de un centro que también ha recibido dos veces el sello que otorga la Comisión Europea a la excelencia en la gestión de Recursos Humanos en el ámbito de la investigación. Sanz menciona como elemento clave en su funcionamiento el hecho de que el equipo administrativo, que dirige la ingeniera de telecomunicaciones Nerea Ortiz, esté implicado en todas las actividades del centro, también en la investigación, de manera que ellos «están ahí para que los investigadores investiguen y no hagan otras cosas, que es lo que suele ocurrir en muchos sitios». «Aquí los investigadores investigan; todo el tema de gestión de proyectos, en un 95% lo lleva ese equipo de siete personas que constituye el equipo de operaciones», añade Sanz, quien apostilla que ambos colectivos son «dos partes muy importantes del centro» que se complementan muy bien. Medios especializados Medios especializados de prestigio, como ‘Science’, ‘The Lancet’ o ‘Nature’ han difundido algunos de los trabajos del BC3, cuyas publicaciones alcanzaron la cifra de 136 solo en el pasado ejercicio. Con todo, la proyección internacional del centro vasco se aprecia fundamentalmente en su relación con organismos científicos de todo el planeta. Una relación que ha sido estrecha desde el inicio. «Conectarnos internacionalmente nunca ha sido un problema, ha sido más difícil conectarnos con otros agentes más locales, porque la concepción del centro es muy internacional», señala María José Sanz, que justo antes de dirigir el BC3 estuvo trabajando en la FAO. Explica que ahora mismo el centro vasco trabaja con muchas organizaciones internacionales y en varios proyectos europeos, y que mantiene colaboraciones con organismos como el Grupo de Contabilidad Ecosistémica y Capital Natural de Naciones Unidas, con el Programa Ambiental y el Programa de Desarrollo, con la FAO –Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura– y con el Banco Mundial. Está desarrollando además un proyecto bastante grande con el Laboratorio de Innovación del Banco de Desarrollo Iberoamericano, trabaja asimismo desde 2014 para el Fondo Verde de Naciones Unidas, tiene autores en prácticamente todos los productos del IPCC del sexto ciclo, así como en los productos del IPBES –Intergovernmental Platform on Biodiversity & Ecosystem Services– y colabora con el Global Forest Observation Initiattive, además de mantener colaboraciones ocasionales con otras organizaciones. Del mismo modo, pertenece a redes, como la Global Research Alliance de agricultura, Climate Strategies, que es una especie de asociación de científicos que trabajan en el ámbito del cambio climático y la red de Think Thanks Think Sostenibility, entre otras. Este vínculo hace que miembros del BC3 visiten con regularidad otros países y que, del mismo modo, investigadores de todo el globo lleguen a Euskal Herria para compartir conocimientos y experiencias. Stefano Balbi, que trabaja en la línea de investigación dedicada a la modelización integrada de sistemas humanos y naturales asociados, «probablemente la más internacional del centro», explica a 7K que durante años se organizaba en Bilbo una escuela internacional a la que asistía gente procedente de diversas partes del planeta, y aunque ahora trabajan sobre todo online –la pandemia ha tenido un impacto lógico en todo este marco de relaciones– personal del centro vasco acude a «hacer training a todo el mundo», de modo que «ahora mismo hay uno en Ruanda, otro en Filipinas, yo mismo me voy a Japón un par de meses». «Hay muchas relaciones internacionales», corrobora. No es tan intensa la relación que mantienen con la gente del campus, según corrobora Ferdinando Villa, profesor Ikerbasque que lidera esa línea de investigación, sobre todo, acota Balbi, por el carácter eminentemente internacional de su labor específica. Explican que ellos mantienen mayor relación con otros agentes vascos, como Tecnalia o Azti. La línea que ambos comparten, principal responsable de la implementación del quinto objetivo, está detrás del Proyecto ARIES (ARtificial Intelligence for Ecosystem Services), un ejemplo pionero y muy reconocido de colaboración científica en internet donde actores independientes desarrollan y comparten datos y modelos interoperables. ARIES es probablemente la aplicación más conocida de la tecnología de modelo semántico integrado diseñada y desarrollada en el BC3. Preocupación compartida Un elemento que comparte este país con el resto de la comunidad internacional es el creciente interés por la crisis climática. Así se percibe también en el centro. «Ha habido un cambio importante, sobre todo un mayor equilibrio en los aspectos del cambio climático. Al principio solo se hablaba prácticamente de mitigación, y ahora hay interés en la adaptación, por razones obvias y por la constancia de que los eventos extremos están aumentando y el clima realmente está cambiando», señala la directora del BC3, para quien «en París –en referencia al Acuerdo alcanzado en 2015– hubo un cambio de paradigma, que la sociedad no supo apreciar, porque no se comunicó bien». París, señala en este sentido, supuso «un vuelco» porque «los compromisos son voluntarios, pero una vez los adquieres tienes que cumplirlos, y eso es un cambio grande, porque ahora todo el mundo tiene que mitigar. Y el otro cambio de paradigma es que la adaptación entra con mucha fuerza también en París, y muchos países en sus compromisos introducen elementos de adaptación también, sobre todo los países en vías de desarrollo», concreta. Respecto al desacompasamiento entre los ritmos de la investigación científica y el de la toma de decisiones, Sanz apunta que «cuando tienes una emergencia siempre llegas tarde, por definición», pero agrega que aunque «probablemente no se estén dando todos los pasos que a nosotros nos gustaría que se diesen con el conocimiento que tenemos, somos conscientes de que cuando se intenta hacer eso en esta sociedad, que es compleja, hay muchas barreras que superar. Y hay que ser conscientes de ello también cuando se diseñan las medidas que vas a implementar». Por ello, cree importante, «por ambos lados», quienes producen conocimiento y quienes deben utilizarlo «sean conscientes de esas barreras y proricen las cosas en función de cómo se pueden superar mejor». «La velocidad es importante, pero depende mucho de que se establezca un entendimiento mutuo y una comprensión de lo difícil que es hacer estas transiciones, y de contemplar todos los aspectos posibles para eliminar los obstáculos», apostilla. Asimismo, destaca que las dimensiones medioambientales, socioeconómicas y éticas están unidas en la labor que desempeñan frente al cambio climático. «Si no las contemplamos todas es muy difícil que funcione», constata desde la experiencia que aporta el haber conocido en primera persona los principales hitos de esta lucha en la que nos jugamos todo.