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Actualización de cereales: tipos y calidad


Seguro que en los últimos años todos hemos sido conscientes de los nuevos alimentos que han irrumpido en el mercado, y lo han hecho para quedarse. Concretamente, en los últimos años ha crecido el interés por determinados cereales que eran poco habituales en Occidente, como son la quinoa, la espelta, la avena y el trigo sarraceno.

A la quinoa ya le hemos dedicado algún que otro apartado en 7K, pero cabe recordar que este alimento originario de los pueblos indígenas de los Andes no es un cereal como tal, sino que se trata de un pseudocereal.

En segundo lugar, uno de los aspectos más valorados de la espelta es que aún hoy en día mantiene un método de cultivo tradicional, por lo que es considerado como un auténtico producto ecológico.

La avena es, actualmente, el séptimo cereal más cosechado del mundo y esto está muy relacionado con sus características nutricionales, pues es rico en proteínas de alto valor biológico y, además, su consumo está relacionado con la reducción de los niveles de colesterol y de azúcar en sangre.

Y en cuarto lugar, pese a su nombre, el trigo sarraceno no es un tipo de trigo y tampoco es un cereal. Al igual que la quinoa, es también un pseudocereal y, como la avena, posee todos los aminoácidos esenciales.

Una de las razones por las que se ha puesto de moda es porque el trigo no tiene gluten, siendo así apto para celíacos. Sin embargo, esto no significa que el trigo sarraceno sea más saludable ni mejor nutricionalmente respecto al trigo, salvo en lo concerniente a las patologías relacionadas con el gluten. Y es que, más allá de los cereales y pseudocereales de moda, hay otra cuestión relevante en relación a este grupo de alimentos, y esta es ‘integrales o no integrales’.

Hace ya muchos años que se empezó a hablar a menudo sobre la versión integral de los cereales y de sus beneficios sobre las versiones refinadas de los mismos, y es que, al estar compuestos por el grano completo del cereal, aportan fibra, vitaminas, minerales y otros nutrientes muy interesantes que se encuentran en la cáscara, que normalmente se elimina durante el proceso de refinado. Además tienen un bajo índice glucémico, es decir, no elevan de forma rápida el nivel de azúcar de la sangre y son absorbidos más lentamente que los refinados.

Sin embargo, quizá no sepan que, aunque había expertos que no veían claros los beneficios de comer alimentos integrales, no han parado de publicarse estudios y revisiones que parecen confirmarlos.

¿Esto significa que es mentira que sean «más saludables»?

Lo que significa es que existen gran cantidad de estudios observacionales (estudios de carácter estadístico en los que no hay intervención por parte del investigador) y metaanálisis (estudios que tienen la finalidad de compilar toda la información disponible) sobre su relación con la salud y en los que casi siempre aparecen resultados bastante positivos asociados a su consumo. Pero este tipo de estudios no son los de mayor evidencia científica, pero es la que hay, y la cantidad también hay que tenerla en cuenta. Es decir, sí son saludables, y no, no son los buenos y los refinados los demonios.

Finalmente, y por si a alguien le da por levantar un dedo a favor de su consumo frente al sobrepeso y obesidad, ha de saber que un reciente estudio que recoge la evidencia disponible sobre ello, vuelve a concluir que, también como mecanismo para conseguir una pérdida de peso, la ingesta de cereales integrales no es muy útil.