GAIAK

Caleidoscopio emocional


Fecha: 21-3-2024. Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Intérpretes: Gari (voz, guitarra) & Maldanbera; Alex Alonso (batería, programaciones), Oier Aldekoa (bajo, voces), Miguel Moyano (guitarra, voces), Iker Lauroba (teclados, voces). Asistencia: Unas 300 personas. Precio: 18 euros.

Un momento del concierto de Gari en el Teatro Victoria Eugenia. (Iban Zubieta)

A bocajarro y en tramos contrastados ha transitado Iñaki Igon Garitaonaindia Murgiondo por sus particulares surcos personales y creativos. En su nueva andadura, con una sesentena de años, la mitad como creador autónomo después de Ziper y Hertzainak, el músico de Legazpi propone vivir la vida con más sosiego y luz.
 Ese fue su hermoso mensaje en la presentación oficial de su décimo disco propio ‘Behin bizitzea’ (Elkar) en Donostia, sin llenar el aforo. La presencia a la misma hora de Depeche Mode en el BEC y el amontonamiento de novedades rockeras euskaldunes (Anari, Audience…) en la programación municipal pudo hacer mella en taquilla.

Se presuponía que habría nervios escénicos en el estreno de un álbum «especial» y que se ha hecho esperar, y Gari pareció cargado de responsabilidad. Ha tenido en todo caso suficiente periodo de tiempo para afinar con sus Maldanbera la cascada de sonidos, arreglos o efectos de sus siete nuevas composiciones y la plasmación en vivo fue impecable, aunque el sonido ambiente distó mucho de la pulcritud de la grabación.

Han dividido el esquema escénico en tres capítulos y lo iniciaron con la elaboración entera y seguida de la nueva obra, en un tono serio y concentrado. Canciones en clave de ‘álbum de banda’, mayormente reposadas en «calma y sosiego», que diría el propio cantante. Alta poesía emocional en textos y sonidos.

Sonaron trenzadas las siete propuestas. La íntima dualidad ‘Bi hiritan’ (¿Legazpi-Bilbo?), de Iñigo Astiz; contradicciones e inseguridades. La luminosa lucidez, narrada por Karmele Jaio, de ‘Elurretan etzan (Isiltasun zuri bat)’ y sus silbidos, quizás el momento más líricamente redondo del disco. El mayor impulso de ‘Gaua’ (Jon Benito) desprendió nostalgia íntima, con sutilezas de intérprete y grupo hasta estallar en un baile final. Borroso sonó el ambientalismo casi vals y de efectos aéreos en ‘Minik ez dago’ (Astiz); delicadeza a flor de piel y en sus cicatrices subcutáneas. 
A melancolía marina remitió ‘Holandar alderraia’ (Txuma Murugarren) y sus tintineos, que fuera trazada a la guitarra en el muelle de Mutriku. El expansivo himno ‘Jurisprudentzia’ (Astiz) sacudió, carnal, el reposo para explotar electrónicamente acariciante. Y ‘Behin bizitzea’ (Astiz, por cuarta vez) despidió el set en una envolvente reflexión vital. Evidencias variadas de que la vida fluye implacable, embaldosada de miedos y arrojos, triunfos y fracasos. Con Gari y amigos de lúcidos cronistas. 
Descargadas las inseguridades del estreno, el cantante legazpiarra se desentumeció, solo y a la simple guitarra acústica, en ‘Ya sé’, el guiño a los presos –vía Hertzainak– ‘564’ y ‘Amets’. Acariciando a su audiencia, íntimo, leve, casi al susurro. 
La metamorfosis inmediata sonó resuelta con la fuerza vocal e instrumental de ‘Gaur’ y los dos tramos finales fluyeron plenos de sensaciones guitarreras, con himnos de luz (‘Esperantzara kondenatua’, ‘Amapola’), trances (‘Egunon mundo’) o el romanticismo urbano de ‘Zaharra zara Bilbo’. Con ‘Estutu’, la sesión acabó tensa y desgarrada.

Desechando el tópico de artista asentado y maduro, porque Garitaonaindia sigue husmeando cambios en su búsqueda creativa y temblando ante el abismo del escenario, hay que hablar, sí, de solidez vocal, musical y poética. De una redondeada obra que cantante y Maldanbera (con la incorporación del ubicuo donostiarra Iker Lauroba) bordan en un envolvente tiovivo pop.