14 AGO. 2022 gastroteka DESAYUNAR con mayúsculas Javi Rivero Café y tortilla de patata. Este es mi desayuno perfecto e imagino que cada uno de vosotros tendréis el vuestro. Eso sí, pocas combinaciones habrá, mejores que esta. No me explico cómo, pero la combinación del amargo del café combina a la perfección con la cremosidad de una tortilla de patata bien y recién hecha. Seré yo, familia, que cada vez me cuesta más cambiar de costumbres y esta será probablemente la que más marca mi persona. Porque el desayuno tiene una parte de ritual personal que no tienen las otras ingestas formales del día. Pues feliz domingo desde bien por la mañana a los que os hayáis levantado temprano y a los que no. ¡Ah! Y que sepáis que el café y la tortilla funcionan bien a cualquier hora del día, no solo como desayuno, sino también como hamaiketako, almuerzo, comida, merienda o cena. Decirme ahora, que vuestro Cola cao con madalenas es mejor. A mí no me vais a hacer cambiar de opinión, igual que sé que me costará haceros cambiar a vosotros, pero si en un rato tonto no sabéis que pedir en un bar, en horas muertas, en horas desencajadas, darle una oportunidad al café y tortilla. Vamos al ajo. Hablamos del “des ayuno”, que implica explícitamente “des ayunar” o romper el ayuno. Esto hay que analizarlo bien. Según la prima RAE, el ayuno implica la abstinencia de comida y bebida desde las doce de la noche. Si esto es así, lo mío, es simplemente ¿seguir comiendo? Si pico algo de la nevera cuando llego pasada esta hora de trabajar, o bebo agua, lo del día siguiente ya no podría llamarse “des ayunar” porque simplemente no estamos cumpliendo el ayuno. O se me ocurre que, por esta regla de tres, desayuno se considera lo primero que uno come o bebe pasadas las doce. Y yo que creía que había por ahí una norma que decía que para desayunar hay que dormir. Iluso yo. Os resumo, romper el ayuno, que significa no comer ni beber a partir de las doce, es desayunar, por lo que lo primero que hacemos implica esta acción. Y cómo esto es así, si picamos algo pasadas las doce, dormimos, y comemos algo al levantarnos, ya no se considera desayuno, ni podríamos decir re-desayuno o segundo desayuno, porque la acción de romper el ayuno de la RAE ya está hecha. Dios que lío me estoy haciendo. ¿A ver si todavía va a ser mejor poner nombres de horas a las comidas de todas las ingestas del día? Al levantarse, el zortzitako (la ingesta de las 8:00), el hamaiketako después, ordubatetako (la de las 13:00) etc. Efectivo sería, desde luego. Bueno familia, hemos vivido engañados toda la vida y nos acabamos de dar cuenta. Pero ¿desde cuándo viene siendo así? Imaginaros, por partir de una época, los desayunos romanos. ¿Habían? ¿Cómo eran? Seguro que os estáis imaginando que los desayunos tendrían que ser lo más parecido a un buffet libre de hotel de 4 estrellas en Benidorm. Bacanales de gente haciendo cola para atiborrarse a más no poder y vomitar después. Pues nada más lejos de la realidad. En la antigua Roma se comía casi siempre una vez al día. Y no fue aquí, que parece que todas nuestras costumbres vienen de esta época, hasta el siglo XIX cuando se empezó a desayunar de manera popular, ordenada y constante. En la Edad Media, por ejemplo, la vida monástica diseñó cómo comía la gente, y fue en esta época cuando se diseñó el desayuno y este mismo nombre como tal. Ya de vuelta al siglo XIX, la principal causante de que el desayuno se estableciera cómo la primera comida del día, pasada la noche, fue la revolución industrial, la cual trajo una regularización de los horarios y una mejor organización. Estas mejoras facilitaron que la gente ordenara mejor su día a día, entre otras cosas, permitiendo que desayunos, comidas y cenas pudieran darse de una manera más cuidada, consciente y ordenada. Aquí nace el desayuno. Que ¡ojo!, habría que ver que desayunos se daban en aquella época. Si hoy todavía se escuchan historias sobre cafés bien regados con brandy o coñac, imagino que las sobremesas que hacemos hoy tras las comidas familiares se quedarían cortas en más de un caso. Eran otros tiempos y la emoción del desayuno cómo nueva tradición es lo que tiene, que se celebraba a diario. No voy a entrar a hablar de los diferentes tipos de desayunos que nos podemos topar por todo el mundo, que ya os podréis imaginar. Os resumiré este tema diciendo que, habiendo viajado y pasado por distintos países y sus costumbres, ahora puedo comer casi cualquier cosa a cualquier hora del día. Empezando por el desayuno. Voy a tirar de hedonismo y os voy a proponer distintos planes de desayuno para que aprovechéis los días que os quedan de vacaciones, si es que las tenéis. Y si no, pensar en el fin de semana como día D. Plan 1: Daros una vuelta por el monte habiendo comido algo de fruta y terminar de desayunar en una borda. Podéis visitar el Aizkorri y desayunar en Urbia o subir el Ernio y desayunar en Zelatun. Si os digo la verdad, pocos desayunos habrá más placenteros que estos. El problema es que después de lo que os voy a proponer desayunar, hay que seguir bajando o subiendo. En una borda se desayuna a lo grande. Se trata de acomplejar al resto de las ingestas del día. Hacer que esta sea “LA” comida del día. Huevos con carne y pimientos, alubias, chorizo cocido, costilla, panceta, ensalada, lomo… todo pensado en el aporte de calorías que un mendizale va a necesitar. ¡Planazo! Aunque os suene raro y algunos seáis todavía vírgenes en esto del desayuno salado, merece la pena probarlo, aunque sea 50 veces en la vida. Plan 2: Hace poco visitamos el restaurante de unos amigos en Oropesa. Sí, ya sé que queda lejos, pero lo que os traigo es la idea en sí misma. Un domingo por la mañana rompimos el ayuno de la manera tradicional, local, comiendo torreznos fritos, tortilla de patatas y callos. Aquello sí que fue una bacanal en toda regla. ¡Qué pasada! Aparte de que todo estaba brutal, recuerdo lo bien que combinaba todo, al calor, con un café con leche en la mesa. Fue raro, bizarro y de lo más disfrutón que he hecho en mi vida. Esto lo podéis aplicar a un zortzitako en la sociedad con unos amigos. Plan 3: Parar en Landa, de camino a donde vayáis en coche, a desayunar huevos fritos con morcilla. Otro clásico que nunca falla. Yo he llegado a ir a pasar el día a Burgos capital, arrancando el día aquí y de esta manera. Podría seguir dándoos planes, pero creo que ya me pilláis por donde voy. Quiero romper con el dulce mañanero, con la costumbre de que el desayuno son cuatro cosas preestablecidas y de que lo más saludable es esta misma opción. Soy fan del salado en el desayuno, más allá del aguacate, la tortilla francesa y la tostada con tomate y jamón. Y la propuesta de hoy, es que vosotros también rompáis, aunque sólo sea una vez, con vuestro propio ritual mañanero. Sólo de esta manera se descubren nuevos gustos con los que, a lo mejor, arrancar todos los días con el estómago más feliz. El mío lo es tan solo con café y tortilla. Pero para esto, también tuve que romper con el Cola cao. Algún día descubriréis el mundo, aunque sea en un buffet de Benidorm. On egin!