Gotzon Uribe
Crítico musical
MÚSICA

Blonde Redhead

La banda neoyorkina Blonde Redhead regresa a la actualidad con un nuevo álbum tras 7 años de parón. “Sit Down For Dinner” es un disco sensible, con gancho y buenas canciones. «La vida cambia rápido», escribió una vez Joan Didion. «La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar y la vida tal y como la conoces se acaba». En la primavera de 2020, la cantante y multiinstrumentista de Blonde Redhead, Kazu Makino, se encontró con este pasaje en el libro de memorias de duelo -“El año del pensamiento mágico”- de la escritora Joan Didion de 2005. En ella, la autora reflexionaba sobre la devastadora experiencia de presenciar la repentina muerte de su marido en la mesa, mientras comían. En medio de la profunda incertidumbre de aquellos primeros meses de pandemia, Makino pensaba en sus propios padres, lejos de allí, en Japón; en el entonces perdido ritual de reunirse a cenar con la familia, y en la pesada y omnipresente sensación de que la vida podía cambiar en un instante para cualquiera de nosotros.

Con un lenguaje llano y melodías incandescentes, Makino narró estos sentimientos en un par de canciones, “Sit Down for Dinner Pt I” y “Sit Down for Dinner Pt II”, que sirvieron para titular el décimo trabajo de Blonde Redhead. Temas que tenían una resonancia especial para los miembros italianos del grupo, los hermanos gemelos Amedeo Pace (cantante y multiinstrumentista) y Simone Pace (batería), nacidos en Milán. En “Sit Down for Dinner”, las melodías discretas pero viscerales que cargan cada canción crean un marco para las letras sobre las luchas ineludibles de la edad adulta: la falta de comunicación en las relaciones duraderas, preguntarse qué camino tomar, aferrarse a los sueños…

Debido a ese sentido de unión persistente, el inmersivo y meticulosamente elaborado álbum es un testimonio de la lógica interna única que Blonde Redhead ha refinado a lo largo de sus tres décadas de existencia. Formados en el underground indie neoyorquino de 1993, se hicieron un hueco rápidamente en el sello del batería de Sonic Youth Steve Shelley, Smells Like, antes de publicar discos muy apreciados en sellos como Touch & Go y 4AD que trazaban un arco musical que iba desde el indie-rock anguloso hasta el art pop más cosmopolita. El trío podría haber sido la quintaesencia de los 90, si no fuera por el hecho de que siguieron adelante, creciendo, sin limitarse a otra época que el presente.

Un regreso tras siete años de parón, pero un tiempo en el que el trío ha conseguido evolucionar de nuevo. Desde sus raíces punk, pasando por el shoegaze, siempre han aportado timbres y estilos variados para llevar su sonido a un lugar único. Su nueva colección de canciones resulta hipnótica y, a pesar de que sea un grupo que no haya conseguido salir de esa segunda división, siguen siendo una garantía para el buen aficionado que disfruta de los discos que aguantan al paso del tiempo. Este es uno de ellos.


Briston Maroney

Briston Maroney regresa con su segundo álbum, “Ultrapure”. Grabado en Nashville, con sus colaboradores de confianza Daniel Tashian (Kacey Musgraves, The Silver Seas) y Konrad Snyder (Noah Kahan), es un disco que profundiza más que nunca en su historia personal. Rebosante de sentimiento y pasión, cada canción encierra todo un mundo de emociones. El álbum abarca sus relaciones con los padres, los amigos, las parejas, las ciudades por donde ha pasado… Canciones como “Skyline” y “Sink Swim” van a resonar entre los fans de Christian Lee Hutson o Phoebe Bridgers. El simbolismo de sus letras va mucho más allá de lo que parece a primera vista.