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ASUNTOS PENDIENTES EN EL PROCESO DE TRANSICIÓN
Entrevista
Juan Ignacio Vidarte
Director saliente del museo Guggenheim de Bilbo

«El Patronato todavía no ha dado luz verde a Urdaibai»

Juan Ignacio Vidarte (Bilbo, 1956) ha sido el rostro y la palabra del Museo Guggenheim de Bilbo durante casi tres décadas. Un gentleman bilbaino, culto y cercano que, como el edificio, ha sido testigo de la historia reciente de nuestro país. Se retira, pero no rehúye preguntas y defiende el controvertido proyecto en Urdaibai, aunque, avanza, no está todo el pescado vendido.

(Marisol Ramirez FOKU)

Un miércoles cualquiera, el día es luminoso -lo decimos porque los vaivenes del tiempo han sido tema referencial en este verano tan raro-, Puppy luce colorido para los selfies y, en las inmediaciones del Museo Guggenheim de Bilbo, se nota que empieza el trasiego diario de visitantes. Desde Moyua o por el paseo de Abandoibarra, los aledaños del icónico edificio de titanio creado por Frank Gehry se van llenando de gente procedente de todas partes del mundo. Vienen a ver arte, cultura. El turismo cultural ha pegado un salto estratosférico tras la pandemia. Hace tres décadas, cuando se alumbró el megaproyecto de levantar un museo “franquicia” de la Fundación Solomon R. Guggenheim de Nueva York con el que “salvar” a la post-industrial, gris y en crisis capital vizcaina para convertirla en la ciudad de servicios en la que ha devenido en la actualidad, pocos se hubieran imaginado que la presión causada por el exceso de pisos turísticos fuese un problema en el año 2024. «¿Turistas en Bilbo? Tú estás loco», era lo más suave que hubiéramos dicho entonces.

La maqueta original del proyecto diseñado por el arquitecto Frank Gehry (Toronto, 1929) expuesta en las oficinas ubicadas en el edificio azul continuo al de titanio, puede servirnos como metáfora del paso del tiempo. En la maqueta, el edificio luce más grande, como dominando el espacio que lo rodea y faltan elementos que han ido creciendo alrededor del museo, como, por ejemplo, el puente de La Salve. En el paisaje real, el edificio está integrado en el “skyline” de la ciudad; también el propio museo que, 27 años después de su inauguración, es la imagen con la que se conoce a Euskal Herria en el mundo. Y mira que el “desembarco” del Guggenheim en Bilbo creó polémica, pero, con el tiempo, hasta Jorge Oteiza (Orio, 1908-Donostia, 2003) terminó congraciándose con él.

Juan Ignacio Vidarte (Bilbo, 1956) nos recibe tan impecable y cercano como siempre. Se le ve más relajado que el día que anunció su marcha. No por anunciada, porque la decisión era anterior pero la postergó por la pandemia, la jubilación deja de ser un paso que da vértigo. Sobre todo si la mayoría de tu actividad profesional ha estado unida a un proyecto como este. Y eso que Vidarte no venía del mundo del arte: economista de formación, tuvo varios cargos en la Diputación de Bizkaia, entre ellos la dirección general de Acción Territorial, hasta que, en 1992, le pusieron al frente del Consorcio creado para la puesta en marcha del proyecto del Guggenheim en sí. Ya en 1996, fue nombrado director general del museo y, desde 2008, es también director general de Estrategia Global de la Solomon R. Guggenheim Foundation. Ahora prepara su relevo, que coincide también con el cambio de la “cabeza” de la fundación neoyorquina.

Está usted en un momento de cerrar cosas pendientes, una vez que ya ha empezado el proceso de selección para su relevo. ¿Va a tomar parte personalmente en ello o se ha apartado y se lo deja a otros? En realidad, en en el día a día sigo igual que antes, y supongo que así va a ser hasta que no se decida a la persona que me va a suceder. En ese momento supongo que también habrá un cierto periodo de transición. Pero, bueno, de momento mi día a día no ha cambiado demasiado, salvo en que, como dices, ha comenzado el proceso de selección.

La convocatoria para el relevo arrancó en el pasado mes de junio, con fecha de cierre en octubre, ¿verdad? Sí, estamos en un inicio de ese proceso y yo formo parte del comité de selección que nombró el Patronato, con seis representantes.

Se ha hecho una convocatoria pública internacional, pero me imagino que se habrá invitado también a personas con perfiles que puedan interesar al Patronato, ¿no? Nosotros el procedimiento que estamos siguiendo es a través de una convocatoria pública y estamos contando con el apoyo de una empresa de selección, que está basada en Berlín. Entonces, por un lado, está el proceso abierto a todo el mundo y, además, a través de esa empresa se contacta, por si están interesadas, con personas que, desde su perspectiva, encajen en el perfil que se busca. Pero, en cualquier caso, todos los candidatos serán los que luego se evalúen.

Se lo digo porque han comenzado a sonar algunos nombres, incluso se han publicado en algún medio, como el de Miren Arzallus, la directora del Museo Palais Galliera de París. Sí, es inevitable.

No sé si es por esa acusación que siempre les sobrevuela de que el museo es una «franquicia» del de Nueva York pero, cuando anunció su relevo, remarcó la necesidad de que quien le sustituya tenga una cercanía del país. ¿Cuánto de importante es? El perfil del puesto que se está buscando es el de director general de la Fundación del Museo Guggenheim de Bilbao, radicada en Bilbao y, por lo tanto, de una institución vasca al 100%. Por eso tiene que encajar y entender perfectamente el contexto en el que se inscribe esta institución. Pero, además de eso, este museo cumple un papel más allá, que es ser un vector simbólico de proyección de imagen del país. Por lo tanto, en ese sentido, la persona que lo lidere tiene que tener, idealmente al menos, la capacidad para poder asumir ese papel.

Juan Ignacio Vidarte, durante la entrevista. 27 años lleva al frente del Museo Guggenheim de Bilbo, más si se tiene en cuenta cuándo arrancó la idea. A finales de año se retira, aunque seguirá unido a la Fundación Solomon R. Guggenheim.

Deja el museo en buena situación [este año ha sido el de más visitas en la última década], tras una pandemia que a veces se nos olvida. ¿Le queda algo pendiente por hacer? ¿Por ejemplo, la extensión a Urdaibai? Quedan muchas, afortunadamente, porque esta es una institución con una velocidad de crucero importante. Pero no tengo la sensación de que me queden cosas pendientes. Una institución como esta necesita tener una proyección hacia adelante y no recrearse en los éxitos. Y, efectivamente, está en una buena situación; de hecho, yo no hubiera adoptado esta decisión si no considerara que está en una muy buena situación, porque creo que estos procesos de transición, sobre todo en este caso, porque es la primera vez que pasa dentro del museo, hay que hacerlos, en la medida de lo posible, con el viento a favor.

Uno de esos proyectos tiene que ver con Busturialdea. A mí me gustaría entender el porqué del proyecto en la Reserva de la Biosfera de Urdabai. ¿Por qué surge? ¿Es porque se ha agotado el modelo de Bilbo? ¿Se les ha quedado pequeño y, por eso, esa necesidad de buscar una «antena» fuera? Para hablar de Urdaibai te puedo dar la respuesta corta o la respuesta larga.

Tengo tiempo [risas]. Es un proyecto que surge desde el museo y desde la reflexión que se hizo en 2007-2008, cuando cumplimos los primeros diez años de funcionamiento. Siempre hemos trabajado con planes estratégicos de tres o cuatro años y pensamos que quizá había llegado el momento, una vez cumplido el décimo aniversario, de plantearnos los próximos 10 o 15. Pensamos: ‘En el año 2020, que en el 2008 nos parece que estaba lejísimos, ¿qué tendríamos que hacer en un museo para seguir manteniendo la misma relevancia que tenemos en el 2008?’. Y planteamos proyectos de futuro para adaptarlo a lo que nosotros pensábamos que podían ser líneas que nos pudieran permitir mantener esa posición relevante.

[De aquel ejercicio de intentar ver por dónde irían los tiros en el futuro, relata Vidarte que salieron varias líneas de trabajo plasmadas ya en la actualidad, como es la transformación digital, la preocupación medioambiental, la renovación del acuerdo con la Fundación -se firmó en 2024 para otros veinte años, diez más que en la anterior ocasión- y buscar cómo afrontar la falta de espacio del museo. Porque el edificio de Gehry es un 30% más pequeño de lo previsto inicialmente y, por tanto, tiene un 30% menos de espacio de superficie expositiva. «¿En el futuro, la gente va a seguir yendo a los museos como viene ahora? -nos preguntamos-. ¿Este espacio físico va a seguir funcionando o necesitamos ampliarlo?», añade. La visión de futuro que salió de aquello fue que Bilbo se mantendría como una “experiencia urbana”, pero se plantearon que se podría ofrecer «una experiencia complementaria» a esta visita en un «museo incardinado en la naturaleza». De ahí surgió la idea de crear otro museo en Urdaibai: primero se eligieron las colonias de la BBK en Sukarrieta, ubicadas en un edificio declarado Bien Cultural y ubicado en plena Reserva de la Biosfera. Paralizado el controvertido proyecto en 2008 por el Gobierno de Patxi López, la entonces consejera de Cultura, Blanca Urgell, es una de las personalidades que ha mostrado públicamente su apoyo a la plataforma surgida contra el proyecto que ha sustituido al de Sukarrieta: el “bicéfalo”, enclavado en Gernika y Murueta. El PNV vizcaino es firme defensor de este proyecto; su socio de Gobierno, el PSE, todavía no se ha pronunciado públicamente].

El proyecto de Sukarrieta se paralizó en su día. Lo de Sukarrieta fue el origen y no prosperó por diferentes motivos, pero la idea siguió estando encima de la mesa del Patronato. El Patronato siempre ha tenido la ampliación discontinua como un proyecto que estaba ahí. La idea sigue respondiendo a ese objetivo, con un énfasis mucho mayor en el aspecto medioambiental, porque en estos dieciséis años una de las cuestiones que han pasado a formar parte del núcleo de prioridades del museo es la sostenibilidad. Hace 27 años era una cuestión de la que ni siquiera hablábamos y, sin embargo, ahora conforma toda nuestra actividad, porque nosotros nos hemos marcado como objetivo, en el ámbito de la sostenibilidad, intentar ser una de las instituciones de referencia mundial en el ámbito de los museos. Formamos parte de la Gallery Climate Coalition, que es el grupo donde están los museos más importantes del mundo que tienen esta sensibilidad; somos un museo que lideramos en muchos aspectos esas inquietudes, además somos el primer museo que está midiendo el impacto de nuestra actividad hasta el alcance 3; o sea, no solo el impacto en huella de carbono en nuestra actividad directa, sino también en la actividad indirecta. Nos hemos marcado como objetivo ser una institución de impacto cero para el año 2030...

El problema es que el lugar elegido para implantarlo es una Reserva de la Biosfera, la única que hay en Euskal Herria. Es un proyecto que, además, provoca mucho rechazo en la zona. ¿No le preocupa a usted y, sobre todo, a la Fundación Solomon Guggenheim, que se les relacione con un conflicto medioambiental como este? Claro, evidentemente, pero es que el enfoque de este proyecto es que vaya a favor de la Reserva; o sea, nuestro objetivo es, desde el punto de vista artístico, ser una iniciativa que tenga un impacto neto positivo, no para que se mantengan las cosas como están, que, por cierto, no están muy bien, sino para que las mejore. En ese sentido, la recuperación de dos espacios, uno donde había una actividad industrial ya sin uso desde hace varias décadas y otro con una actividad industrial con el astillero, lo que se pretende es recuperarlos para una actividad vinculada para la relación entre el arte y la naturaleza, que ayude a remediar y a mejorar la situación medioambiental.

Yo entiendo la preocupación, pero una Reserva de la Biosfera no es un parque natural. En una Reserva de la Biosfera, para mantener ese ecosistema, es necesario el mantenimiento de algún tipo de actividad económica, porque si no la Reserva pierde una de sus características fundamentales, que es el hecho de que en ese espacio hayan coexistido durante siglos la naturaleza con la presencia humana. Para mantener la presencia humana es necesario que haya algún tipo de actividad económica que haga posible que las personas sigan viviendo allí. Como es sabido, Urdaibai es el segundo eskualde en la Comunidad Autónoma Vasca con peores índices socioeconómicos, y, en cierta manera, es lógico, porque las restricciones que impone el hecho de ser una Reserva a la actividad económica hacen que haya pocas actividades económicas que se puedan desarrollar allí. Claro, no toda actividad económica es compatible con la Reserva: pero un determinado tipo de turismo es una de las actividades compatibles. Pero tiene que ser un tipo de turismo, no cualquiera, y es este que nosotros planteamos. Porque, en primer lugar, es una actividad controlada: en el proyecto, la previsión es que el acceso de vehículos al museo sea únicamente por un punto de la entrada, que es Gernika. Y que la movilidad entre Gernika y Murueta sea por medios sostenibles -tren, lanzaderas eléctricas o bicicletas eléctricas-; o sea que, en ese sentido, es un proyecto que contiene el impacto del tráfico en la Reserva. Y, por otro lado, este es un proyecto, a diferencia de muchos otros, en el que se puede controlar el número de visitantes, porque está basado en la idea de que el acceso a esa ampliación sea previa reserva.

Se habla, sí, de en torno a unos 140.000 visitantes anuales. Pero es una cifra que hace temer una masificación turística en la Reserva. 140.000 visitantes al año es un número muy manejable y es un número gestionable, porque, como digo, solo accederá el número de visitantes que se decidan que pueden acceder. Yo soy sensible a las protestas, pero también me llaman la atención, porque he leído que ‘se quiere evitar la destrucción de la Reserva por el museo’. Yo no veo que esa destrucción pudiera venir por el museo, puede venir por el impacto de otro tipo de actividades que pueden estar ocurriendo incluso ya en la zona, ¿no? La Reserva necesita cuidado, pero no abandono y entiendo a quien lo defienda así, pero yo no creo que el que sea Reserva de la Biosfera implique que no se puede hacer nada en ella. El respeto a la Reserva implica que hay que controlar mucho lo que ahí se hace. Además, este proyecto, si va adelante, debiera formar parte de un plan más amplio como lo fue el de Bilbao, de manera que no sea la única actuación para mejorar la situación real, sino que esté unido a otro tipo de actuaciones absolutamente imprescindibles de mejora del saneamiento, de la accesibilidad...

Se busca el «efecto Guggenheim» en Busturialdea, pero el punto de partida es distinto, ¿no? El Bilbo de hace tres décadas era una ciudad industrial en crisis, Urdaibai es una zona protegida y tensionada. Sí, no tienen nada que ver y el problema es distinto también. Donde yo sí veo un punto de conexión en cuanto a la estrategia; es decir, yo creo que, en el caso de la Reserva, el origen de la idea del museo no era porque formaba parte de un plan, venía de otra reflexión, pero en el análisis que actualmente podemos hacer de este problema, para mí, la mejora de la situación en el eskualde y en la Reserva de la Biosfera pasa por acometer un plan más amplio, del cual este proyecto forme parte.

Con este proyecto pasa, además, que hay otro problema. Ecologistas, agentes sociales y partidos han criticado que no se haya explicado públicamente. Eso es verdad.

Ni se ha consultado. EH Bildu planteó incluso la realización de una consulta en la zona. Hombre, una consulta y justo que la única consulta se produzca en este tema...

Tenemos poca costumbre de hacer consultas y de preguntar a la gente en este país. Consulta, en cuanto participación, no va a haber respecto al proyecto de museo, pero sí sobre los planes. Porque este es un proyecto administrativamente muy complejo, ya que afecta a dos municipios, pero también a ámbitos de competencia donde están todas las instituciones: los ayuntamientos de Gernika y Murueta, la Diputación, el Gobierno Vasco y el Gobierno central. Y ese proceso de tramitación administrativa incorpora una serie de procesos de participación ciudadana que evidentemente se desarrollarán. Estoy seguro, participación va a ver. Y lo de la falta de información es verdad, yo eso lo reconozco; lo que pasa es que es una consecuencia del proceso que ha seguido el proyecto. Pero es que, desde el punto de vista del propio museo, el Patronato de la Fundación lo tiene como un proyecto interesante, pero al que todavía no se le ha dado, digamos, la luz verde definitiva. No ha habido todavía el consenso institucional suficiente como para poderle dar luz verde y decir: ‘Vamos a ir adelante’.

Entonces, ¿todavía no se ha dado el visto bueno definitivo? No, eso no ha pasado. Y como todavía no ha pasado y sigue siendo, digamos, un proyecto interno, no ha habido la posibilidad de hacer una explicación adecuada. Tampoco es que se haya escondido, pero, claro, no tiene mucho sentido hacer una campaña de información o de divulgación de un proyecto cuando todavía internamente el Patronato no ha tomado la decisión de llevarlo adelante. Pero es verdad que es un proyecto público y ha generado unas carencias de información, y eso es culpa nuestra.

Se ha puesto en marcha una campaña de recogida de firmas internacional de la ONG SEO Bird Live y la plataforma Guggenheim Urdaibai Stop, en la que se pide a la Salomon R. Guggenheim Foundation que renuncie a la «destrucción» de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai. En el caso de que las protestas vayan a más, ¿son conscientes de la mala imagen internacional que generarían? ¿El Patronato podría echarse para atrás? No sé lo que podría pasar en el futuro. A mí me preocupa en el sentido de lo que implique información que no sea correcta. He oído cosas terribles; por ejemplo, que es un proyecto de la Fundación de Nueva York, que ha venido a implantarlo. No. Surge en Bilbao y la Fundación Guggenheim lo apoya como miembro del Patronato, porque le parece una iniciativa muy interesante. He oído denominar a la fundación americana como ‘una transnacional americana’, cuando es una institución privada, eso es verdad, pero sin ánimo de lucro y que se dedica al arte desde hace prácticamente cien años. Esas tergiversaciones de la realidad me preocupan; es decir, el que haya una discusión sobre proyectos no me preocupa nada, pero sí que se tergiversen las cosas. Yo entendería que haya quien se oponga al proyecto porque considere que en Urdaibai no se debe hacer nada, porque esa es la manera de preservar la Reserva. Yo discrepo, pero entenderé que esa es una postura en la que prima mantener la parte de la naturaleza de lo que es el ecosistema de la Reserva, donde hay naturaleza y hay personas.

Otra cuestión es la actividad turística. Se acusa al proyecto de que la masificación que supondría no sería compatible con la existencia de una Reserva de la Biosfera. Eso lo tendrán que demostrar. ¿Por qué no es compatible el museo y sí lo son, por ejemplo, el camping de Arketa o el bosque de Oma? ¿Por qué otras actividades son compatibles y esta no? A mí me parece que se puede discutir todo, pero debiera de haber más sentido común y menos ideología. O sea, yo entiendo que hay ideología en todo, pero creo que hay cosas que hay que discutirlas con un poco de sentido común. Pero también entenderás que tampoco es el momento de discutir algo cuando todavía, por parte del propio Patronato, no se ha tomado una decisión, porque sería un poco contradictorio.

Me sorprende que diga esto, cuando ya se han comenzado las obras en Dalia, en Gernika. En Dalia lo que están haciendo es demoler y limpiar los suelos. La actuación en Dalia es perfectamente compatible con cualquier otro destino para ese solar. Quiero decir que las actuaciones que se están haciendo son compatibles con el desarrollo del proyecto, pero no implican inevitablemente el desarrollo del proyecto del museo. Esa decisión no está todavía tomada.

Es decir, para que yo lo entienda, ¿en qué momento estamos? Estamos en el momento en el cual el Patronato del Museo, en el horizonte del plan estratégico en el cual nosotros estamos moviéndonos dentro el museo, que es este año 2024 y el 2025, dijo respecto a este proyecto: en este periodo de dos años, nos comprometemos a clarificar la situación para tomar una decisión respecto a si seguir adelante o considerar que ha sido una buena idea, pero que no ha sido su tiempo o que no era el momento adecuado. En esa situación estamos y, dentro de este contexto, la Diputación asumió la responsabilidad de ir clarificando los aspectos, digamos, administrativos para, en el caso de que fuese adelante, se pudiera ejecutar. Porque administrativamente es muy complejo y requiere de muchas intervenciones de muchas instituciones. La Diputación está haciendo esos trabajos para clarificar el camino administrativo para, en el caso de que si el proyecto se decide y va adelante, se pueda desarrollar en un horizonte temporal razonable.

Algunas de esas acciones están recurridas ante los tribunales. Hay demandas de grupos ecologistas en contra, por ejemplo, de la decisión del Ministerio de Transición Ecológica de reducir la protección de costa en Murueta de 100 metros a 20 metros. Forma parte de toda esta tramitación administrativa. El solar de Murueta, actualmente el astillero, tiene un deslinde de 100 metros de protección.

En Murueta, ¿se construiría un edificio singular? Excepto lo filtrado a algunos medios, no sabemos las dimensiones del edificio que albergaría al museo. Es que no se sabe. El proyecto todavía está en la fase muy inicial, y caemos nosotros mismos en la trampa. En este momento, su resolución arquitectónica no se sabe cómo va a ser, porque será el resultado de un concurso internacional que se hará si este proyecto va adelante. Lo que sí se sabe es que, si el proyecto va adelante, tendrá dos ubicaciones: una en Gernika y otra en Murueta, con unas funciones muy determinadas; Gernika es la zona de acceso, la zona de la educación, donde se desarrollaría un foro anual todos los años. Es donde se desarrollaría también el punto central del programa de residencias de artistas, científicos e investigadores. Y en Murueta estaría el espacio en el cual se produciría fundamentalmente la actividad expositiva y artística. Para eso habría dos edificios, con una estimación de unos 5.000 metros cuadrados el de Gernika y 7.000 el de Murueta. Estamos hablando de unas intervenciones en el paisaje absolutamente mínimas, porque de lo que se trata no es que sea una intervención icónica desde el punto de vista arquitectónico, como lo fue Bilbao, sino de integración con el ecosistema y con el paisaje. De hecho, se prevé que el concurso internacional no sea de arquitectos, sino multidisciplinar, de arquitectos, ecólogos y paisajistas, de forma que las propuestas que presenten tengan el “input” de esas tres visiones.

Volviendo al museo, actualmente estamos en un momento de cambio de ciclo total, tanto suyo como de la Fundación Solomon R. Guggenheim, con el relevo del equipo anterior y la entrada de Mariët Westermann como CEO y directora del museo y de la Fundación. ¿Por dónde cree que irá el futuro? ¿Y por dónde cree que lo llevará Westermann? Hace dos o tres años hubo el cambio en la chief curator [Naomi Beckwit], la responsable artística del museo de Nueva York, y el año pasado, en la dirección, con la salida de Richard Armstrong y la entrada de Mariët Westermann [historiadora de arte holandesa, viene de dirigir NYU Abu Dabi, el campus de la Universidad de Nueva York en Abu Dabi. Se ha incorporado en junio pasado a su puesto]. Yo creo que su visión es reforzar ese modelo de funcionamiento que tenemos como institución, que es muy atípico.

Porque no es como muchas veces se describe, como una especie de multinacional que tiene sedes en diferentes lugares, sino que nosotros lo denominamos, y no solo por una cuestión poética, como una constelación de museos. Son tres museos: uno en Nueva York, otro en Venecia y otro en Bilbao, y dentro de poco habrá uno nuevo en Abu Dabi, y son instituciones que son estrellas con luz propia; es decir, forman parte de la misma ‘familia’, pero cada una tiene una personalidad y un modelo de funcionamiento absolutamente autónomo. Salvo Venecia, que tiene una relación más directa con Nueva York, tanto Bilbao como el futuro Abu Dabi son instituciones absolutamente autónomas. Lo que pasa es que forman parte de esa constelación y nos beneficiamos de esa red. Porque es un funcionamiento en red, más que jerárquico, y Mariët Westermann ha venido con una idea muy clara de reforzar esa visión.

¿El futuro de la Fundación es el museo de Abu Dabi? En él todo es a gran escala: el edificio, también de Gehry, la ubicación en el Distrito Cultural de la isla de Saadiyat... Abu Dabi ya es el presente. Probablemente el edificio se acabe el año que viene y la inauguración sea en 2026. Digo que es el presente en el sentido de que no hay proyectos de creación de nuevos museos. Yo creo que dirigir, digerir y gestionar la inauguración y el inicio del funcionamiento de Abu Dabi va a ser suficiente para los próximos años. Porque no solo es de gran tamaño, sino también que tiene un enfoque muy específico, porque va a estar muy centrado en el arte de esa zona de Asia Occidental y del norte de África. Va a tener esa personalidad que al resto nos va a venir muy bien, porque nos va a ayudar a incorporar una visión del mundo a la que nosotros no tenemos poco acceso todavía.

De todas maneras, estamos en otra situación de crisis global y mi duda es si el modelo, que llevan a cabo ustedes, el Louvre o el Pompidou de ser ‘museos globales’, sigue siendo válido. El proyecto de hacer otro centro Georges Pompidou en Nueva York se ha caído, por ejemplo. El Estado le ha retirado el apoyo económico. Cada proyecto yo creo que tiene sus propias circunstancias y, en este caso concreto, yo no sé cuál habrá sido el motivo, pero supongo que será de falta de apoyos o de modelo. Desde luego, sí que vivimos en una época de mucha incertidumbre y de turbulencias, pero en la pandemia se preconizaba que después no iba a haber ya grandes viajes y la realidad no es esa. La realidad es que la gente sigue queriendo viajar. Vivimos en un mundo donde muchas veces hay grandes contradicciones, porque, por un lado, hay estas preocupaciones medioambientales, pero, por otro lado, nadie deja de viajar y de moverse.

También ha cambiado cómo visitamos los museos. Me comentaba que ya no se concentran las visitas en unos pocos meses. Yo creo que hay una desestacionalización del turismo y eso nos afecta a los museos. Julio y agosto eran los momentos pico y en el resto era más suave. Ahora prácticamente desde el mes de abril y hasta octubre hay muchas visitas. Julio y agosto siguen siendo los meses de más afluencia, pero esta se ha expandido a lo largo del año y eso es positivo, porque hace que la experiencia de la visita sea mejor, con menos concentraciones.

En estos años lo que sí ha cambiado es la presencia de la mujer. En Bilbo la mayor parte de las comisarias son mujeres, en Nueva York también a la cabeza ahora están dos mujeres... ¿Cómo han cambiado las cosas en 27 años, verdad? Los museos reflejan la evolución social y la mucha mayor presencia de la mujer. El otro día, en la inauguración de la Bienal de Venecia, que fue de alguna manera el acto de presentación de Mariët Westermann, nos sacaron una foto en la Peggy Guggenheim a ella y a los directores de los diferentes museos: a la directora de Venecia, a la de Abu Dabi, a la chief curator de Nueva York, a Mariët y a mí. Realmente yo parecía una concesión a la cuota [risas]. Hace veinte años hubiera sido totalmente impensable, porque los directores de todos los museos eran hombres.

Se nota en la programación también, por lo menos en nuestro caso, pero no por una cuestión de cuota: es algo que está sucediendo de una manera muy natural. Se está viendo que acceden a la programación artistas mujeres cuya obra es perfectamente equiparada a los hombres y muchas veces llama la atención que antes no hubieran sido expuestas. Nosotros tenemos aquí a Martha Jungwirth, que es una artista de 80 y pico años con una trayectoria espectacular y absolutamente invisibilizada. Algunos de los periodistas austriacos que estuvieron en la presentacion decían que era un poco para sonrojarse, ‘porque esta artista vive en Viena, y resulta que hemos visto su gran exposición en Bilbao’.

Me quedaba una pregunta: ¿Qué ha aportado el museo de Bilbo a la Fundación Solomon R. Guggenheim? En primer lugar, la consagración de la idea de la constelación. Se ha demostrado que aquella idea de hace treinta años es real y que el museo se ha desarrollado como un museo con personalidad propia y con total autonomía. Además, ha aportado una proyección internacional importantísima: hoy en día, el museo de Bilbao tiene más visitas que el de Nueva York.