Una cestería, un estanco y una farmacia: 125 años en el comercio bilbaino
Cestería Alonso en el Casco Viejo, el estanco n.º13 en San Francisco y la farmacia Zaballa en Abando cumplen 125 años en las calles bilbainas este 2025. Comercios traspasados de generación en generación que son testigos de los cambios que ha vivido la villa en el último siglo.

En un contexto cambiante y de inseguridad económica, donde cada vez es más difícil mantener un negocio a flote y donde las tiendas de toda la vida van siendo reemplazadas por grandes multinacionales y franquicias que hacen parecer a todas las ciudades iguales, todavía hay algunos comercios que se niegan a desaparecer. En las calles bilbainas aún existen unos cincuenta comercios con más de 100 años de historia. En este reportaje nos acercamos a tres que cumplen este año nada más y nada menos que 125 años.
LA ÚLTIMA CESTERÍA DE BILBO, FIRME ANTE EL PASO DEL TIEMPO
En el número 15 de Belostikale, en el Casco Viejo, se encuentra la Cestería Alonso, que desde 1900 se dedican al trabajo artesanal de mimbre y junco. Son varias generaciones las que llevan dedicándose a ofrecer a los clientes diferentes tipos de productos como mobiliario de jardín o sillas, pero en su oferta destacan sobre todo las cestas para ir a por setas o para guardarlas. El negocio ha cambiado dos veces de ubicación, pero nunca ha salido de Belostikale.
Entramos a la tienda y nos recibe Itxaso Ferarios quien, junto a su hermano Aitor, lleva las riendas del negocio. El local es amplio, luminoso y transmite esa calidez tan característica de los comercios “de toda la vida”. Los hermanos Ferarios deben a su padre estar hoy aquí. Fue el quien con 13 años comenzó a trabajar en esta cestería como recadista. En aquella época se encontraba en el número 22 de la misma calle. «Luego se movieron al número 16 y, allá por 1978, la entonces dueña del negocio lo dejó y se lo traspasó a mi padre», relata Itxaso.
Fue a finales de la década de 1980 cuando ella comenzó a trabajar ahí. Años más tarde entró su hermano y, en 2004, cuando el padre murió, ambos asumieron la gestión del negocio. Desde entonces, han mantenido vivo el legado, no sin un último cambio de ubicación hace ya diez años.

Itxaso ha visto cómo han ido cambiando las formas de consumo y cómo estos pequeños comercios han ido perdiendo fuerza respecto a los bazares y grandes centros comerciales. «Las ventas ahora son más bajas. Cuando estaba mi aita hacía pedidos más grandes y ahora son más escasos. Nos seguimos manteniendo, pero antes eran tiempos más boyantes». De hecho, es la única cestería que queda en Bilbo.
Hasta hace una década, un cestero artesano confeccionaba los productos en la propia tienda, transformando el mimbre en todo tipo de artículos únicos. Sin embargo, tras su fallecimiento, los hermanos trabajan con un fabricante de Salamanca a quien encargan piezas a medida. Aun así, en la tienda continúan haciendo arreglos de rejilla.
«Lo que más vendemos son las cestas de castaño para setas o para recogida de productos de huerta. También vendemos bastantes cestos para ropa, sillas y mesas de junco para terrazas, peanas o palmas para el Domingo de Ramos», explica Itxaso mientras su hermano continúa con unos arreglos en la trastienda.

TABACO EN SAN FRANCISCO DESDE 1900
Cruzamos la Ría de Bilbo por el puente de la Ribera y nos dirigimos al barrio de San Francisco. Cerca de la Plaza Corazón de María, en la acera de la izquierda, donde se sitúan la mayoría de los comercios, vemos un letrero granate con letras amarillas que dejan clara la función de su tienda: “Tabacos exp. n.º 13”, el decimotercer estanco autorizado en Bilbo.
Tal y como recuerda el libro “100 Bilbo, comercios de toda la vida y para toda la vida”, fue el 20 de abril de 1900 cuando Pedro Rojo se hizo con la titularidad de varios locales de esa calle para abrir un estanco y, a su lado, una droguería. En aquella época, la calle San Francisco era uno de los principales núcleos comerciales de la villa. Unos años después, su hijo Isidoro, siguiendo con el legado familiar, se hizo con el estanco. Más tarde pasaría a manos de Luisa Arana y José Luis, hasta llegar en la actualidad a pertenecer a Mari Carmen, la cuarta generación.
Con sus 125 años de historia, el estanco sigue conservando el suelo, la puerta de entrada y las vitrinas de aquel entonces. Durante años destacó por la venta de Farias -puros- en cajones y por su ubicación próxima al famoso restaurante El Churrasco. Aunque se sigue manteniendo el producto originario del local, por tradición también se continúa con la venta de papel timbrado, letras y sellos.
UNA FARMACIA QUE SE ADAPTA A LOS NUEVOS TIEMPOS
Atravesamos el puente Cantalojas y recorremos el centro de Bilbo hasta el número 56 de la Gran Vía, donde nos encontramos con una farmacia que, aunque a simple vista parece una más, esconde una gran historia en su interior que nos la explica Jon Andoni Zaballa
Fundada en 1900 en una ubicación distinta a la actual, tres son las generaciones de farmacéuticos de la familia Zaballa que han regentado este negocio. Fue Lucio, abuelo de Jon Andoni, quien comenzó con la apertura de la botica. Décadas más tarde, su hijo Francisco heredó el negocio familiar y, a mediados de los 50, decidió trasladarse a la céntrica calle bilbaina para seguir ofreciendo soluciones a la ciudadanía de la época.
Jon Andoni creció inmerso en ese ambiente, así que, de alguna forma u otra, era su destino acabar tras ese mostrador. «Desde que nací he convivido con libros de farmacia y medicina en mi casa. Quieras o no, te vas empapando un poco de ese mundillo y, cuando acabé el Bachillerato, me planteé seguir los pasos familiares. Estudié la licenciatura de Farmacia, hice varios másteres y comencé a trabajar», relata.

Así, ha sido testigo de los cambios que se han dado en el sector en las últimas décadas. Los albarelos expuestos en las estanterías superiores de la tienda contrastan con los productos más modernos colocados en las inferiores, una clara muestra de la evolución de la farmacia a lo largo del tiempo.
«Esto ha cambiado mucho. Antes había un toque más artesanal, se hacía mucha más formulación magistral y se trabajaba con laboratorios pequeños. Ahora los laboratorios son grandes y los medicamentos tienen una trazabilidad absoluta. Si tienes algún problema con algún medicamento, sabes al momento en qué laboratorio se ha hecho, de qué lote ha salido y mediante qué distribuidora se ha comercializado. Esto da una seguridad brutal», explica.
Respecto a la competencia de las grandes cadenas y de internet, Jon Andoni no se muestra muy fatalista, aunque reconoce que, sobre todo en el caso de la parafarmacia, la competitividad es muy grande. «Yo soy un firme defensor del pequeño comercio, pero internet está ahí y hay que adaptarse. Yo siempre pienso que nos complementamos», explica.
En esa línea, señala que, a través de internet, «la gente se informa muchísimo y viene a las farmacias sabiendo exactamente lo que quiere». «Me ha llegado a venir gente preguntando por algún producto que ya se ha anunciado pero que todavía no se ha comercializado», añade.
Al estar ubicada junto al Parque de Doña Casilda de Iturrizar, Jon Andoni también suele recibir la visita de niños accidentados. «Vienen con cara de susto por el golpe y, al verme a mí con la bata, a veces se asustan aún más. Pero les hacemos unas curas y salen tan felices. Normalmente suelen ser rasponazos y golpes menores», relata, añadiendo que cada vez van menos niños «porque los parques, con los nuevos suelos acolchados, han ganado mucho en seguridad».
En lo concerniente al futuro de la Farmacia Zaballa, Jon Andoni señala que todavía no hay relevo: «Me parece a mí que cuando yo lo deje... Espero encontrar a alguien que tenga ilusión. Eso es lo importante en un pequeño comercio, la ilusión». Asimismo, Jon Andoni considera que debería haber una mayor regulación teniendo en cuenta a todos los actores del sector y guiándose por lo que perciben los profesionales.

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