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PANORAMIKA

Dibujo


Hay algo enigmático en el trazo del dibujo. Aparece como una huella depositada sobre el soporte, desvelando las probaturas, los encajes y las manchas. Se revela ante nuestros ojos de forma pausada, creando puntos de atención dispersos por el soporte. Por más pulcro que sea el resultado, el gesto se deja intuir. Lo delicado de los matices contrasta con la personalidad del trazo, capaz de atravesar el encuadre con el más certero de los movimientos. Es a veces una acumulación de capas que relatan un proceso vivo y vivido, capaz de proponer un viaje perceptivo sin que la propia técnica abandone su resonancia. Es en otras ocasiones un apunte superficial, una intervención mínima sobre el material en el que se desarrolla, dejando entrever la personalidad de la propia creación plástica. Es a fin de cuentas la construcción de una imagen desde la que proponer, desafiar los propios límites del formato, la técnica y la mirada. Las dos reseñas que hoy proponemos se hunden en este embarrado terreno en donde el dibujo se empodera como contemporáneo, encontrando su propio lugar dentro del espacio del arte y ubicando su discurso en un momento en el que el artificio digital ha sido capaz de absorber la gran mayoría de la sensibilidad visual.

Es por eso que la propuesta de Raúl Domínguez (Barakaldo, 1984) en la galería Carreras Múgica de Bilbo y hasta el 18 de febrero, se explaya a sus anchas en una encriptada muestra bajo el título “Palabra de conejo”, en la que el acto de dibujar emerge como un protagonista claro en donde su fortaleza se va desentramando a medida que nos sumergimos en los trabajos que la componen. Con una puesta en escena muy limpia, la obra gráfica de Domínguez provoca que nos acerquemos a entornar la mirada en un intento de descifrar lo que esconden las capas de materia, tinta o grafito.

Pareciera que algunas de las piezas fueran apuntes rápidos, espacios de boceto o experimento, aunque a medida que avanza el recorrido, el aparente caos se convierte en un terreno sobre el que seguir descubriendo detalles y vínculos. Dibujos enmarcados conviven con otros que se posan desnudos sobre la pared, sugerentes títulos coexisten con abstracciones sin nombre y, ya por último, la sala es gobernada por dos grandes trípticos que se presentan juntos, casi sin separación ni aire. Ambos destacan sobre lo anterior con una leve intención de mostrar puntos de fuga o paisajes borrosos. Pese a todo, el carbón ejecuta un papel determinante que eclipsa cualquier rastro de figuración, como si quisiera demostrar que al final del viaje serán el dibujo, la mancha o el difuminado los verdaderos elementos centrales de la pieza.

Por último, la Torre Ariz de Basauri acoge también hasta el día 18 la exposición de Estanis Comella (Lleida, 1985) bautizada como “Se bate en los bordes como poste de la tienda reventado”. Detrás de este sugerente encabezado se presenta una selección de dibujos fieles al estilo de Comella, que sin duda asumen la responsabilidad de mantener el dibujo y el papel como protagonistas del montaje expositivo.