Juanma Costoya
«café pendiente» en nápoles

SAN GENAROS, MARADONAS Y SOLIDARIDAD

Para algunos italianos, especialmente del norte, es un lugar común afirmar que Nápoles no es Italia. La mezcla de barroquismo, delincuencia, picaresca, paro galopante, vida en las calles e inmigración, representa a ojos de los críticos, un escenario ajeno a Europa, más propio casi del Tercer Mundo.

Los napolitanos parecen conscientes de este estigma y actúan en consecuencia. En la final de la Copa de Europa del pasado 3 de junio cada gol del Real Madrid frente a la Juventus fue celebrado en los cafés de la ciudad del Vesubio con una explosión de alegría, fuegos artificiales y petardos incluidos. Para explicar tanta algarabía hubo quien recordó, desde la desinformación emocional y geográfica, que parte de los barrios populares napolitanos se encuadran dentro de los Quartieri Spagnoli y que la sofisticada Vía Toledo los cierra en su camino descendente hacia el mar. Nada de eso importaba a los napolitanos. El origen de la pirotecnia estaba, no en la victoria del equipo blanco, sino en la derrota de la Juventus, orgulloso estandarte balompédico de la norteña e industriosa ciudad de Turín, cuna de la Fiat y lugar de destino de muchos trabajadores napolitanos.

Nápoles, sinónimo de picaresca y criminalidad, ha sido capaz, históricamente, de popularizar iniciativas destinadas a humanizar la vida de los más dolientes. En esos mismos barrios que explotaron de alegría ante la derrota del equipo de la cartesiana y muy europea Turín, sus trabajadores pusieron en marcha, hace casi un siglo, una iniciativa solidaria que hoy renace y que se conoce con el nombre de Caffè Sospeso o Café Pendiente.

Como era de esperar en una iniciativa anónima y popular no existen demasiados datos sobre su origen. Básicamente consistía en que uno de aquellos artesanos, trabajadores del puerto o pescadores, dejaba pagado un café, muy de mañana, para que alguien anónimo y menos afortunado pudiera disfrutarlo después. La iniciativa fue consolidándose de forma arbitraria e incluso, con el tiempo, extendiéndose a otros barrios de la poliédrica ciudad de Nápoles. El Caffè Sospeso alcanzó su auge en los años de la II Guerra Mundial e inmediata posguerra diluyéndose su costumbre cuando llegó la bonanza económica un decenio más tarde. En el 2008, un hijo ilustre de la ciudad, el polifacético Luciano de Crescenzo, escritor, director de cine e ingeniero, publicó un libro alusivo que destilaba añoranza sobre esta costumbre ya casi perdida en su ciudad natal. Fiel a su estilo histórico-filosófico-poético, la obra “El café pendiente, sabiduría cotidiana en pequeños sorbos”, tuvo la virtud de volver los ojos de sus conciudadanos hacia esa anónima forma de solidaridad. Reportajes de la prensa local certificaron que, a excepción de en Navidad, en los últimos quince años de los bares y cafés napolitanos había prácticamente desaparecido el café pendiente.

Fútbol y café. Algunas iniciativas individuales se sumaron a la obra de Crescenzo contribuyendo así a que volviera a hablarse del Caffè Sospeso. Aurelio De Laurentis, productor de cine y presidente del Club de Fútbol Nápoles, instauró la costumbre de dejar diez cafés pagados tras cada victoria de su equipo. En Nápoles el fútbol es una religión y Maradona sigue siendo aquí su profeta. A día de hoy en los cafés del casco histórico la imagen del prodigio argentino comparte espacio con fotos del patrón San Genaro, con cristos lacerados y dolientes madonnas. Junto a ellos no es extraño leer un aviso que anime a la continuidad «de la tradizione del caffè sospeso».

Sin embargo, el detonante del resurgimiento de la vieja tradición fue el ventarrón inclemente de la crisis económica. Los recortes presupuestarios azuzaron la fértil inventiva napolitana y el café pendiente encontró, de nuevo, terreno abonado para su germinación. Sus protagonistas han cambiado con el tiempo. Si en un principio fueron los artesanos y los trabajadores del puerto quienes pusieron en marcha la iniciativa ahora el empujón definitivo ha correspondido al mundo de la cultura y de los artistas locales fuertemente afectados por los recortes y la crisis. La clase trabajadora tradicional había ido menguando en los barrios populares al mismo ritmo que variaba la estructura socioeconómica de la ciudad.

Los nuevos perdedores son ahora viudas con pensiones irrisorias atrapadas en pisos sin ascensor, inmigrantes, minorías étnicas, sin papeles, jóvenes locales sin idea de lo que es el trabajo ni la formación. Son ellos los principales beneficiarios de la recién activada costumbre del café pendiente.

Como hace un siglo. El café tiene una importancia en Nápoles que trasciende al hecho de consumir una infusión. Pasear por las callejas de Spaccanapoli, famoso por su tradición belenística, permite la contemplación de unas condiciones de vida que no parecen haber variado mucho en el último siglo. La casa tradicional es aquí un entresuelo lóbrego con una puerta de entrada y un ventanuco como única fuente de ventilación y luz natural. El hogar es un largo pasillo sobre el que se disponen menos muebles de los necesarios y una televisión. El espacio está aprovechado al centímetro y todo dispuesto con ese esmero humilde que lleva a poner tapetes de ganchillo bajo las fotografías familiares y las imágenes de los santos. Algunas casas afortunadas disponen de un ventanuco al final del corredor, lo que les permite hacer corriente durante el tórrido verano.

La vida se hace a la vista y el paseante, a través de la puerta siempre abierta, roba de un vistazo la intimidad familiar. En estas condiciones poder salir a una plaza a tomar café se parece bastante a una necesidad primaria. Es en estos locales donde el napolitano humilde encuentra el relajo al que difícilmente puede optar en su vida diaria. En el café el menesteroso puede, durante un rato, hacer vida de señor. Y opinar sobre los tres temas preferidos por sus clientes: el tiempo, el fútbol y la infinita letanía de desgracias auspiciadas por los políticos locales, autonómicos y nacionales. Los camareros conocen la vida de cada parroquiano y antes de que tome asiento saben qué tipo de café han de servir. La ciudad que inventó la pizza y que ha hecho del helado una liturgia ofrece también una extensa carta de cafés. El espresso, por ejemplo, se sirve de muchas formas: ristretto, fuerte; lungo, con más agua; macchiato o schiumato, con un poco de leche o con crema; corretto, con unas gotas de licor… y es que, en tiempos de carestía los napolitanos pueden privarse de muchas cosas pero no del café.

Lejos de los barrios populares la costumbre del café pendiente también ha echado raíces. En un extremo de la monumental Piazza del Plebiscito se encuentra el histórico Café Gambrinus con sus camareros de riguroso traje marfil y pajarita. Aquí tomaron café, seguro que no pendiente, Oscar Wilde, D’Annunzio, Hemingway, Bendetto Croce o Sissi Emperatriz entre otras celebridades. Sus propietarios actuales han depositado cerca de la puerta de entrada una taza a escala en la que los anónimos donantes depositan sus tickets de cafés ya pagados. Una carta explicativa en seis idiomas informa al recién llegado de los pormenores de una iniciativa que ha desbordado los estrechos márgenes de los barrios populares e incluso de Nápoles.

Nuevas tecnologías. Hoy el café pendiente, surgido en los callejones más lóbregos de Nápoles y en sus cafés más humildes, ha dado el salto al mundo vía las nuevas tecnologías y la mercadotecnia. Cafés de los cinco continentes lo publicitan e incluso las administraciones públicas, siempre tan atentas a fagocitar iniciativas populares, han declarado días internacionales del café pendiente. Y el ejemplo ha cundido alcanzando sectores inopinados. La editorial Feltrinelli, por ejemplo, anima a comprar un libro dejando otro pagado y destinado a lectores que no puedan permitírselo. En 2012 una pizzería de la ciudad creó la pizza pendiente… Incluso la alcaldía de Nápoles proclamó, en 2011, el 10 de diciembre Día del Caffè Sospeso haciéndolo coincidir con el Día Internacional de los Derechos Humanos. En Nápoles a la Santa Trinidad ilustrada, “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, hay que añadirle Café. Y no en último lugar.