Irati Jimenez
A VUELTAS CON LOS PELOS

Depilación, de la A a la Z

Depilarse –técnicamente, cortarse el pelo al ras– o epilarse –arrancarse el vello– es una costumbre que, periódicamente, se convierte en objeto de debate y se contesta, entre otras, desde posiciones feministas argumentando que se trata de una práctica dolorosa que solo puede explicarse como producto del sometimiento a la mirada masculina. Sin embargo, aunque es cierto que la manera y la frecuencia con la que nos arrancamos o rasuramos el pelo está atravesada por el género, no es menos cierto que se trata de una costumbre ancestral, practicada por hombres y por mujeres y tan universal como sometida a los cambios culturales, estéticos y tecnológicos de cada era. Así, hemos pasado de frotar la piel con sílex a aplicar tecnología láser para eliminar el vello por completo. Al fin y al cabo, la historia de la Humanidad es también la historia de cómo nos relacionamos con nuestro cuerpo, con su tamaño, con su forma y, por supuesto, con sus pelos.

Antigüedad. No se sabe cuándo empezó el ser humano a eliminar su vello de distintas partes del cuerpo, pero todo indica que esta práctica ha acompañado a hombres y mujeres desde hace milenios. Las indicaciones, preceptos o mandatos sobre el vello están presentes en todas las culturas y religiones y se cree que forman parte de nuestras sociedades desde la prehistoria. De hecho, existen evidencias suficientes en cuevas prehistóricas para creer que, ya entonces, solían utilizarse instrumentos de piedra y otros elementos filosos para eliminar el vello. No se conoce la razón, pero es posible que identificaran menor cantidad de vello como síntoma de mayor higiene y protección ante las enfermedades.

Bello. Les separa una sola letra, pero en muchas culturas y en muchos momentos de la historia se ha puesto una gran distancia entre lo bello –lo que complace a la vista– y el vello –pelo más suave que el de la cabeza o la barba–. La relación entre belleza y pelo es, por supuesto, totalmente artificial, es decir, producto de los usos de cada época. Las mujeres, por ejemplo, se depilaban el comienzo del cabello en la Edad Media para favorecer una frente que hoy día consideraríamos demasiado ancha y, en el siglo XX, la largura y anchura de las cejas femeninas consideradas ideales ha variado constantemente desde las cejas pintadas con rotulador y completamente depiladas de los años 70 hasta las más pobladas de hoy día de las que hacen galas modelos como Cara Delevigne. Lo mismo ocurre con los hombres. Los antiguos egipcios se quitaban el pelo de todo el cuerpo, por ejemplo, mientras que en Estado español el uso más habitual ha sido el contrario. Basta mirar al refranero para ver cómo han ido asociados los valores de la masculinidad tradicional con la abundancia de vello: «El hombre y el oso, cuanto más feo más hermoso», «Hombre de pelo en pecho, hombre de dicho y hecho», por poner solo dos ejemplos.

Carell, Steve. Desde que encarnó al inolvidable Michael Scott en la serie “The Office”, el cómico norteamericano Steve Carell ha dado vida a grandes personajes. Fue un divorciado en busca de su sex appeal perdido en “Crazy, Stupid, Love” (Glen Ficarra & John Requa, 2011) y un experto en Proust con problemas psiquiátricos en “Pequeña Miss Sunshine” (Jonathan Dayton & Valerie Faris, 2006). Pero hay quien siempre le recordará por una memorable escena que tiene más que ver con su vello corporal que con sus cualidades como actor. Y eso que dice mucho de su compromiso actoral. Nos referimos al momento en el que su personaje en “Virgen a los 40” (Judd Apatow, 2005) decide acudir a un salón de belleza para depilarse el pecho. Carell pensó que la secuencia solo sería divertida si se sometía al proceso de verdad, en lugar de usar efectos especiales o pelo artificial y, a juzgar por sus gritos, pagó muy cara su decisión. La idea de los hombres depilándose por primera vez ha servido a la comedia en más de una ocasión. También la probaba el personaje de Joey Tribbiani en el episodio trece de la novena temporada de “Friends”, aunque debido al dolor solo podía aguantar durante una ceja y tenía que recurrir a las artes depilatorias de su amigo Chandler –criado con un padre transexual y experto en estética– para quitarse la segunda.

Otro momento legendario de televisión, actores y depilación fue el protagonizado por Colin Farrell, que se ganó los 10.000 dólares que ofrecía el programa de Ellen DeGeneres al artista que hiciera la confesión más curiosa cuando contó lo nervioso que se puso para su primera escena de sexo. Fue en la película “Tigerland” (Joel Schumacher, 2000) y, aunque finalmente el desnudo que se vio no era íntegro, Farrell se preparó como si lo fuera, arreglándose el vello de los genitales con maquinilla. Solo que, estaba tan alterado, que al intentar igualar las dos partes acabó dejándose apenas una tira de pelo al estilo “brasileño”.

Dolor. Precisamente es eso, el dolor lo que más diferencia arrancar el pelo de rasurarlo o cortarlo. La razón es muy sencilla y es que el pelo está compuesto de células muertas que salen hacia afuera empujadas por células vivas, que son las que nos duelen cuando tiramos y las arrancamos del folículo piloso. Ahí es donde se concentran las células madre, los vasos sanguíneos, las glándulas sebáceas, los músculos erectores del pelo (los responsables de que tengamos, a veces, la “carne de gallina”) y el bulbo, o lo que es lo mismo, la raíz blanca que podemos ver cuando arrancamos un pelo sano. Aunque lo que más duele, a veces, suele ser perder el pelo por causas naturales, una cuestión que es más común en los hombres por efecto de la testosterona. Esta hormona es la responsable de estimular la secreción sebácea, lo que puede disminuir la vida media de un pelo, acentuando su caída a la que nos referimos con el nombre de alopecia. Este vocablo fue acuñado en el siglo XX por el dermatólogo francés Raymond Sabouraud que recuperó el sustantivo griego con el que se referían en la Antigüedad al fenómeno de pérdida de cabello que experimentan los zorros dos veces al año.

Egipto. El papiro de Eber, un texto egipcio sobre medicina y magia del año 1500 a.C., recomienda depilar el cuerpo con sustancias como sangre de animales, conchas de tortuga, gusanos o grasa de hipopótamo. Sin embargo, lo más habitual debía ser una especie de cera de azúcar, agua y limón o la mezcla de aceite y miel. En Grecia, el ideal de belleza también era el cuerpo depilado y se realizaba con un método parecido al egipcio, a base de velas y ceras, pero también con otros métodos abrasivos, como la piedra pómez. Los hombres, al menos los atletas y los miembros de clases altas, también se depilaban. En Roma, el ideal también estaba relacionado con los cuerpos con menos vello, que eran signo de aristocracia y tanto las mujeres griegas como las romanas se depilaban el vello púbico desde la adolescencia. Las romanas lo hacían a menudo en baños públicos donde había pinzas (volsella) y ceras a base de resinas y brea (philotrum).

Fotodepilación. Se denomina así toda tecnología depilatoria que se basa en el uso de la luz, es decir, la depilación por láser, por método de luz pulsada intensa o por el método de luz pulsada intensa con radiofrecuencia. En todos los casos, el fundamento científico es el mismo: la melanina, el pigmento natural del pelo, capta la energía de la luz y la convierte en calor; este calor quema la matriz donde germina el pelo para que no vuelva a salir. Su eficacia oscila entre el 80% y el 95% y es uno de los métodos de depilación que se consideran “definitivos”, al igual que la electrólisis (o depilación eléctrica), que consiste en introducir una aguja fina por debajo de la piel y destruir el folículo. Aunque los primeros experimentos con tecnología láser para erradicar el vello se remontan a los años 60, la primera clínica en conseguir tecnología viable y segura no abrió hasta el año 1996, en La Jolla, California.

Glabro. Algunas partes del cuerpo nunca se podrían depilar porque, al no tener folículos pilosos, tampoco generan vello. Es lo que se conoce como piel lampiña –de ahí el término barbilampiño, por ejemplo– o glabro. En las personas, son glabras las palmas de las manos, las plantas de los pies, los labios, los dedos, los labios menores de los genitales femeninos y el pene. También existe un nombre por la preferencia sexual por los órganos sexuales sin pelo. Se llama acomoclitismo, del griego komé (pelo), a- (sin), y klitikós (preferencia).

Hilo. Una milenaria técnica de arrancar el vello, originaria de la India, Persia y muy popular en el Oriente Medio, consiste en usar hilo de seda o algodón para arrancar el pelo. Resultaría difícil describir aquí una técnica que lleva tiempo aprender pero, esencialmente, consiste en hacer lazos en cada extremo del hilo y formar una especie de collar que luego se dobla en forma de X y se enrolla sobre sí mismo para crear un arco que actúa como un látigo que caza el pelo. Quienes lo han probado, aseguran que es ideal para dibujar las cejas, además de rápido e indoloro, y que no deja rojeces en la piel. Tanto es así que el threading, como se llama en inglés, hace tiempo que es habitual en salones de Europa y Estados Unidos, donde se hizo muy popular cuando se dio a conocer que era el método de depilación favorito de Madonna.

Inquisición. Hizo cosas mucho peores, pero entre otras mutilaciones, la Inquisición española se dedicó a dejar sin pelo a miles de mujeres para encontrar en ellas “marcas de bruja” que justificaran ajusticiarlas. Por supuesto, solían encontrarlas, ya que cualquier cosa podía ser considerada signo de que el demonio poseía aquel cuerpo, desde una cicatriz o una mancha hasta la propia existencia del clítoris. Pero el religioso no es el único fanatismo que ha querido castigar a las mujeres arrebatándoles su pelo. En Euskal Herria, tras el alzamiento de 1936, los fascistas celebraron más de una victoria rapándoles el pelo a las mujeres y paseándolas sin cabello para tratar de humillarlas.

Japón. Una técnica de depilación japonesa consiste en quitarse el vello de toda la cara para eliminar las células muertas y –dicen– mantener la piel más joven durante más tiempo.

Khalo, Frida. Magdalena Frida Carmen Kahlo Calderón se autorretrató muchas veces y de muchas formas, pero los cuadros de ella misma más icónicos que nos dejó, combinación de folclore mexicano y estilo naif, la muestran con las cejas y el bigote sin depilar, trenzas en la cabeza y vivos vestidos de colores. Su amiga Chavela Vargas cuenta que, en una ocasión, llegó a preguntarle si quería usar su crema contra el vello y que su amiga le respondió que no rotundamente: «¿Y a ti, quién te ha dicho que me quiera pintar el bigote? ¡Si me encanta!».

Hirsutismo. Se dice que la distribución anatómica del vello corporal es androgénica. Quiere decir que, dependiendo de nuestro nivel de unas hormonas llamadas andrógenos, tenemos más o menos vello en distintas partes del cuerpo, como el pecho o la espalda, por ejemplo. Cuando una mujer presenta vello abundante en lugares donde normalmente no suele aparecer es cuando hablamos de hirsutismo, una variación anatómica que puede estar relacionada con problemas de salud como el síndrome del ovario poliquístico, pero que normalmente no tiene importancia médica. En las mujeres, son síntomas de hirsutismo los pelos en las areolas mamarias o cerca del ombligo, pero quizá resultan más conocidos los casos de mujeres con barba que, a lo largo de la historia, han elegido no depilarse ni afeitarse y han desafiado nuestros prejuicios sobre la configuración corporal de hombres y mujeres. En la historia del arte, estas mujeres han quedado reflejadas en más de una ocasión, como en el cuadro de José de Ribera “Magdalena Ventura con su marido” o el retrato del pintor Juan Sánchez Cotán titulado “Brígida del Río, la Barbuda de Peñaranda”.

Licantropía. También es posible, aunque estadísticamente muy improbable, tener hipertricosis, es decir, tener el cuerpo recubierto de pelo parecido al cabello y tan largo que puede alcanzar los 25 cm. Uno de los pocos casos documentados de lo que se ha llamado “síndrome del hombre lobo”, y que podría haber dado origen al mito de la licantropía, es el de Petrus Gonsalvus, un hombre de origen canario que alcanzó rango nobiliario en la corte de Enrique II de Francia en el siglo XVI. Se le conocía como “el salvaje gentilhombre de Tenerife” y es posible que fuera su casamiento con una dama lo que inspiró el cuento de hadas “La Bella y la Bestia”.

Llorar. Es habitual hacerlo de manera refleja al arrancar pelo de la nariz. La razón es que al arrancar estos pelos, que se asientan en una mucosa sensible, la señal del dolor atraviesa el trigémino, un nervio craneal que actúa sobre gran parte de la cara y que está conectado con los conductos nasolagrimales del mismo lado de la cara.

Militares. Si alguna vez, al ver “La Chaqueta Metálica” (Stanley Kubrick, 1987) te has preguntado por qué los soldados se rasuran el pelo, la razón va más allá de la disciplina, la uniformización o el sometimiento a una nueva vida de obediencia y deshumanización, como sugiere Kubrick en su extraordinaria película sobre la guerra de Vietnam. También tiene que ver con el hecho de que, con el pelo rasurado, los soldados necesitan menos tiempo para acicalarse y es menos probable que sean víctimas de afecciones comunes en el campo de batalla como los piojos o las pulgas.

No. Arrancar o rasurar el pelo no hace que crezca más fuerte ni más débil porque no afecta a lo que ocurre dentro del folículo piloso. Tampoco es cierto que sacarse una cana provoque que salgan más y ninguna evidencia científica permite afirmar que hay relación entre las fases de la luna y el crecimiento del cabello. Todos estos mitos asociados al pelo ignoran que su crecimiento, caída o fortaleza tienen que ver con factores genéticos y hormonales más complejos.

Ñongo. En algunos países de América Latina se usa esta palabra para hablar peyorativamente del pelo rizado de las personas afrodescendientes. Este tipo de cabello suele ser más poroso y requiere de cuidados distintos a los del cabello de las personas caucásicas o asiáticas. También la depilación láser presenta diferencias, ya que tiene que adaptarse a un fototipo de piel más oscura.

Oriental. También conocida como depilación con azúcar, la depilación oriental consiste en cubrir la piel con una sustancia pegajosa, parecida al caramelo, y luego quitarla, normalmente tirando de la propia cera. No suele hacer falta usar bandas, como ocurre normalmente con la cera, ya que la pasta de azúcar se endurece de forma muy sólida. En 2007, una cinta estrenada en Cannes y candidata al premio Caméra d’Or del festival mostró al mundo esta forma de depilación. “Caramel”, que contaba las historias de cinco mujeres reunidas en un centro de belleza en Beirut, era obra de la directora y actriz Nadine Labaki y se convirtió en la película más aclamada internacionalmente en la historia del cine libanés hasta el momento.

Playboy. En el año 2011, unas fotografías de Madonna que se habían publicado en la revista “Playboy” en 1985 se vendieron por 37.500 dólares. La cantante posaba desnuda y sin depilarse las axilas ni el pubis. En 1999, para el estreno de “Notting Hill”, Julia Roberts también decidió no depilarse las axilas, en contra de la tendencia habitual en las alfombras rojas. En 2010, la actriz Mo’nique recogió su Globo de Oro por “Precious” con las piernas sin depilar. Todas estas intérpretes fueron criticadas por quienes consideraron que no iban adecuadamente arregladas y aplaudidas por quienes abogan por ensanchar los cánones de belleza o por quienes, simplemente, creen que son siempre las mujeres las que tienen que soportar mayor presión pública por aparecer de una u otra manera. No son las únicas famosas que han optado por no depilarse públicamente, claro, pero sí tres de los ejemplos que llegaron a considerar la atención del “New York Times” en un artículo –también polémico– en el que se cuestionaba si había que considerarlas libres o simplemente descuidadas.

Quince. Son los centímetros que crece el pelo al año de media. El de la cabeza porque, según donde sale, se comporta de forma distinta. Siempre tiene tres fases de desarrollo –crecimiento, transición y reposo–, que duran más o menos en cada parte del cuerpo. Por ejemplo, en el cuero cabelludo la fase de crecimiento puede durar hasta seis años, pero sobre el labio superior solo cuatro semanas. Por eso es imposible que el vello crezca nunca tanto como el cabello.

Rastrillo. Así se llama en México a lo que aquí llamaríamos cuchilla, máquina de afeitar, maquinilla o incluso Gillette, en honor a King C. Gillette, el fundador de la compañía Gillette y la persona que revolucionó el afeitado con una propuesta que superaba en seguridad y protección a las clásicas navajas, con las que siempre existía el peligro de cortarse la piel. Su diseño, que empezó a comercializar en su propia empresa en 1901, mejoró un invento anterior de los hermanos Kampfe de 1888 y se popularizó durante la primera Guerra Mundial cuando vendió 3,5 millones de maquinillas y 32 millones de cuchillas a las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos. Dicen que la idea para su invención se le ocurrió pensando en una manera de solucionar el problema del afeitado mientras viajaba en tren. Hoy, hombres y mujeres se benefician de su invento, que recientemente ha tenido un enorme crecimiento (del 155% entre 1998 y 2005) y que ha pasado por grandes cambios durante el tiempo. En los años 60, por ejemplo, empezó a fabricarse con acero inoxidable, mucho más adecuado para un producto en contacto con agua, y aparecieron también las hojas desechables.

Sultán. Quien haya leído “Las mil y unas noches” quizá recuerde lo complacido que se muestra el sultán con la invención de una crema depilatoria y lo generosamente que decide premiar al inventor. Lo cierto es que para los árabes depilarse es una práctica habitual –el hamman o baño puede contar con habitaciones para esta práctica– y que el Islam se lo indica a sus fieles para mantener el cuerpo limpio. Entre los musulmanes, lo tradicional es depilarse las axilas y rasurarse el vello púbico que, según el precepto islámico, tiene que cortarse regularmente, no dejando pasar más de cuarenta días. Sin embargo, el pelo de las cejas, que protege los ojos del sudor y las lágrimas, no debe arrancarse, ya que sería alterar el rostro que Allah dio al ser humano. Cortarse las uñas, aspirar agua por la nariz o recortar el bigote son otras indicaciones de higiene y salud que en el Islam se convirtieron en preceptos religiosos.

Tricotilomanía. No se arrancan el pelo por cuestiones estéticas sino por un trastorno de la conducta que les hace tener desde pequeñas pérdidas de pelo hasta calvicie completa. Hablamos de las personas que padecen tricotilomanía, un trastorno de prevalencia desconocida que afecta, sobre todo, a personas con estrés post-traumático, trastorno de ansiedad y depresión, aunque no existe consenso en la comunidad científica sobre sus causas. Las personas que se arrancan el pelo pueden sentir, además, la compulsión de comérselo (tricofagia), de lo que puede derivar la formación de bolas de pelo que pueden llegar a ocupar el duodeno o parte próxima al intestino delgado. Es lo que se conoce como “síndrome de Rapunzel”, en referencia a la princesa de cuento con el pelo tan largo que podía usarse para escalar a su torre.

Unisex. Gran parte de los feminismos actuales han señalado la depilación como un mandato patriarcal opresivo para las mujeres, pero lo cierto es que la depilación masculina fue práctica habitual en el continente europeo hasta la Edad Media, cuando se produjo el declive del ideal de belleza clásico, y su popularidad está aumentando hoy día. En 2013, la compañía Phillips realizó un estudio que afirmaba que ocho de cada diez hombres se ha depilado en alguna ocasión. También señalaba que, en el Estado español, un 77% de las mujeres prefiere hombres con el vello recortado o depilado, sobre todo, en la espalda y en los glúteos. Y un dato curioso, la mitad de las mujeres afirmó haber recortado o eliminado el vello corporal de un hombre en, al menos, una ocasión.

VPH. Actualmente, en el ámbito de la salud sexual, una de las mayores preocupaciones es de las las infecciones por el Virus del Papiloma Humano (VPH) que causa condilomas genitales y que está relacionado –al menos algunos subtipos– con el cáncer de cuello de útero. Entre las medidas de prevención, expertos en ginecología recomiendan mantener algo de vello en los genitales masculinos y femeninos, que están así más protegidos ante esta y otras enfermedades de transmisión sexual.

Wilkinson. Además de maquinillas de afeitar, la compañía Wilkinson Sword de Londres lleva desde 1772 fabricando desde armas hasta motocicletas, pasando por máquinas de escribir o herramientas de jardín. Esta longeva marca debe su nombre a la Espada Wilkinson, que fue uno de sus primeros productos y que dejó de fabricarse en el año 2005. Antes, había sido conocida por el lugar que ocupó durante la Conferencia de Teherán de 1943. En aquel momento, las potencias aliadas reforzaban su cooperación militar para abrir un frente en Europa occidental y Churchill quiso entregarle una Wilkinson inglesa a Stalin en conmemoración de la batalla de Stalingrado, que el año anterior había supuesto un punto de inflexión en el curso de la guerra y que se había saldado con más de un millón de bajas rusas.

X. El ideal de belleza clásico que estuvo en boga en Europa durante la Antigüedad y desde el Renacimiento prefiere a mujeres y hombres sin nada o con poco vello púbico, pero es a la industria del porno a quien se le suele achacar la popularidad de la depilación genital total o parcial. Los debates y polémicas en torno a pornografía y depilación se remontan casi a los orígenes de esta industria. En los años 60 se dieron lo que Hugh Hefner llamó las “Guerras púbicas”, que enfrentaron a las revistas “Playboy” (norteamericana y que no mostraba vello púbico) y “Penthouse” (de propiedad europea y primera en mostrar vello púbico). En los 70, en pleno estallido de los movimientos contraculturales y mientras los feminismos se apropiaban del cuerpo no depilado, la revista “Barely legal” de Larry Flint se hizo conocida por mostrar chicas jóvenes totalmente rasuradas, lo que muchas feministas identificaron como símbolo de sumisión a la mirada masculina. Más adelante, el feminismo pro sex reivindicó la pornografía, que se había vuelto muy popular en los 80 con la llegada del VHS y de internet en los 90, y hoy día hay nichos de mercado para todos los gustos, tantos en hombres como en mujeres, con categorías específicas en muchas webs pornográficas para quienes deseen ver actores y actrices rasurados o con mucho vello. La moda ha cambiado, eso sí. En 1953, cuando surgió “Playboy”, el 95% de las mujeres que aparecían desnudas exponían su vello púbico, mientras que en los últimos quince años solo lo hace el 10%.

Zonas. En Estados Unidos, el 79% de las mujeres se depilan las ingles con cuchilla, mientras que en Latinoamérica solo son el 55% y en Europa occidental, el 48%. En China, mientras tanto, lo más habitual es usar crema para depilar (la usan el 57% de las mujeres) y es más normal depilarse las manos, la cara y los brazos que las piernas, las axilas o el pubis. Es decir, que las zonas geográficas tienen una importancia enorme en la manera en la que nos depilamos y nos dejamos de depilar. Una señal más de que la relación de los seres humanos con nuestro vello es tan compleja como la que tenemos con nosotros mismos y que está constantemente atravesada por la cultura, la geografía, el género y la historia.