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genética y apicultura

Abeja negra de Euskal Herria: un pequeño tesoro genético

La situación geográfica, la evolución del clima y el manejo de los apicultores locales ha permitido la conservación de una gran diversidad genética de abeja negra en Euskal Herria. Ahora un programa europeo de investigación y mejora genética trata de averiguar si en los genes de la autóctona se encuentran respuestas a los innumerables peligros a los que están haciendo frente estos himenópteros.


En el colmenar de la escuela agrícola Fraisoro (Zizurkil) un grupo de apicultores sigue una clase práctica. Reunidos en torno a una colmena examinan los panales y escuchan atentamente las explicaciones del profesor. Alrededor se siente un zumbido constante que pone al visitante en estado de alerta. Sin embargo, pasado un rato, ese mismo zumbido persistente se vuelve familiar. Dicen que es por la frecuencia de la vibración; lo cierto es que sosiega, como la música de una sesión de meditación. Con ese sonido permanente de fondo, casi sin darse cuenta, el neófito se va involucrando en la fascinante vida de una colmena: la miel, las obreras, las celdas, los zánganos, la reina, los propóleos, la polinización… todo tiene su razón de ser en la compleja sociedad organizada por las abejas.

Aunque también se imparten cursos de iniciación a la apicultura, el que se está desarrollando está dedicado a la cría de reinas: en él los participantes aprenden técnicas para reproducir y obtener nuevas colmenas. Se trata de un curso avanzado que requiere ciertos conocimientos y experiencia en el manejo de las abejas. El profesor, Aitor Zabala, recuerda que la primera decisión a tomar es seleccionar la colmena que será la madre de las futuras reinas. Y como en toda selección, «la elección de ciertos rasgos supone al mismo tiempo el rechazo de otros. Siempre que hacemos una elección hacemos también un descarte».

Un proceso cada vez más importante porque colonias enteras de abejas mueren, y a menudo no se sabe muy bien cuál es la causa. Unas veces es por enfermedad; otras por la aparición de alguna especie invasora que destruye el equilibrio, como ocurre en la actualidad con la avispa asiática; o por los parásitos o el uso de pesticidas en la agricultura industrial. La alta mortandad también tiene que ver con la pérdida de diversidad genética por el abandono de las variedades autóctonas en favor de abejas foráneas, más productivas pero peor adaptadas a las condiciones locales; o por la introducción de razas híbridas que, a medio plazo, se descontrolan volviéndose más agresivas y más débiles… Las causas no siempre están claras, pero es evidente que los enemigos de estos insectos himenópteros se están multiplicando.

La huella de la abeja negra. Por suerte, en Euskal Herria tenemos un pequeño tesoro genético: la abeja negra local (Apis mellifera iberiensis). Es similar a la del norte de Europa y a la de la península ibérica pero con unas características que la hacen muy interesante desde el punto de vista de la diversidad genética. El primer aspecto que destaca Aitor Zabala está relacionado con la evolución de la especie. Científicos de la UPV sostienen la teoría de que, durante la última glaciación, las abejas del norte de Europa retrocedieron huyendo del hielo y se refugiaron al sur de los Pirineos. Después, a medida que el hielo se retiraba, volvieron a colonizar todo el norte de Europa. Y ese movimiento de ida y vuelta ha dejado una alta diversidad genética en nuestro país.

Aunque este sea un punto de partida muy interesante para la selección genética de abejas, los científicos también han constatado que los genes de estas cambian rápidamente con la transformación del entorno. Han observado que hay una relación muy alta entre las modificaciones genéticas y los cambios en el medio, tanto que algunos consideran que las abejas pueden servir como un indicador de la situación medioambiental. Sin embargo, en este aspecto no se ha avanzado más.

También la actividad humana deja su huella, muchas veces profunda. La negra de Euskal Herria tiene sus ventajas pero también tiene sus inconvenientes para los apicultores. Por un lado, se trata de una abeja adaptada a las condiciones locales y, en consecuencia, requiere poca atención y cuidados. Sin embargo, es una abeja pequeña y por tanto produce menos miel que otras razas más grandes. Además, es bastante difícil de manejar por su agresividad, y porque tiene tendencia a la enjambrazón; es decir, que las colmenas se dividen con frecuencia expulsando un enjambre, como esos que algunas veces aparecen en nuestros pueblos, unas veces colgados de árbol o de un tejado.

A pesar que se le puede calificar de montaraz, los apicultores vascos han trabajado generalmente con abeja local. Ha habido poca tradición de comprar colmenas y han sido pocos los que han optado por traer otras razas más grandes y productivas; o por introducir especies híbridas. Por esta razón, las posibilidades de cruce con otras subespecies han sido pequeñas y, en consecuencia, la posible contaminación genética también. Decisiones conscientes unas veces, fruto de la costumbre otras, pero que han permitido preservar la abeja negra.

Investigaciones en marcha. Investigando todas estas cuestiones hay un programa financiado por la Unión Europea llamado “Smart Bees”. Se trata de un programa muy ambicioso con un amplio abanico de objetivos en el que participan dieciséis centros de investigación, entre ellos la UPV, de 21 países europeos. Egoitz Galartza, veterinario y apicultor, es su coordinador para la península ibérica y nos explica que el principal objetivo que se han propuesto es el de identificar variedades locales de abejas que sean resistentes a algunas enfermedades, especialmente a un ácaro llamado varroa. Este ácaro crece alimentándose de las ninfas de abeja, lo que impide el desarrollo completo de las nuevas obreras. A largo plazo, la multiplicación de la varroa suele terminar matando la colmena de la que se alimenta, provocando grandes pérdidas.

En la recogida de datos participan cuarenta apicultores de toda Euskal Herria. Galartza explica que, gracias al trabajo en equipo de los apicultores, se han organizado cinco lugares de selección y cría: dos en Gipuzkoa y Nafarroa y uno en Ipar Euskal Herria. Espera que el resto de herrialdes se sume pronto al proyecto y que perdure más allá del programa “Smart Bees”. En cuanto a la selección genética, anualmente eligen diez colmenas, de las que se obtienen nuevas reinas que se reparten entre los participantes. Cada uno de los apicultores evaluará diez reinas de madres diferentes. Durante un año medirán aspectos como la agresividad, la producción de miel, la limpieza o la resistencia a la varroa. Los resultados obtenidos servirán para elaborar un clasificación que permitirá elegir a aquellas reinas que han dado los mejores resultados y descartar al resto. Con las nuevas seleccionadas se volverá a repetir el proceso; y así, sucesivamente.

Egoitz Galartza considera que todavía se está asimilando la metodología de selección, algo en lo que por ejemplo los alemanes, que son los líderes de este proyecto, llevan cerca de cien años haciendo. A pesar de ello valora muy positivamente lo que se ha avanzado y recuerda con una sonrisa los primeros pasos en este camino de la selección genética que dio la Asociación de Apicultores de Gipuzkoa hace casi ya veinte años con abejas de Oñati y Goizueta. En cualquier caso, comenta que son necesarias al menos cuatro generaciones para lograr un alto nivel de confianza en la selección. De momento, en Euskal Herria llevan dos años en el proyecto. «Los resultados llegarán», concluye.

El futuro, unido a las abejas. Los cambios en el ecosistema están matando a las abejas. La selección genética puede mejorar la resistencia a las nuevas condiciones, sin embargo, conviene tener presente que la selección siempre va acompañada del rechazo de ciertas características que puede conllevar que se pierda información genética que sea importante a largo plazo. La reducción de la variedad puede generar debilidades ante situaciones nuevas que puedan surgir en el futuro. Es por esa razón que, junto con el programa “Smart Bees”, hay otros programas europeos dirigidos a mantener la diversidad. Uno de ellos se denomina “Bee Hope Project” y su objetivo es estudiar la evolución de colmenas sin intervención humana.

La pérdida de abejas preocupa mucho ya que pone en peligro la polinización de plantas y flores. Según algunos cálculos que han tenido una amplia difusión, las abejas son responsable de hasta un 75 % de la polinización de las plantas. El resto es obra de otros insectos o del aire. En nuestra sociedad si algo se considera importante suele tener su correspondiente valoración en dinero. En este caso también se ha calculado: la aportación que hacen las abejas solo con la polinización, sin tener en cuenta otros productos como miel o cera, ha sido cifrada nada más y nada menos que en el 10% del total de la producción agrícola. Una importante cantidad para tomarse en serio su futuro, pero también para detenerse a considerar la desastrosa forma en la que tratamos nuestro entorno natural, del que las abejas no son más que un indicador más.