Koldo Landaluze
«Blade Runner 2049»

¿Sueñan todavía con ovejas los androides?

Treinta y cinco años después de su estreno, “Blade Runner” sigue suscitando un gran interés entre una multitud de seguidores seducidos por las propuestas visuales, filosóficas y postmodernistas que Ridley Scott planteó en su personal adaptación de la novela de Philip K. Dick “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”. Su status de película de culto ha provocado que el estreno el 6 de octubre de su secuela, “Blade Runner 2049”, figure como uno de los eventos cinematográficos más esperados del año.

La sola mención de este referente distópico nos devuelve a las alturas de un edificio. Bajo la lluvia constante de una noche enclavada en un futuro incierto del año 2019, un androide Nexus-6 se confiesa ante su cazador: «Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir». El perseguidor se limita a asumir el rol de testigo silente ante la confesión agónica de su presa. Desde entonces recreamos las secuencias vividas a través de una película cuyo relativo fracaso de taquilla no evitó que hoy continúe siendo considerada como una obra de culto.

Tres años después de rodar su magistral “Alien, el octavo pasajero”, el cineasta británico Ridley Scott llevó a cabo en el año 1982 uno de sus proyectos más interesantes y complejos, la adaptación para la gran pantalla de la novela de Philip K. Dick “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”. Protagonizada por Harrison Ford, Rutger Hauer, Sean Young y Daryl Hannah, esta superproducción no se convirtió en un éxito de taquilla pero acabó transformándose en una obra referencial, lo cual le ha asegurado su plena vigencia imperecedera.

 


Una obra pionera y arriesgada. “Blade Runner” rompió con el cine utópico de ciencia-ficción que se hacía hasta la fecha e incidía, desde una perspectiva novedosa, en el esquema del hombre libre que se enfrenta a una organización inhumana y a un despotismo implacable. Si nos fijamos en la película, más que contar una historia, lo que nos propone es adentrarnos en una fantasía con ribetes oníricos que sigue las premisas dictadas por el escritor italiano Italo Calvino en su obra “Ensayos sobre literatura y sociedad”: «El placer de lo fantástico radica en el desarrollo de una lógica cuyas reglas, cuyos puntos de vista y cuyas soluciones reservan sorpresas».

Aunque “Blade Runner” rompe con la tradición utópica, sus engranajes narrativos –cómic, cuento de hadas postmoderno y género negro– se fusionan a la perfección con el sentido del cine como espectáculo total y su envoltorio visual justifica los 30 millones de dólares que se invirtieron en su creación. Si nos atenemos a su estilo genérico, esta película podría ser catalogada como un thriller futurista, aunque la fuerte carga de su mensaje nos adentra en el campo de los ensayos filosóficos.

Su estructura se amolda a los cánones de lo que podría ser considerada como una “historia convencional”, ya que su trama gira en torno a una cacería urbana de aparente simplicidad –un ex-policía es reclutado nuevamente para eliminar a un grupo de androides escapados de las colonias de Marte– y si nos fijamos en su ambientación temporal, podría decirse que se desarrolla en un futuro en el que convergen los años 40 –referente obligado al tratarse de cine negro–, los primeros años 80 y el sugerido en los títulos iniciales, el otoño del año 2019.

 


Crónica futurista y postmodernidad. Tal y como describe Juan Miguel Perea en su ensayo dedicado a Ridley Scott: «Al thriller pertenecen el uso de los espacios urbanos –multitudes atravesadas por el protagonista, espacios abandonados o de uso marginal, una topografía profesional específica...–, el tema de la identificación del perseguidor y su presa, y la fórmula tradicional, ideológicamente reaccionaria, de la eliminación de la pareja de villanos. Sin embargo, otros estereotipos del género sufren una inversión no enteramente novedosa: el héroe es un asesino, la mujer fatal termina salvándolo por partida doble –de la muerte y el desamor–, y el antagonista delincuente se convertirá en el auténtico héroe».

En el filme se puede percibir un alto nivel de paranoia en la expresión visual del poder de las transnacionales, en la omnipresente Policía y las luces parpadeantes de sus vehículos, y en el poder sobre el individuo, representado particularmente por la programación genética de los replicantes. El control sobre el ambiente es observado a gran escala, pero también cuando los animales son creados como meros artículos. Este contexto opresivo clarifica por qué muchas personas se van a las colonias exteriores, en un paralelismo con lo que fue la migración al continente americano. Las predicciones populares de los años 80, en las que Estados Unidos se veía superado económicamente por Japón, se reflejan en el dominio de la cultura y la publicidad japonesas que se observa en la ciudad de Los Ángeles de 2019.

Todo esto proporciona una atmósfera de incertidumbre que subraya uno de los pilares de “Blade Runner”: examinar lo humano. Para descubrir a los replicantes, se utilizan unas pruebas de empatía denominadas test Voight-Kampff, con preguntas centradas en el trato a los animales; esto funciona como indicador esencial de la “humanidad” de alguien.

 


La eternidad de los androides. Al contrario de lo que suele ocurrir con muchas películas de ciencia ficción, por esta parecen no pasar los años, nunca envejece. Su fascinante e imitada puesta en escena, la plasmación cyberpunk de una sociedad errante, los efectos especiales diseñados por el maestro Douglas Trumbull y un argumento repleto de referencias y estilos, nos colocan ante una obra de culto imperecedera. Pero, curiosamente, es muy fiel a las corrientes creativas, sociales y filosóficas de los años 80 y sobre todo en lo concerniente a lo que ha sido denominado como postmodernismo.

El sociólogo David Lyon señaló en su ensayo dedicado a la Postmodernidad: «El escenario de ‘Blade Runner’ es de decadencia urbana: edificios abandonados que fueron majestuosos en el pasado –interpretados por los teóricos postmodernos como símbolos de la modernidad caída–, calles abarrotadas y cosmopolitas, interminables mercados callejeros, basura sin recoger y una llovizna gris constante. Sin duda, el progreso está en ruinas. Columnas griegas y romanas, dragones chinos y pirámides egipcias se mezclan con gigantescos anuncios de neón de Coca-Cola y Pan Am. La imagen dominante es de decadencia, desintegración y caótica mezcla de estilos. ¿Qué hace postmoderno a ‘Blade Runner’? Para empezar, se cuestiona la ‘realidad’ misma. Los replicantes quieren ser personas reales, pero la prueba de la realidad es una imagen fotográfica, una identidad construida. Ésta es una forma de ver la postmodernidad: un debate sobre la realidad. El mundo de sólidos datos científicos y una historia con finalidad que nos legó la Ilustración europea, ¿es meramente un anhelo?».

El propio cineasta Ridley Scott completó esta afirmación cuando, en su día, aclaró lo siguiente: «Un replicante es, básicamente, un ser humano completo, un cultivo de pura carne, muy avanzado y altamente perfeccionado. Para empezar, se nos informa de que los Nexus 6 son superiores en fuerza y agilidad, y equivalentes en inteligencia a los ingenieros genéticos que los crearon, a los que podemos suponer más inteligentes que el hombre común, de modo que los replicantes son ya superiores a los humanos en tres aspectos».

Para determinar la ruta emocional del filme, Scott se apoyó en el recuerdo de la película de Don Siegel “La invasión de los ladrones de cuerpos” y en las palabras que Philip K. Dick repetía cada vez que le preguntaban acerca de la premisa dicotómica de su novela “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”. El escritor afirmaba que se basó en una siniestra anécdota: las quejas que un oficial de las SS plasmó en su diario y que hacían alusión al insomnio que le producían los llantos de los niños hambrientos del campo de concentración que debía vigilar. Es decir, la ausencia de “poder amar”, la falta de empatía.

Arquitectura y reflejos del caos capitalista. Otro de los elementos que hacen de “Blade Runner” una película imperecedera y por la que parece no pasar el tiempo es su arquitectura. La ciudad funciona como un personaje más dentro del perfecto engranaje dramático y a ella le corresponde representar el concepto de megalópolis, un ciudad monumental que parece no tener fin. Al contrario de lo que ofertaban otras propuestas en las que el futuro asomaba luminoso, la ciudad se muestra decadente, compuesta por un gran conglomerado de rascacielos que nace de suburbios superpoblados y de chimeneas industriales. Todo ello envuelto en una noche interminable y un telón de lluvia constante. La contaminación campea a sus anchas al igual que la violencia, el ruido y una agobiante invasión publicitaria. Esta gran y enferma urbe es la suma de tres épocas: los años cuarenta, en clara alusión al género negro; los años ochenta, como punto de partida de su producción y donde la escasez de recursos comienza a ser un problema y un supuesto año de 2019, con su estética futurista y distópica, surcada por vehículos voladores y alimentada por tecnologías imposibles.

En su estudio “Cine y arquitectura”, el arquitecto Rafael Altamirano afirma que «el espacio urbano de ‘Blade Runner’ reproduce los códigos insistentes del capitalismo contemporáneo, donde no existe mayor ley que la del capital, donde no existe la imagen de un Gobierno unitario, sino la de miles de anuncios destellantes donde se anuncian todo tipo de mercancías. No hay una identidad social entre sus habitantes, el único denominador es el dinero y la oscuridad de sus calles».


Vangelis, banda sonora para replicantes. “Carros de fuego” fue la primera banda sonora que ganó un Oscar con música realizada exclusivamente por sintetizadores. Ridley Scott, animado por el éxito de su creador, Vangelis, y sabedor de que los sintetizadores se amoldaban a la perfección para el nuevo proyecto que se aprestaba a rodar tras haber finalizado “Alien”, concertó una reunión con el compositor griego. A Scott tan solo le bastó con narrar la historia a Vangelis para que este aceptara participar en su proyecto. Corría el año 81 y por entonces la calidad técnica del sonido, sobre todo el que se quería lograr para el filme, no resultaba fácil de lograr. Varios ingenieros de Warner viajaron al estudio londinense del músico para instalar el sistema Dolby al magnetófono de cuatro pistas que utilizaba.

En diciembre de 1981, en la sala de proyección de los estudios Pinewood, Vangelis vio un primer copión de “Blade Runner”. Quedó impresionado con las imágenes sin sonido y, al mismo tiempo, se asustó de la empresa en la que se había embarcado. Empezó a trabajar en su pequeña sala de los estudios Nemo de inmediato y sin horarios establecidos. Entre sus primeras referencias musicales figuraba la banda sonora que Wendy Carlos –antes Walter Carlos– compuso para “La naranja mecánica”, de Stanley Kubrick. A pesar del agotamiento creativo que padeció y la pelea constante que mantuvo con Warner para la edición de la banda sonora –la cual se convirtió en objeto de culto–, este trabajo figura con todo merecimiento como uno de los mejores gracias a temas como “Love Theme”, “Memories of Green” y el vibrante tema que compuso para los títulos finales de la película.

Philip K. Dick, el visionario desencantado. Publicada en el año 1986, “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” lleva el sello personal de Philip K. Dick, un escritor especializado en ciencia-ficción que fue más apreciado en Europa que en su Estados Unidos natal. En lo concerniente al origen de la obra que inspiraría “Blade Runner”, el autor señaló: «Hay algo en nosotros de humanoide morfológicamente idéntico al ser humano, pero que no es humano. De ahí mi idea de que en nuestra especie hay una bifurcación, una dicotomía entre lo que es realmente humano y lo que solo lo imita». En sus novelas, a menudo nos encontramos con la escenografía decrépita de una sociedad al borde de su propia catástrofe y, si nos atenemos a su ideario creativo, descubrimos que la ciencia-ficción de Dick es la del ciudadano medio que intenta una supervivencia poco notable en un entorno que le considera carente de interés y desechable.

Como resultado de las diferencias del guion de Fancher con la novela original, las numerosas reescrituras que sufrió el texto y que Ridley Scott no había leído por completo la obra de Dick, la película se apartaba perceptiblemente de su inspiración original. Los cambios impulsaron a muchos críticos y seguidores a considerar ambos proyectos como trabajos independientes, a pesar de que la novela fuera reimpresa con el título de “Blade Runner” –que pertenece a la novela de William S. Burroughs, “Blade Runner: A Movie”– para ayudar a aumentar las ganancias. Philip K. Dick falleció poco antes del estreno de la película, pero pudo contemplar una copia de prueba que incluía 40 minutos de metraje.

 


«Blade Runner 2049». La nueva y esperada secuela del filme original incluye como principal sorpresa la no presencia detrás de la cámara de Ridley Scott, quien ha asumido labores de producción y ha delegado en Denis Villeneuve las labores de dirección. En una entrevista con “Deadline”, Scott dijo que su ausencia básicamente se debía a que estaba embarcado en la dirección de la secuela de “Prometheus” (“Alien: Covenant”) y zanjó la cuestión con un escueto «no puedo dirigirlas todas». Mientras tanto, el fotógrafo Roger Deakins, encargado de la visualización de la nueva entrega, explicó que la cinta del director Denis Villeneuve no sería propiamente una secuela: «Estamos tratándola como lo que realmente es, una película enteramente separada que existirá por su cuenta».

Bien sea por que Scott se encuentra inmerso en la revisión de su franquicia “Alien” o bien porque embarcarse de lleno en “Blade Runner” –cuya profundidad es mucho mayor que “Alien”– requería de mayor esfuerzo y una visión más novedosa, lo cierto es que la elección de Denis Villeneuve es todo un acierto.

El quebequés Denis Villeneuve pasa por ser un autor todoterreno que, en cada uno de los géneros que ha tocado, se esfuerza en imprimir su sello personal, el cual se traduce en dotar a sus personajes de un perfil muy estudiado y profundo e involucrarlos en una trama compleja y, a ratos, cruda y desasosegante. Curtido en el cine independiente, el salto a las grandes producciones fue propiciado en el año 2010 gracias al gran éxito que cosechó la desgarradora “Incendies”. Tres años después estrenó su primer largometraje estadounidense –“Prisioneros”– en el que participaron Hugh Jackman y Jake Gyllenhall, y la particular adaptación que hizo de la novela de José Saramago “El hombre duplicado” que, nuevamente protagonizada por Gyllenhall, llevaba por título “Enemy”. Posteriormente llegarían “Sicario” (2015) y “La llegada” (2016). Este año su gran actividad fílmica le ha llevado a embarcarse en tres producciones: la nueva versión de “Dune”, “The Son” y “Blade Runner 2049”.

El relevo de Harrison Ford. “Blade Runner 2049” cuenta con un reparto estelar que incluye, además de las obligadas presencias de Harrison Ford y Edward James Olmos, a Ryan Gosling, Ana de Armas, Jared Leto y Robin Wright. La acción transcurre treinta años después de lo acontecido en el filme original y muestra un mundo donde «las cosas han empeorado, los personajes están más aislados y el entorno es todavía más tóxico», ha afirmado su protagonista, Ryan Gosling, quien ha certificado que el nuevo largometraje «continúa la narrativa» del original de Ridley Scott, que «dejaba muchas preguntas abiertas».

Gosling da vida al oficial K, un nuevo blade runner del departamento de Policía de Los Ángeles, que inicia una investigación que le lleva a «hacerse muchas preguntas, algunas relacionadas con su propia identidad, tal como pasaba en la primera parte. Mi personaje se toma de manera muy personal la investigación», ha añadido el actor y, en su búsqueda de la verdad, se encuentra con Rick Deckard (Harrison Ford), antiguo blade runner que lleva desaparecido treinta años.

¿Es Rick Deckard un replicante? Denis Villeneuve ha aclarado que es una película «negra y detectivesca» como la primera, en la que se siguen las evoluciones de un policía que inicia una investigación que le llevará a «soñar con un mundo mejor». Si el filme de Scott ya era oscuro, la secuela promete serlo todavía más porque «las cosas han ido a peor en estos años» y la película muestra «un ecosistema que ha colapsado», según Villeneuve. «Estamos viviendo en un mundo con mucha oscuridad. Un mundo en el que parece que no hay esperanza, y la película es una extensión de esa realidad», ha agregado. El realizador ha reconocido que llevar a cabo una segunda parte de una obra maestra como esta es un proyecto arriesgado en el que «las posibilidades de éxito son muy pocas, porque nadie va a ver la película en sí misma, sino que todo el mundo va a comparar los dos filmes». No obstante, admite finalmente, ha aceptado este difícil reto «por amor a la primera película» y la ha creado «con total libertad» y «sin intentar agradar a nadie». En cuanto a una de las grandes dudas que dejaba sin resolver el filme original –la pregunta de si es Rick Deckard un replicante–, Scott ha vuelto a recordar que para él siempre lo fue: «En realidad –ha afirmado– Harrison Ford estaba con la idea de que no lo era. Yo le dije: ‘Pero tienes que serlo, porque Gaff (Edward James Olmos), el que deja el rastro de origami en todos lados, te dejará un trozo pequeño de origami al final del filme para decir: ‘He estado aquí, la dejé viva y no puedo resistirme a contarte cuáles son tus pensamientos más privados. ¡Cuando estás borracho es un maldito unicornio!’».

Mientras continúan las elucubraciones en torno a lo que dará de sí “Blade Runner 2049”, Warner ha publicado en internet un excelente cortometraje prologado por Denis Villeneuve y que ha sido filmado por el hijo de Ridley Scott (Luke Scott). Titulado “2036: Nexus Dawn” da a conocer la nueva gama de replicantes Nexus-9 que han sido creados después de que se eliminara la prohibición impuesta en 2023 y sirve como tarjeta de presentación del invidente megalómano Niander Wallace, que ha sido encarnado por Jared Leto.