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SORBURUA

Cosecha de calabazas


Pasado ya el día de Halloween, con su tradición de fabricar linternas con calabazas simulando la cabeza de Jack Lantern y del uso de disfraces, sudarios y el resto de parafernalia comercial que acompaña al Día de los Muertos, podemos dedicar nuestra atención a las calabazas, unos frutos ricos en vitaminas, carotenos, antioxidantes y fibra, sin proteínas pero sí agua (90%) y azúcares.

La gran calabaza o “calabaza vasca”, como se la denomina en algunos lugares, es de color naranja y de tamaño grande. Es la que se comía hasta el hartazgo en sopas o purés en nuestros caseríos durante el invierno, para acabar por compartirla con el cerdo familiar. Hay otras variedades, como la Butternut o mantequilla de cacahuete, que es amarilla, de piel dura y su carne recuerda al sabor del cacahuete. La Potimarron tiene forma de pera anaranjada, es de consistencia seca y tiene gusto a castaña. Su piel es fina y se cocina asada. Por su parte, la calabaza “Cabello de ángel” es redonda, de piel clara con manchas verdes oscuras. Su pulpa es blanca y con muchas hebras, y se utiliza para preparar un dulce muy popular como relleno en pastelería. La calabaza moscada tiene la piel muy dura, acanalada y color verde oscuro, contiene mucha agua y tiene un gusto ligero a nuez moscada. Muy bonita es también la llamada “Turbante de Aladino”, procedente del Caribe, donde se cocina por su consistencia harinosa y azucarada. Consta de un pie en forma de media esfera sobre el que lleva un sombrero verde, rojo y blanco. Se suele utilizar como centro de mesa decorativo.

Para conservar las calabazas hay que dejarlas que lleguen a su madurez en el huerto. Luego, cortaremos el pedúnculo con un trozo pequeño de rama sin romperlo, porque si el pedúnculo se rompe del lado del fruto, hay que consumir la calabaza durante los días siguientes. Las dejaremos secar bien y pondremos al sol durante unos días la parte que tenga poco color. A continuación, las depositaremos sobre una rejilla en un lugar aireado (10 y 15 grados de temperatura), bien separadas entre ellas. Les daremos vueltas de vez en cuando y, si observamos un principio de podredumbre, cocinaremos enseguida la parte sana. Así se pueden conservar hasta febrero, aunque las variedades verde azuladas, como tienen la piel más dura, se conservarán hasta marzo o abril.