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ARQUITECTURA

Jane Butzner, conocida como Jane Jacobs


Jane Butzner (1916-2006), más conocida como Jane Jacobs, seguramente pensó que el destino le estaba jugando una broma pesada cuando supo que el Ayuntamiento de Toronto pretendía hacer pasar una autopista de cuatro carriles precisamente por la mitad del pintoresco y acogedor barrio residencial de The Annex, al que acababa de mudarse. Es de suponer que, tras la primera impresión y sensación de hastío, Jacobs se arremangó la camisa y buscó el teléfono del centro comunitario más cercano para apuntarse al comité anti-autopista existente y, si no lo había, crearlo ella misma. No en vano se había pasado los últimos diez años luchando contra las excavadoras y bolas de demolición que pretendían hacer pasar la Quinta Avenida a través del barrio neoyorquino de Greenwich Village.

Ella y su marido habían comprado una vivienda de ladrillo rojo y porche blanco en el número 69 de la avenida Albany y pretendían empezar una nueva vida junto con sus tres hijos, lejos del bullicio de Nueva York y del reclutamiento de la Guerra de Vietnam. La pugna por salvar el espíritu del Village había enfrentado a Jacobs nada menos que al todopoderoso Robert Moses, quien era el espíritu del hormigón y el acero hecho carne en la América de la posguerra. Eso, y el temor al reclutamiento forzoso de sus dos hijos, motivaron a Jacobs a emigrar a Canadá en 1968, después de que se la arrestara por incitar, según la Policía, al desorden público en una vista pública sobre la autopista del Bajo Manhattan a la cual Jacobs se oponía.

Jacobs era una figura totalmente incómoda para el establishment. No tenía formación específica, no era arquitecta o urbanista, no provenía de una familia acomodada, era mordaz, inteligente y buena comunicadora y, lo peor de todo, era mujer. Había emigrado a Nueva York siendo una adolescente junto a su hermana, y poco a poco fue progresando en distintos puestos de trabajo hasta que consiguió ser editora de la revista “Architectural Forum”, dedicada a la crítica arquitectónica. Desde esa atalaya, “escopeta” en mano, Jacobs se dedicó a cazar las tórtolas que todo el mundo creía cisnes. En su libro de 1961, “Muerte y vida de las grandes ciudades” (1961), ella dejaba clara su postura: «Este libro es un ataque contra el actual urbanismo y la reconstrucción urbana». Con “actual urbanismo” Jacobs se refería a ese urbanismo que había vaciado el centro de las ciudades de Estados Unidos y había creado una marea de barrios residenciales a las afueras. Ese urbanismo “ortodoxo” llegaría más lejos aún e intentaría hacer tabula rasa con ciertos barrios céntricos que no se ajustaban a los preceptos estéticos y funcionales, cometiendo “pecados” como mezclar usos residenciales y comerciales, crear manzanas pequeñas, tener edificios históricos o simplemente viejos. Y luego, claro está, el urbanismo ortodoxo pretendía que todo el mundo llegara a todas partes en coche, con lo que la ciudad venía a ser aquel espacio remanente entre carreteras.

En el libro de “Muerte y vida de las grandes ciudades”, Jane Jacobs elogió los barrios “degradados” y denunció los nuevos barrios “modernos”. A través de su trabajo en “Architectural Forum”, fue capaz de vislumbrar que esos barrios denominados “degradados” contenían mucha más vida en sus calles estrechas y con aceras repletas de personas que esos barrios “modernos” con sus torres de viviendas y parques amplios, siempre vacíos. Esa lectura era absolutamente innovadora en el momento, y le valió no pocas críticas. El modelo de barrio compacto y diverso, bello y orgánico que enarbolaba Jacobs es, hoy en día, algo que todo el mundo da por sentado, como un lugar apetecible para vivir: poder vivir en un sitio que tenga vida, comercio local, donde existan unas distancias que te permitan acceder a los sitios a pie, que tenga calles con viviendas a pie de acera, iluminadas y seguras… Eso nos parece algo deseable, tanto es así que Greenwich Village cuenta con el metro cuadrado de los más caros del mundo. Sin embargo, en los años 60, alguien decidió que era más apetecible una autopista en ese tejido urbano, para conectar el centro de negocios con la periferia residencial.

El año pasado se celebraron cien años del nacimiento de Jacobs, y este año se ha estrenado el documental “Citizen Jane”, celebrando la figura de esta activista. Del mismo modo, el primer fin de semana de mayo más de cuarenta ciudades organizan los llamados “Paseos de Jane”, coincidiendo con el cumpleaños de Jacobs, organizados por voluntarios que invitan a los ciudadanos a colocarse las gafas de pasta de Jacobs y recorrer sus ciudades y, tal vez, acabar organizando un comité anti-autopista.