IKER FIDALGO
PANORAMIKA

Memoria

Somos memoria. Nuestro paso por la vida crea un rastro inmaterial que pervive en las mentes de nuestro círculo social. Nuestra experiencia vital afecta a lo que nos rodea, así como las trazas de lo acontecido influyen en el devenir de nuestra manera de ver y comprender el mundo. Los modos hegemónicos tratan de soportar la estructura del discurso imperante. Eliminar cualquier rastro de subjetividad es garantía de dominación y de ocultación de lo diferente; por tanto, una manera de mantener un orden establecido que no admite en ninguno de los casos, una contestación a la rectitud que vertebra su identidad. El poso, el rastro, es entonces un componente activo del presente y se constituye como un espacio de reivindicación y lucha política. El arte es capaz de enarbolar un proyecto de resistencia simbólica a través de la creación de lugares comunes en donde el público encuentra aquello que parece condenado a desaparecer. Es entonces un campo de batalla desde el cual parapetarnos ante cualquier intento esterilizador de la memoria, un enclave de resistencia que merece la pena seguir sustentando.

La exposición que Ixone Sádaba (Bilbo, 1977) plantea en la bilbaina sala Rekalde hasta el día 14 de este mes nos conduce a través diferentes capas de un relato fragmentado que, sin embargo, termina por dotar a nuestra visita de una homogeneidad nada fácil de conseguir. El maduro trabajo de Sádaba transcurre entre la poética de la desaparición y un posicionamiento evidente y radical en el diseño espacial de la muestra. Paredes falsas, pladures y líneas divisorias de la sala han sido arrancados y serrados para componer desde una gestualidad cuyos restos se muestran visibles, adquiriendo un estatus escultórico que emite significado desde su propia presencia. Esto que parece ser una capa narrativa relativa únicamente al propio espacio contenedor, acaba finalmente por estructurar no solo el recorrido sino gran parte de la carga conceptual de la propuesta. El acto intencionado de desaparecer prende diferentes mechas, que acaban por converger en una sensación final que consigue evocar un sentimiento de empoderamiento desde el cual reivindicarnos sobre todo aquello que nos precede tanto cultural como políticamente. Varias piezas dejan un regusto exquisito por la calidad y sencillez del gesto que las compone. Un vídeo sobre los estudiantes de Ayotzinapa, en México, que solo puede verse cuando pasamos por delante de un sensor, aunque su audio nos acompañe en todo momento. Fardos del clausurado diario “Egin” archivados por fechas, fósiles realizados con papel de periódico o un vídeo en streaming de un paisaje urbano de Iraq son algunos de los inputs con los que nos podemos encontrar. “En este lugar, 138 veces” es, sin duda alguna, una de las exposiciones más recomendables para este recién estrenado 2018.

También el día 14 termina “Margaret Harrison. Diálogos entre el sexo, la clase y la violencia”, comisariada por Xabier Arakistain en el centro Azkuna. Margaret Harrison (Reino Unido, 1940) fue una de las fundadoras del London Women’s Liberation Art Group en 1970, y pasa por ser una de las creadoras feministas pioneras en Europa. Su trabajo de gran carga política, es una continua mezcolanza de los resultados plásticos y su implicación militante. Esta cercanía de lo creativo con lo personal se hace tremendamente evidente en varias de sus producciones en las que lo expuesto aparece como un resultado tangible de procesos mucho más complejos. La exhaustiva retrospectiva se divide en doce salas desde las que se abordan cuestiones que sustentan el pasado de Harrison y que actúan como puntos de llegada desde los que conocer en profundidad su vasta producción.