IKER FIDALGO ALDAY
PANORAMIKA

Lenguajes

En varias ocasiones hemos reflexionado sobre la importancia del espacio expositivo como parte imprescindible del compendio total del proyecto creativo. Los lenguajes que se utilizan en la muestra, tan trabajados en la museografía e incluso en la curaduría, revelan condiciones y características que codifican la relación con el público. Por otro lado, la hibridación disciplinar acarrea consigo la disolución de fronteras que en otro momento parecieron infranqueables, componiendo nuevos espacios de diálogo y formas de mirar. El montaje de una muestra, dentro de las líneas habituales impuestas por la pared blanca, supone un dispositivo que nuestra educación visual interpreta como contemporáneo.

Antaño reservadas para las grandes disciplinas del arte, no es difícil encontrar procesos que han sucumbido ante la evolución lógica de la creación en la que las distancias entre pintura, ilustración, diseño o cómic ya no son tan diáfanas. Pero no solo desde un punto de vista meramente formal o material, sino por el propio tratamiento que la institución les profesa. Los compartimentos no son estancos –como no lo es tampoco el proceso creativo– y uno de sus atractivos reside en conseguir que cada pilar que parecía inamovible pueda llegar a tambalearse para volver a construir sobre las capas de sedimento.

El polvorín de la ciudadela de Iruñea alberga entre sus paredes una copiosa exposición del pintor navarro Carlos Puig Ayestaran (Iruñea, 1970). “Excursiones”, que se inauguró el pasado 16 de marzo, aglutina bajo su título diferentes ramas del desempeño de Puig que de una manera o de otra acaban confluyendo. Mientras, por un lado, siete óleos en los que aparece representada la naturaleza de reconocibles parques de la capital navarra ejercen su defensa de la pintura más canónica, el acrílico sobre papel toma partido desde “polípticos” que componen imágenes de gran tamaño. Por último, una pared compuesta por 40 gouaches que dan vida a una novela gráfica escrita por el propio autor titulada “Un pajarero en la guerra”, cierra el abanico técnico que nos ofrece hasta el 6 de mayo. Aunque con texturas y acabados muy diferentes entre sí, subyace un estilo reconocible, una paleta identificable en su conjunto y una pincelada tosca que, sin embargo, denota un loable control técnico.

La cuarta planta del edificio Tabakalera de Donostia, a raíz de la relación entre Kutxa Kultur y Katapulta plataforma, recibe hasta el 15 de abril el trabajo de Xabier Anunzibai (Beasain, 1985) que con el título “Bilduma-Colección” apuesta por una nutrida representación de su desempeño creativo. Conocido como “XTRM” por su faceta ligada al arte urbano, el quehacer de Anunzibai siempre ha destacado por una manera propia de trabajar en la que la experimentación de elementos tridimensionales y un trazo identificable cuya apariencia diluida dota a sus piezas de una gran expresividad.

En esta ocasión encontramos una convivencia de formatos, pequeñas series, documentación fotográfica de murales y paredes e incluso un intento de expandir el espacio expositivo a través de la lectura de códigos QR que nos transportan a animaciones y enlaces de vídeo. De cualquiera de las maneras, hasta en las propuestas en las que diferentes capas de madera, metacrilato o listones se asemejan a una suerte de bajorelieves, la bidimensionalidad no se abandona, como una fidelidad a la génesis del trabajo de pared que se encuentra directamente con la mirada que la interpela.