IKER FIDALGO
PANORAMIKA

Caras

En varias ocasiones hemos intentado lanzar desde estas líneas pautas que nos permitan acercarnos a herramientas analíticas que favorezcan nuestra relación con el arte contemporáneo. Partiendo del entendimiento de la cultura como una necesidad social y, en concreto, del arte como una expresión inherente a las maneras de relacionarnos con nuestro mundo, procuramos proponer una visión crítica al sistema que lo conforma. Este gran saco en el que somos capaces de incluir tanto el mercado especulativo, los movimientos autogestionados, los programas institucionales y la precariedad de los profesionales del sector, requiere de diferentes lecturas que nos permitan decodificar las capas sobre las que se desarrolla. Por tanto, podemos imaginar el sistema del arte como una figura geométrica compuesta por diferentes caras. Cada una de ellas es una superficie válida por sí misma, pero formando parte de un todo compartido. Por eso, detrás de cada exposición se dan mecanismos de poder, gestiones políticas de fondos públicos, espacios para la reflexión conceptual, contacto con el desarrollo formal y, por supuesto, una oportunidad como público de exigir y valorar una cultura afín a las necesidades de nuestra sociedad.

El Museo Guggenheim de Bilbo expone hasta el 10 de junio “Espacios Entrelazados” de la artista guipuzcoana Esther Ferrer (Donostia, 1937). Estamos ante una de las creadoras más relevantes de nuestro contexto y, ante todo, un referente mundial del arte de acción y de la performance. Durante treinta años (1966-1996) formó parte del grupo Zaj, junto al recientemente desaparecido Juan Hidalgo entre otros, cuyas principales influencias tenían que ver con el zen, el grupo Fluxus, el neodadaísmo y el pensamiento de John Cage. Posee entonces una vastísima trayectoria siempre coherente, con las dificultades añadidas de su condición de mujer artista y todo lo que esto supone para los espacios de legitimación. A pesar de lo que pudiera parecer, no se trata de una muestra retrospectiva con una línea narrativa temporal. La sala 105 reúne once instalaciones, entre las que encontramos algunas realizadas a finales de los años 70 junto con otras de reciente factura. Algunas de ellas además eran inéditas hasta ahora pues solo existían en forma de maqueta; otras son revisiones para su exposición actual y otras, en cambio, desaparecerán con el cierre de la sala el día 10 pues solo quedará el poso de la documentación. El humor y la interacción con el público atraviesan los trabajos de Ferrer. Desde una distancia respetuosa con las posibles interpretaciones que pudieran suscitar cada una de sus propuestas, evita caer en la figura paternalista del artista que explica o dirige la mirada sin lugar a espacios no controlados. La silla aparece una vez más como elemento recurrente, capaz de evocar la ausencia de un cuerpo que se para por un momento a formar parte del espacio que lo rodea. Dejarse envolver por esta experiencia requiere de una actitud más cercana a vivir cada una de las piezas que a situarnos en una posición meramente contemplativa. Sea como fuere es una gran oportunidad para disfrutar de una artista cuya producción goza aún de un gran estado de forma.

Por otra parte, el centro BilbaoArte y su programa expositivo dedicado a los becados de su convocatoria de residencias acoge hasta el día 15 de junio el trabajo de Ion Macareno (Barakaldo, 1980). “Displacement” fue inaugurada el pasado 18 de mayo y recoge el interés del autor por las arquitecturas urbanas y la reinterpretación de los espacios públicos por los flujos que los habitan. La producción virtual y en 3D salpica esta muestra, cuyo denominador común es la presencia de lo escultórico.