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ARQUITECTURA

Una caja flotante


Lisboa es una ciudad topográfica que se escalona sobre varias colinas para que toda la ciudad mire al Tajo, justo allí donde deja de ser río para transformarse en océano. Una de esas laderas está ocupada por el barrio de la Alfama, un sitio de origen árabe que parece pegarse a la abrupta topografía para disfrutar de las vistas del estuario del Tajo. Al pie de esa colina, el suelo se vuelve horizontal generando una plataforma, también horizontal, que a principios del siglo XX daba servicio a uno de los grandes muelles mercantes de la ciudad.

Sobre esa explanada, el edificio de la nueva terminal de cruceros de la capital portuguesa se asienta como un pequeño cofre, como una pieza escultórica que se hace eco de esa urbe escarpada, hacia la que vuelve la mirada, construyendo sobre su cubierta un pequeño anfiteatro que aparentemente da la espalda al río y mira hacia atrás, hacia la ciudad.

La nueva terminal es una construcción compacta. De hecho, fue la propuesta con el edificio más pequeño de los presentados al concurso internacional del año 2010, donde el estudio de João Luís Carrilho da Graça resultó vencedor. La obra responde así, mediante ese volumen simple, al deseo de liberar el área que le rodea para el público en general.

Es un objeto arquitectónico que se inserta sobre un amplio estacionamiento al aire libre y remata la infraestructura de un estanque de tormentas mientras gestiona la salida del agua de Lisboa en función de las mareas. Contenida entre las paredes del antiguo muelle del Jardim do Tabaco parece no tocar el suelo, convirtiéndose en una pieza abstracta entre los árboles del parque y del bulevar que ahora habitan este tramo del frente del río.

Al elevarse del suelo, la pieza parece levantar también el espacio público junto con ella misma, transformando sus cubiertas en una topografía que, a modo de terrazas, se abre como un mirador sobre el paisaje que se construye entre el río y la ciudad. De ese modo, el edificio parece en ocasiones una de las balsas transbordadoras que conectan y ponen en valor ambas realidades, igual que las que antes conectaban ambas riveras del Tajo.

El programa real de la terminal se encuentra bajo esta cubierta, bajo esa orografía elevada se sitúa un aparcamiento subterráneo conectado al parking al aire libre. Y se organizan también los usos propios de la terminal, tales como la gestión de equipajes, la tramitación o la zona de reclamaciones. A nivel del suelo, en la planta de acceso peatonal, se distribuye el área de pasajeros, con los ámbitos de check-in, sala de espera, sala VIP, espacios comerciales o la cafetería de acceso público.

En el nivel superior, se han dispuesto una serie de espacios flexibles, que permitirán la evolución futura de la terminal, espacios en los que poder organizar eventos de otra naturaleza, desligados de los usos de la estación marítima, que tienen lugar fuera de las horas y de los días de uso estándar del edificio.

Esta pieza, que alberga el programa de la terminal de cruceros, está construida con una estructura realizada con hormigón armado combinado con corcho. Una solución desarrollada específicamente para aligerar el peso del edificio, un peso limitado por los cimientos preexistentes. Una solución que, además, aporta al proyecto de Carrilho da Graça una materialidad única que cambia la percepción del hormigón tradicional, cuando esa masa se ilumina bajo la luz de Lisboa reflejada en el estuario.

En movimiento. El edificio, prácticamente ciego en el lado del río, se presenta como un discreto zócalo pedregoso del lugar, que se pliega hacia la tierra lo suficiente como para señalar sus puntos de acceso. El inmueble de la terminal media las relaciones visuales entre sus usuarios y el río, y también entre los usuarios y la ciudad; se usa casi siempre en movimiento, caminando a lo largo de las pasarelas, de las logias que dan acceso a los barcos o desde éstos para descender directamente a la ciudad. Pero ese bloque abstracto apoyado en la rivera del Tajo también se disfruta caminando por su azotea, ofreciendo imágenes sorprendentes de la ciudad, fotografías que cuentan esa Lisboa apoyada sobre las colinas.