03 NOV. 2019 gastroteka Bacalao, uno grande y libre MIKEL SOTO Por razones de alegría de vivir e higiene mental suelo procurar escribir más a favor que en contra pero, a veces, los súbditos del Reino de España encontramos personajes e ideas tan estúpidamente numantinas que es imposible resistirse a escribir sobre una nueva idiotez. Xavier Domingo, fallecido gastrónomo y periodista catalán del “Diario 16” rescatado para “El Mundo” por Pedro J. Ramírez, se me presentó con sus teorías gastronómico-imperiales cuando todavía jaurías de policías armados seguían tratando de actualizar en las indómitas calles de Barcelona la propuesta de la progresía española para Catalunya, tan claramente formulada por don Manuel Azaña: «Una persona de mi conocimiento asegura que es una ley de la historia de España la necesidad de bombardear Barcelona cada cincuenta años». En el libro “Cuando sólo nos queda la comida”, Xavier Domingo se arranca por bulerías afirmando que «el bacalao es un argumento político de primera magnitud. El bacalao es, en efecto, la única prueba tangible, concreta, real y sobre todo cotidiana, de la existencia de una unidad española. (...) Así, si la historia de la presencia del bacalao en todos los fogones de España reduce a la nada cualquier argumento separatista, impone al mismo tiempo como un hecho la naturalidad de unas autonomías internas por las que el zamorano tiene tanto gusto como el catalán, y el malagueño no menos deleite que el vasco, el gallego, el canario o el cacereño». Brutal. Apuntaba maneras cuando en la presentación de su libro dijo que su arroz con kokotxas «mejora la receta de Juan Mari Arzak, que es con almejas y que siempre quedan correosas». A favor de Domingo hay que decir que, en 1983, tras escribir un insultante artículo sobre Euskal Herria, fue capaz de unir a PNV, Herri Batasuna y Euskadiko Ezkerra de Donostia para retirarle el Tambor de Oro, que en un alarde de aldeanismo se le había concedido dos años antes. Realmente es fascinante e inquietante comprobar el parecido de todas estas bravatas filosófico-humorísticas pasen siglos o décadas. Si no habéis leído los “Cien argumentos para una España unida” publicados por “ABC” en 2014, por favor, dejad de leer esto e id a Google. Las propuestas para seducir independentistas van desde el «no nos viene bien» a apelaciones patrióticas que harían sonrojar a un shurmano del tipo «pese a la insistencia del nacionalismo en laminar cualquier expresión popular que suene a España, Cataluña comparte con el resto del país un acerbo común, que se expresa en múltiples campos, entre ellos el de las peculiaridades de la gastronomía local que se funden en un gusto compartido, con platos que viajan de una a otra región». El esperpento. Parece que están buscando mayorías parlamentarias en nuevos bacaladeros de votos confiando en que la Guardia Civil es la salsa verde que mantiene unida a la patria, amenazándonos siempre con procesarnos a los independentistas por pertenencia a brandada armada bajo la dictadura de un nuevo bacalaudillo. Uno no se puede tomar en serio intelectualmente a esta gente; militarmente sí, por desgracia. Antes de que nos hagan el jaque mate de recordarnos que Cataluña no puede decidir su futuro porque el Quijote pasa por Barcelona, mejor recomendarles el libro “El bacalao: biografía del pez que cambió el mundo”, del apasionado amigo de los vascos Mark Kurlansky. La erudición con la que el estadounidense nos muestra el universo gastronómico, histórico, antropológico y económico del gadus morhua es abrumadora pero me quedo con un proverbio cubano perfecto para retratar a la sempiterna caterva de supuestos progresistas españoles: “Te conozco, bacalao, aunque vengas desfrazao”.