22 DIC. 2019 PANORAMIKA Límites IKER FIDALGO ALDAY Desde la llegada del conceptual, la definición de arte parece mantenerse como una de las conversaciones más recurrentes. Los lenguajes, en ocasiones complejos, así como las estéticas fuera de los cánones habituales, han alimentado esta distancia entre un sector escéptico del público del arte. Esta condición ha hecho que entendamos dentro de los propios circuitos de exhibición la entrada de otras disciplinas que, a priori, no estaban contempladas entre la presencia de las áreas clásicas como la pintura o la escultura (y más tarde, la fotografía). El diseño en general y varias de sus ramificaciones, industrial, gráfico o de moda, han ganado terreno en el territorio más elevado del arte contemporáneo hasta alcanzar ciertos estatus de los que antes solo se aprovechaba la creación artística. La obra única y original o la autoría ensalzada a través de la firma, eran códigos que pertenecían a un lugar que poco a poco ha ido abriendo sus fronteras. Sin embargo, en ocasiones parece olvidarse que una de las principales diferencias entre diseño y arte es la funcionalidad. El primero no se debe a nada y es autorreferencial (habla desde y para sí mismo). El segundo, por contra, conlleva una necesidad de uso para que dé sentido a su existencia. Esto aporta una riqueza inapelable que tiene que ver con la experiencia del objeto diseñado en la vida cotidiana, terreno al que a la creación artística le cuesta mucho más llegar. Cuando el diseño abandona el carácter práctico, comienza a hablar con otros símbolos que lo alejan de su cualidad diferenciadora. El Centro Internacional de Cultura Contemporánea Tabakalera de Donostia inauguró el pasado 21 de octubre “Orain diseinua! euskadi eta industria”. De marcado carácter territorial, este proyecto estará disponible para ser visitado hasta el próximo 9 de febrero. Organizada en cuatro apartados, pretende crear una línea cronológica del diseño en nuestro contexto desde finales del s.XIX hasta la actualidad. La presencia de la empresa como facilitadora de este desarrollo es una de las líneas narrativas principales de la compilación. De hecho, 40 empresas participan en esta muestra y se nutre también de cesiones de piezas pertenecientes a diversas colecciones que completan los 120 elementos que componen el recorrido. Ya en la sala, nos enfrentamos a un montaje clásico dominado por una iluminación puntual que nos conduce a través de diferentes áreas. En una mirada, podemos pasar de observar latas de confituras, una motocicleta, vestidos tradicionales o una grapadora. Encontraremos también una nutrida representación de la industria armamentística desprovista de cualquier revisión crítica, con la exposición de pistolas semiautomáticas o revólveres así como herramientas y manillas, diseño textil o maquetas de autobuses. No deja de ser algo extraño este intercambio de papeles en el que los objetos, desvinculados de cualquier vivencia a la que podrían asociarse, se encuentran en el lugar del arte. Si la funcionalidad es característica de su razón de ser, la vitrina iluminada los hace parecer ajenos a nuestro día a día, carentes de cualquier pátina de vida. Son todos ellos los que ocupan ahora la parte alta de la peana y el público asiste para valorar desde el estrato de lo estético elementos cuya labor ha estado muy lejos de contribuir al espacio poético del arte. El Museo de Bellas Artes de Bilbo expone dentro de su programa “La Obra Invitada” una pieza de la colección del Museo de la Moda de París, perteneciente a la firma japonesa Comme des Garçons, dirigida por la diseñadora Rei Kawakubo. Hasta el 19 de abril del próximo 2020, este programa, patrocinado por la Fundación Banco Santander, expone un trabajo de Kawakubo, conocida por la tridimensionalidad de sus creaciones entre otras muchas cuestiones. De nuevo, será nuestra propia experiencia la que nos proporcione las herramientas suficientes para valorar el papel institucional ante determinado tipo de contenidos.