22 DIC. 2019 ARQUITECTURA Un asentamiento museográfico IÑIGO GARCÍA ODIAGA El estudio de arquitectura Carmody Groarke ha inaugurado un nuevo museo para albergar una colección de barcos de importancia internacional, a orillas del lago Windermere, en el Parque Nacional Lake District, al norte de Gran Bretaña. El nuevo edificio incluye espacios de exhibición para la presentación de barcos de vapor, lanchas a motor, yates y otros barcos, contando además la historia de su construcción y su singular uso en el propio lago. El proyecto, que fue adjudicado a Carmody Groarke a través de un concurso internacional abierto, había sido organizado por el Royal Institute of British Architects. Un muelle que se adentra dentro del museo permitirá la observación de las embarcaciones en el agua, y un pequeño astillero local reutilizará una planta de extracción de grava histórica, que ahora se integrará en el museo, continuando la vida laboral del lugar con un programa activo de conservación de botes. Gracias a la fragmentación del programa del nuevo equipamiento en diferentes edificios, la experiencia del visitante se relaciona más directamente con el paisaje del parque, lo que crea una fuerte conexión entre los visitantes, los barcos y el agua. El espacio intersticial entre las diferentes piezas se convierte en fundamental para proporcionar una reinterpretación del paisaje del lago y, por lo tanto, de ese lugar tan pintoresco. Frente a un gran edificio individual y unitario, ese conjunto de edificios más pequeños –todos ellos de la misma familia y de tamaño cuadrado– crean una escala más adecuada con su contexto. Además, esa fragmentación permite que el museo se adapte mejor al lugar, aportando una fuerte relación topográfica con la tierra y el agua. El muelle, que permite que las aguas del lago se adentren en el edificio, forma la pieza central y lleva, por lo tanto, el lago al corazón de la experiencia museográfica al presentar la colección naútica al nivel del agua, es decir, en uso y no como simples objetos decorativos. El resto de las construcciones que conforman la ruta del visitante contienen la entrada principal, las galerías de conservación, el centro de interpretación, un área educativa y la cafetería. Esos cuatro edificios anexos se agrupan alrededor del muelle húmedo, pero se levantan sobre un podio de hormigón para evitar el riesgo de inundaciones. Únicamente el taller de conservación de embarcaciones, que aprovecha una antigua construcción que extraía grava para construcción desde el fondo del lago, se ubica más cerca del nivel del agua formando un patio de trabajo. El lenguaje arquitectónico del museo se caracteriza por la tipología vernácula de la región, de volúmenes compactos rematados con una cubierta a dos aguas. Tomando, por lo tanto, como referencia los aleros pronunciados que alejan la lluvia de la fachada, así como la geometría de los pabellones agrícolas e industriales más arquetípicos del entorno del lago. Siguiendo esas formas de construcción familiares, pero reinterpretadas mediante una tecnología actual, los nuevos pabellones extienden los espacios interiores del edificio hacia el exterior gracias al vuelo de las cubiertas, generando unas áreas de refugio frente al duro clima de la región. Internamente, cada edificio está organizado con una gran sala principal orientada al centro del lago, con los espacios auxiliares a la espalda, de modo que quedan equilibrados por el dosel exterior dentro de una composición que hace gala de una sección asimétrica que vincula la arquitectura con la lámina de agua. De este modo, el museo, que es visible desde todos los lados, desde la tierra y el agua, así como desde varios puntos elevados cercanos, ofrece siempre una imagen construida por la acumulación de las diferentes piezas. Por lo tanto, las cubiertas y las fachadas son claves y de igual importancia a la hora de resolver la presencia material del edificio frente al paisaje del lago. El cobre oxidado en negro se usa como material principal, para que otorgue consistencia al conjunto, ya que al resolver tanto las cubiertas como la envolvente de los edificios, estos trabajan como un todo coherente y unitario. Una aldea al borde del lago. La maleabilidad y ductilidad de las láminas de cobre permite que se doblen y adapten como un papel plegado, que se sujeta a la envolvente con un patrón regular de fijaciones de latón que le da una textura única a la piel de esos volúmenes, que se ve reforzada por la pátina provocada por el clima y el paso del tiempo. Las ventanas y puertas de grandes dimensiones permiten que los botes se muevan fácilmente entre el exterior y el interior, generando además una senda de conexiones que parece coser claramente los diferentes pabellones que forman el museo. La clara expresión tectónica del revestimiento de cobre genera, junto a la adición de las diferentes piezas, más que un edificio, un paisaje edificado, una especie de aldea al borde del lago. Un asentamiento que, a pesar de su juventud, parece llevar inserto en ese paisaje una eternidad.