No sobra nadie
En los tiempos que corren, parecen cada vez menos apreciados los discursos disidentes, aquellos que nos contradicen o nos cuestionan. Cuando bajamos a la realidad, cabría decir que somos “nosotros” porque no somos “vosotros”, y viceversa. Parece una perogrullada, pero diferenciarnos en esas dos personas gramaticales tiene un efecto inmediato en nuestro pensamiento: excluye de nuestra mente el concepto de un “Nosotros” amplio que aúna esas dos facciones que nacen de las diferencias.
Cuando nos sentimos cuestionados, es extremadamente fácil que creemos un “nosotros” con minúscula, más restrictivo, excluyente. Lo curioso de cuando hacemos esto es que primamos nuestra incomodidad. Si me molesta, ya no me gustas, y ya no te quiero cerca (¿les suena a los padres?). A partir de entonces, ya no importan los retos que “Nos” incumben sí o sí, por no hablar de recordar lo que “Nos” unía antes de que “Nos” incomodáramos.
Tras la escisión, aquellos retos no desaparecen, si acaso no los miramos cuando los sustituimos en nuestra atención por estos rechazos, aquellas acusaciones, aparentemente más inmediatos, que nos estorban más ahora y que desafían artificialmente la identidad... Aunque los otros desafíen la salud, la existencia, el futuro. Queramos o no, en algún momento necesitaremos de nuevo el Nosotros. Entonces, nosotros tenemos que tomar iniciativa con “vosotros”. Para empezar, tendremos que miraros y hablaros de nuevo y, para eso, tendremos que deshacer el miedo que nos dais.
Con tal fin, será útil devolveros lo que os quitamos para convertiros en rivales, en alienígenas –y es que, a los humanos, nos asustan los diferentes–. Para escindiros en un “vosotros”, tuvimos que convencernos de que sentíais diferente, “No como nosotros”, teníais otras prioridades, otras costumbres, otros valores. Dedicamos tiempo a arrebataros, en nuestra cabeza, cualquier característica importante que se pareciera a las nuestras –y es que, en el fondo, sabíamos que nos parecemos tanto...–. ¿Y por qué lo hicimos con tanto ahínco si nos sabíamos similares en esencia? Sencillo: para no tener que hablar más, discutir, crear, flexibilizarnos.
Si os convertíamos en “vosotros”, ya no tendríamos que seguir esforzándonos en lidiar con nuestras diferencias –porque entonces eran “Nuestras”–, podríamos simplemente ejercer el poder sin remordimientos; podríamos expulsaros, manteneros a una distancia. Una vez que nos hicimos esto mutuamente, nos olvidamos de que una vez pertenecimos a un Nosotros; nos pareció imprescindible, aunque quizá fue una solución simplista, infantil, o adolescente a lo sumo. Impulsiva, totalitaria, parcial, negadora, y como en el chiste de la mecedora: que nos ha entretenido –y dolido– pero no nos ha llevado a ninguna parte, no hemos resuelto nada, al menos nada de lo importante. Alguien debe tomar la iniciativa, sin importar por qué no lo hemos hecho hasta el momento –nosotros y vosotros podemos esgrimir las mismas razones, lo que hace que la verdad sea una y al mismo tiempo aparentemente opuesta–, sin que el orgullo que nos separó en un primer momento siga chupando del bote de nuestra separación, de nuestro conflicto, sin darnos nada a cambio.
Sé que hay un riesgo al hablar así, desde lo que Somos con mayúscula, el riesgo de que el orgullo reaccione, os haga de nuevo desprestigiar las palabras, quitarles, como en un principio hicimos ambos, cualquier atisbo de apelación a nuestra esencia conjunta, cualquier esperanza. Pero ese orgullo no somos ni nosotros ni vosotros, ese orgullo no es más que miedo. Y el miedo, juntos, es menos miedo. Nuestra sociedad afronta muchos retos, cada vez mayores que el nosotros y vosotros, y mientras mantenemos las grietas, mientras seguimos aferrándonos a la diferencia y a la exasperación para hacer valer nuestra identidad –como individuos, como grupos–, esa grieta va creciendo en hambre y hondura, hasta que ya no importe quién era quién, Nosotros seremos quienes acabemos dentro.