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ARQUITECTURA

La frontera de vidrio


En el año 2014 el proyecto ganador de los Premios de Arquitectura Emergente fue una propuesta del estudio japonés Masuda + Otsubo. Una propuesta que entremezcla ingenio y sutileza, para rehabilitar una antigua vivienda. Un proyecto que podría pasar casi desapercibido dada su delicada ligereza. En comparación con la era en la que los ahora grandes maestros nipones Tadao Ando y Toyo Ito comenzaron sus carreras con una serie de diseños radicales de casas, Japón se enfrenta en la actualidad a desafíos que no pasan especialmente por la arquitectura. Con una tasa de natalidad en declive, una sociedad que envejece a un ritmo acelerado y una economía moribunda, los jóvenes arquitectos tienen menos oportunidades de poner a prueba sus ideas y habilidades en nuevos proyectos, por lo que cada vez más sus esfuerzos pasan por la rehabilitación o el diseño de interiores.

El elemento más significativo del proyecto de Masuda + Otsubo es un ventanal de acero más grande que el propio edificio que rehabilita. Normalmente, las ventanas están confinadas en la abertura de una pared o alojadas en el marco de un edificio, pero este proyecto no lo hace así, iniciando una nueva relación entre la ventana y el edificio.

Una gran cortina de vidrio cubre toda la fachada por lo que, literalmente, podría describirse como un muro cortina. Pero esta cortina diseñada a medida penetra los pisos, altera cualquier sentido de escala y desafía la noción establecida de ventana. Para empezar, la altura de la ventana ya no está nivelada con los pisos interiores. Cuando se abre la sección inferior de la ventana, no solo se abre la ventana del primer piso, sino también la mitad inferior del segundo piso debajo, justo por debajo del pasamanos que protege la caída de los habitantes de la casa.

Cuando alguien en el jardín observa a una persona dentro del edificio, esa ventana que se abre con esa desalineación crea un punto de vista inesperado. Esa separación formal respecto del edificio original, también se produce en la cubierta, donde el plano de la ventana se extiende verticalmente sobre el techo, cerrando y definiendo una terraza.

La antigua casa era la típica construcción de posguerra de un suburbio residencial de Tokio. El cliente, un cámara de cine que buscaba un estudio de arquitectura joven con nuevas ideas, descubrió a Masuda + Otsubo. Les pidió que convirtieran una casa de dos pisos en un estudio fotográfico. Gracias a su formación profesional, el cliente tenía una idea clara de la importancia de la imagen y el tipo de tratamiento interior que prefería. Paredes y pisos limpios, neutros, un espacio sin terminar, ocupado por sus muebles antiguos. La combinación del diseño contemporáneo poco ortodoxo y la sensibilidad más convencional del cliente convierte la casa en una especie de museo, de galería de arte abstracto, bañada por la luz natural de su envolvente vidriada.

Dado que el inmueble se iba a utilizar además de como vivienda, como estudio fotográfico, se eliminaron las paredes divisorias en ambos pisos para crear grandes espacios fluidos. Las tres fachadas del edificio existente están sujetas a diferentes tratamientos. Para el lado del jardín, se retiró la antigua fachada y la nueva pantalla de vidrio y la cortina tipo membrana se apoyaron desde el exterior contra la estructura de la construcción existente.

Vibraciones. Las sombras y reflejos ondulantes constantes crean un efecto vibrante por medio de la luz, tanto hacia el interior como hacia el exterior. Por el contrario, las ventanas a ambos lados del bloque son simples elementos fijos convencionales con marcos de acero. En el frente que da a la carretera, la fachada alude a su existencia pasada, con paredes pintadas de gris y los marcos de las aberturas anteriores. Sin embargo, en ese contexto suburbano, esa transformación de las fachadas genera una situación inquietante.

La transparencia y los grandes marcos de acero remiten a sus orígenes del movimiento moderno. Pero aquí la relación con la estructura existente es más posmoderna en su complejidad y contradicción, ya que al separarse del edificio muestra su independencia, pero al mismo tiempo su debilidad extrema.

Cuando sopla el viento, el edificio vibra débilmente como si estuviera respirando. Esa membrana es, de facto, un mecanismo arquitectónico frágil, una frontera que detecta y visualiza efectivamente los fenómenos naturales a través de un equilibrio constructivo basado en cuidadosos cálculos estructurales.