Placer femenino para enfrentar el patriarcado
«¡El placer femenino importa!». Este es un principio fundamental –y quizá no demasiado extendido– a asumir antes de adentrarse en esta edición especial sobre pornografía feminista. Hoy hablamos de sexualidad, de placer y, por supuesto, de feminismo. Desháganse de los prejuicios y den vía libre a sus deseos.
El porno es un arma demasiado poderosa para dejarla en manos de ellos», son palabras del filósofo Paul B. Preciado –antes Beatriz– reproducidas por la escritora y activista feminista Itziar Ziga durante nuestra charla sobre pornografía. Una conversación tan interesante como divertida en la que también reflexionamos sobre feminismo, placer, lucha y revolución. Abordamos la entrevista desde la necesidad de reinventar el concepto de pornografía. O por lo menos el concepto generalizado en buena parte de la sociedad. «La pornografía siempre se ha considerado en sí peligrosa, causante y reproductora del patriarcado y de violencia contra las mujeres», comienza Ziga para aclarar, acto seguido, que está «totalmente en contra» de esa «sobreculpabilización» que se hace hacia la pornografía. «Porque todo lo que nos rodea es patriarcado, es el elefante rosa en la habitación que afortunadamente ahora las feministas han conseguido que el resto de la sociedad lo vea. Como todo sistema de opresión, muchas veces no lo identificamos. En ese sentido, todo está impregnado de patriarcado. Hay un montón de mecanismos estructurales, sistémicos. Se considera que el patriarcado es una de las jerarquizaciones de injusticia y opresión más antiguas de la humanidad. Te aseguro que la pornografía llegó más tarde», explica.
Reivindica la genealogía de la crítica feminista en torno a los productos culturales en general y la pornografía en concreto y tira de ella para señalar que el problema de fondo con el porno es «lo enquistado que está el tema del sexo y la sexualidad». A su juicio, la sexualidad es otro campo importantísimo de dominación hacia las mujeres y también lo es de liberación. Por ello cree que hay que abordar el debate desde ahí y asumiendo que, cuando hablamos de pornografía, hablamos de ficción de sexo. «Como las comedias románticas son ficción de muchas cosas, como lo son los thrillers…», añade. Habla desde la experiencia como activista post-porno y defensora del principio “Do it yourself” (Hazlo tú misma). «Siempre fui una feminista pro-sex, antes incluso de descubrir de qué iba. Cuando yo me involucré en esto, hace unos 17 años, nos centrábamos mucho en la autorepresentación del sexo», relata.
La directora, productora y guionista de cine erótico Erika Lust, de origen sueco y afincada en Barcelona, también participa en nuestra invitación a reflexionar sobre la pornografía. Estudió Ciencias Políticas, Feminismo y Estudios de Género y en su carta de presentación cuenta que «cansada de la pornografía convencional que es machista y sin gusto, explotó en la industria para adultos en 2004 con el cortometraje independiente ‘The Good Girl’, una declaración de principios con mucho humor». A partir de ahí su carrera continuó cosechando éxitos y hoy día es una de las voces de referencia en esta industria.
Tratamos de empezar por romper ciertas ideas preestablecidas y preguntamos qué hay detrás de la asociación que se hace del concepto de pornografía con elementos negativos como estereotipos, violencia… «El problema es que las personas no prestan la misma atención y nivel de conciencia al tipo de pornografía que consumen que en otras áreas de nuestras vidas. Entonces, van a un motor de búsqueda donde luego encuentran sitios de pornografía gratuita, y gran parte del tipo de sexo que verán está centrado en el hombre, crea actitudes poco realistas hacia el sexo, no representan la diversidad de nuestros cuerpos y deseos, y el consentimiento generalmente está notablemente ausente. La gente piensa que la pornografía es solo una cosa, pero la pornografía no es un monolito y, ciertamente, no es solo el contenido que encontrarás en los sitios gratuitos como Pornhub», apunta.
Lust añade que «una de las creencias más importantes que debe convertirse en popular es que el trabajo sexual es trabajo» y reivindica la labor de estudios pequeños que están comprometidos con prácticas laborales justas y con garantizar que el trabajo sexual se realice en un entorno seguro. Todo ello con un punto de vista que rompa con una pornografía marcadamente patriarcal y ponga en el centro el placer femenino y la diversidad.
Romper con los clichés. La conciencia crítica hacia una pornografía mainstream que promulga valores claramente heteropatriarcales es la idea que hila la reflexión de ambas sobre el consumo de pornografía y las cautelas existentes en torno a este tema. Según relata Ziga, «si miramos desde los años 80, el principio de los 2000, hasta ahora siempre parece que la nueva pornografía es la que va a dañar a las nuevas generaciones. Siempre volvemos a la misma polémica: porque los menores hoy tengan acceso al porno a través de internet parece que surge de nuevo el alarmismo. Si el acceso a la pornografía a través de internet fuera a dañar su sexualidad irremediablemente, no tendríamos posibilidad alguna contra el patriarcado, y tenemos muchas». También incide en la influencia del cristianismo para considerar que la sexualidad es algo tan oscuro, tan incontrolable, que nos puede malograr sobre todo a las mujeres. «Nuestra sexualidad no queda malograda, no somos tan frágiles. Es lo que nos ha dicho la Iglesia Católica. Hay un punto peligroso en los nuevos alarmismos hacia esa nueva generación a la que yo veo tan feminista y tan cañera. Mejor que nadie sabemos las feministas que ninguna nueva tecnología que aparezca va a suponer que perdamos la batalla contra el patriarcado. Porque nunca nos hemos rendido», advierte.
En este contexto, la educación sexual se presenta esencial. «Si no existe, si se obvia ese tema y no se habla de ello, ya supone un tabú», indica Ziga. Cree que hay que naturalizar la curiosidad que traen las nuevas generaciones y poner a su alcance las herramientas apropiadas. «Tienen en las redes y en internet acceso a información y no solo a ese porno que supuestamente parece que va a malograr la humanidad para siempre y que es aberrante, también al feminismo y a todo lo que hemos hecho. Y ahí van a poder encontrar cosas maravillosas y que son liberadoras para todas. Por ejemplo, la crítica a la sexualidad subalterna de las mujeres. Han sido siglos de adoctrinamiento de que el sexo es malo, de quemarnos en las hogueras…», expresa. Cree que tanto ellas como ellos buscan sus propios descubrimientos. «Se apoyan mucho mutuamente. No piden ni permiso ni perdón, han pegado un cambio cultural como debe ser. Es positivo ofrecer una visión del sexo despatriarcalizada, feminista, celebradora y negociada en un sentido de no ficciones de violación por ejemplo», apostilla.
Erika Lust cree que la abundancia de pornografía gratuita existente en internet y el acceso con solo dos clics, unido a la falta de educación sexual integral, son problemas a tener en cuenta. «Los jóvenes recurren al porno en línea como su fuente de educación para responder a sus preguntas. Es muy importante darles a los niños y niñas una educación sexual completa y coherente que cubra la alfabetización pornográfica para que tengan las herramientas para ser críticos y conscientes de lo que están viendo. Deben poder diferenciar entre los tipos de pornografía y también comprender qué sexo con consentimiento, respetuoso e igualitario pueden disfrutar los adultos. Cuando tengan la edad suficiente, verán que cierta pornografía puede promover la igualdad de género, la intimidad, la diversidad, el consentimiento, la seguridad, el placer y la libertad y la exploración sexual», explica la guionista.
Cambiar la narrativa del porno. Esta conciencia crítica fue la mecha que encendió el interés de Lust por la industria pornográfica. «Me interesé por la pornografía cuando estudiaba Ciencias Políticas y Género en la Universidad de Suecia, y me presentaron el libro de Linda Williams ‘Hard Core: Power, Pleasure, and the Frenzy of the Visible’. Esto me dio una introducción más académica a la pornografía. Me mostró que, además de ser su propio discurso sobre el sexo y el género, también está indisolublemente vinculado a un discurso cultural e histórico más amplio que rodea la sexualidad en general. Sin embargo, me frustraba cada vez más la falta de una pornografía que me gustara, sentía que todo estaba hecho por hombres, para hombres. Quería ver algo que hiciera disfrutar. Algo donde podría verme a mí misma y a otras mujeres que sabía que me representaban. Nuestra agencia sexual, nuestro placer», declara.
Esta dominación es palpable en la propia industria pornográfica, aunque se van dando avances. Lust critica que los hombres continúan dominando muchas industrias, incluida la industria del cine, y relata su experiencia. «Al ingresar en la industria desde el exterior y expresar mi deseo de hacer algo diferente, enfocándome en el placer femenino, me recibieron con muchas críticas. Me dijeron que estaba perdiendo mi tiempo y mi dinero, que todo estaba hecho y que a nadie le gustaría ver algo diferente. Lo vi como un desafío: cambiar la narrativa en el porno. Quiero que las mujeres se sientan empoderadas para presentarse y abrazar su sexualidad, y ver pornografía que refleje sus deseos», expresa.
Reivindica la pornografía feminista, aunque advierte de la generalización o mal uso de este concepto. «Creo que ‘porno feminista’ nació originalmente como una etiqueta para explicar que lo que estás viendo está en oposición al porno dominado por hombres con una representación excesiva del placer masculino. Se utiliza para comunicar que los personajes masculinos y femeninos de la película son colaboradores sexuales igualmente importantes y para alterar los guiones sexuales que rodean la sexualidad femenina/masculina en favor de la expresión sexual realista», señala. Sin embargo, cree que el término “porno feminista” también se ha convertido en «una etiqueta muy general para todo lo que hace una mujer y ha perdido algo de significado. Las mujeres se consideran un nicho, por lo que nos etiquetan como ‘porno feminista’, ‘porno ético’ o ‘porno para mujeres’, lo que refuerza la idea de que realmente no somos ‘porno’», apostilla.
Sostiene que esto es también reflejo de la sociedad androcéntrica en la que vivimos: «Absolutamente todo está construido por la visión masculina y sus ideales, y esto también se aplica a las representaciones de sexo y sexualidad en el porno. La pornografía no existe en el vacío, es parte de un discurso sobre sexualidad, sexo y género y refleja a nuestra sociedad». Por ello, la labor de la pornografía feminista se centra en mostrar otras corporalidades ante ese espejo.
Reapropiarse del placer y su representación. ¿Y por dónde empezar? Pues ciertamente estamos ante una carrera de fondo en la que hay que conjugar libertad sexual, respeto, diversidad y placer. Promulgar esos valores son un buen punto de partida. De hecho, Ziga considera que «la pornografía es feminista desde que nos hemos reapropiado de ella y hemos considerado que todo era también nuestro». «Hemos sido siempre muy tenaces. A principios de los 80 había cinco directoras de cine porno feminista en EEUU, estaban muy aliadas entre ellas. Nuestra propuesta viene de hace mucho. Siempre hemos reinventado el porno, le hemos dado la vuelta, hemos reivindicado el orgasmo de las mujeres…», recuerda.
Lust también hace una acérrima defensa de que «¡el placer femenino importa!». Así, con signos de exclamación. «Debemos demostrar que el placer femenino no solo proviene del sexo penetrativo, sino también de los juegos previos, el cunnilingus o la estimulación del clítoris. La pornografía estereotípica en los sitios gratuitos retrata el placer femenino como secundario y muestra a las mujeres como un objeto sexual más para el placer masculino», sostiene. Relata que en su experiencia de mostrar que las mujeres tienen agencia sexual y pueden apropiarse de su placer en la pantalla, ha visto que más mujeres se suman y enorgullecen de mostrar su sexualidad.
No obstante, comparte absolutamente la idea de que quedan muchas barreras por romper en relación con la sexualidad de las mujeres y el placer. «Las mujeres que miran porno y se masturban todavía se consideran un tabú. Como mujeres, siempre nos han dicho que no deberíamos excitarnos con la pornografía. Pero las mujeres somos seres sexuales y podemos sentirnos excitadas por la representación del sexo en la pantalla tanto como los hombres. ¡Es totalmente normal y saludable mirar pornografía y darse placer! Es un acto de resistencia en un mundo que prioriza el placer masculino y la experiencia masculina sobre todo lo demás», defiende.
En la misma línea, Ziga aboga por seguir revolucionando mentes y rompiendo esquemas. «Me maravilla que, después de la lobotomía cultural que nos hicieron tras la Segunda Guerra Mundial, nos volvimos en poco tiempo locas, o feministas, o las dos cosas. El rearme del patriarcado fue muy bestia pero enseguida lo reventamos. Por eso reivindico las genealogías», expresa. Y termina con una reflexión que no podría poner mejor fin a estas líneas, para quien también quiera reapropiarse de ella: «La sexualidad es colectiva. Nos conecta con nosotros mismos y con la realidad. Nos conecta con el mundo».