Origen
El arte contemporáneo bebe directamente de aquellas herencias que a lo largo de la historia han ido alimentando la construcción de este estrato de la cultura. Las funciones del arte no han sido las mismas siempre y, según la época, ha ido variando su relación con la sociedad. Lo que está claro es que nuestra forma de relacionarnos con las imágenes y la construcción de piezas artísticas se ha moldeado según diversos factores que el relato de la historiografía en occidente ha establecido como una línea de puntos que podemos seguir fácilmente. Con todo, múltiples factores entran en el juego, económicos, sociales, políticos y un largo etcétera. Una de las losas que el arte arrastra es la cuestión de la originalidad. La necesidad de que cualquier propuesta sea única y diferente para ser considerada como tal. Si bien este discurso fue superado hace mucho tiempo, su vigencia pierde aún más valor en la época actual.
El presente de la comunicación desde el surgimiento de la red ha desmontado las viejas estructuras para un mundo que aún parece estar aprendiendo a encontrar su lugar en las nociones que tienen que ver con la autoría o la cultura de la remezcla. Ante la necesidad de la originalidad, debemos apelar a la noción de origen como el lugar del que nacen las cosas. De esta manera, podremos entender todo aquello que nos precede y al punto de partida de un sistema visual que nos ayuda a mirar el mundo. Conocer el pasado para imaginar el futuro.
Las pinturas negras de Francisco de Goya fueron pintadas entre el año 1819 y 1823 y sirvieron como decoración de los muros de la casa del pintor zaragozano en Madrid. Catorce murales que han trascendido como una de las series más icónicas y reconocibles de su producción. Enigmáticas y crudas al mismo tiempo, poseen una reconocible atmósfera de tintes oscuros y dramáticos. Con motivo de su 200 aniversario el pasado año, la sala Kubo Kutxa de Donostia recibe un capítulo de la itinerancia de “El sueño se la razón. La sombra de Goya en el arte contemporáneo”. Una propuesta expositiva que estudia la presencia de su influencia en el arte contemporáneo. Una búsqueda de resonancias, ecos y guiños que no hacen más que reivindicar la vigencia de uno de los personajes más relevantes de la historia.
Este legado no aparece únicamente desde referencias plásticas o formales, si no que existen temáticas y conceptos que se repiten a pesar de la distancia temporal. Más de cincuenta artistas componen el elenco invitado y más de 80 piezas realizadas entre 1960 y 2019 estructuran una colección que nos hará desgranar a Goya desde múltiples puntos de vista. Esto no es un homenaje, por lo que no veremos ensalzamientos a su figura, sino artistas y piezas con voz propia que no dudan en abrazar muchos de los hilos que el artista lanzó tras su fallecimiento. Nombres como Eva Lootz, Antoni Tápies, Alfredo Jaar o Cristina Lucas podrán disfrutarse hasta el próximo 12 de abril.
Por su parte, el Museo Guggenheim de Bilbo inauguró el pasado 14 de febrero una importante exposición en colaboración con la Tate Modern de Londres del creador danés Olafur Eliasson (Copenhague, 1967). Eliasson propone un juego escultórico en el que la percepción del público se entiende como un elemento central. Las variaciones lumínicas o la relación con la arquitectura son ingredientes indispensables en su propuesta. Para esta ocasión y hasta el próximo 21 de junio, podremos encontrar desde piezas procedentes de sus inicios como artista, a maquetas y modelos que sirven como estudios previos y trabajos fechados en el pasado 2019.