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Entrevista
mercedes de miguel

«No puedes gastar mucho dinero en una prenda cuando no le vas a sacar partido: es poco práctico, poco ecológico y poco de todo» - Mercedes de Miguel


Google Maps nos guía por una maraña de cruces, rotondas y accesos a polígonos industriales –con empresas abandonadas, muchas de ellas; en activo, otras–, después de habernos internado, dando un rodeo, por la gran zona comercial de Barakaldo. Como si esto fuera un viaje metafórico desde la Margen Izquierda del presente, de servicios y grandes superficies, a su activo pasado fabril. El punto en el que nos coloca la app es un antiguo barrio obrero que se alza como encaramado a una pequeña colina, a modo de atalaya. Estamos en el barrio Elgero de Sestao, a cuyos pies se despliega la vega del río Galindo. Distribuidos entre Trapagaran y Sestao, en esta llanura fluvial, situada en el corazón de la Comarca del Hierro, estaban enclavados los antiguos dominios de la Babcock&Wilcock, la potente sección de la multinacional norteamericana que dominó el sector de bienes de equipo durante casi un siglo, desde 1918 hasta 2011, cuando tuvo que echar el cierre.

No es difícil de imaginar cómo sería un día de labor aquí cuando los trabajadores de la zona –llegó a dar trabajo a 5.500 obreros– entraban en masa en las fábricas de “la Balco”, como se la conocía popularmente. Aquella actividad fabril ha dejado un importante patrimonio industrial echado a perder, como sucede en gran parte de este país, poco concienciado con la necesidad de preservar los recuerdos arquitectónicos de una época tan importante de nuestra historia.

Nos hemos perdido, evidentemente. ¿Cómo puede estar aquí el atelier de la diseñadora Mercedes de Miguel? En las imágenes que hemos visto de su empresa sí que se aprecia que ocupa una antigua fábrica, pero el interior es todo cristal y espacios amplios, tan elegantes como la propia diseñadora. Pues no, vamos bien. Giramos, y después de algunos titubeos, en uno de los antiguos edificios de “La Balco”, ahí está ella. Dice mucho de esta diseñadora de moda que optase por reconvertir este edificio, ubicado en un enclave degradado, para crear un producto como el suyo, tan rico –en tejidos, en colores...–, tan elegante y, a la vez, tan artesanal. Bueno, a fin de cuentas lo suyo, este atelier, es también un taller, una fábrica donde, valga la redundancia, se fabrica ropa. Y sueños. Es, además, una empresa familiar.

Antes y después de la pandemia. Esta visita a Mercedes de Miguel tuvo lugar pocos días antes de la llegada del Covid-19 a Europa. Todavía no éramos conscientes de cuánto nos afectaría esta epidemia de dimensiones planetarias y tampoco nos dábamos cuenta, ni remotamente, de que el mundo posiblemente ya no volverá a ser igual después del paso demoledor del virus. Hay un antes y un después, y en ese antes estaban todos los planes que se han quedado aparcados durante el confinamiento en casa, después del que veremos cómo saldremos del parón económico y qué consecuencias nos traerá. Pero lo importante es salir sanos y salvos; cuantos más, mejor.

«¿Estáis bien?». «Todos bien gracias a Dios», contesta Mercedes de Miguel por WhatsApp cuando estamos terminando de ultimar esta entrevista para enviarla a imprenta. En su página de Facebook (@mercedesdemiguel), durante estos días ha seguido colgando detalles de sus últimas creaciones: abrigos amplios de color tierra y vestidos de telas exuberantes. Y también mensajes de ánimo: «Os subo look para ofreceros, humildemente, momentos de evasión en estos días tan difíciles. ¡Ánimo, que podemos vencer entre todos!».

Ella está en la fábrica estos días, «intentando hacer cosas, ayudando a los clientes», nos dice. ¿Cómo lo vive? «Para mí, este es un momento de reflexión y de ayuda a los demás, de aportar mi granito de arena... aunque, a lo mejor, me lo aporto a mí misma», dice con humor. «De ánimo estoy bien. Lo que sea, será. Estoy preocupada, como todo el mundo, pero tengo una idea clara: no es momento de preocuparse, sino de ocuparse en cosas positivas. Cuando sea el momento de preocuparse, las energías las canalizaremos de la mejor manera. Ya llegará ese momento».

Esta creadora no parece de esas personas que se arrugan ante las dificultades. No hay más que hacer un repaso a su historia –un reto tras otro, un proyecto detrás de otro– para comprobar que, bajo esa pátina de elegancia y buen gusto, se esconde una mujer decidida. Y muy moderna. Nacida en Burgos, pero vasca de adopción porque está establecida en Bilbo desde hace más de tres décadas, Mercedes de Miguel es una diseñadora con un mundo creativo en el que se mezclan lo más elevado –la influencia del arte, sus inquietudes personales– con lo más prosaico –el conocimiento de cómo sacar partido al cuerpo femenino que da la sabiduría de muchos años de trabajo–. Y también es una empresaria con los pies en la tierra, capaz de mantener una empresa con 28 empleados fijos más 80 autónomos, y tres tiendas propias.

La crisis del coronavirus le ha pillado en plena celebración de los treinta años de su marca Mercedes de Miguel, creada en 1989. Un hito plasmado en una exposición abierta en la sala Ondare de Bilbo, que no sabemos si se retomará (finalizaba en mayo), y otros proyectos, como una especie de master class para profanos que preveía celebrar en su atelier.

En el pequeño cortometraje que acompañaba a la exposición y que recreaba su vida, se le veía muy jovencita tomando el tren en su pueblo, La Revilla (Burgos), en dirección a Bilbo. También cosiendo una muñeca siendo una cría. ¿De dónde le venía ese gusto por coser? ¿Su madre era modista?

Yo soy la segunda de cuatro hermanas. Mi madre cosía por afición y nos hacía los vestidos a las niñas. Yo la veía coser y también me hacía mis propias muñecas. Te estoy hablando de hace sesenta años; de hecho, recuerdo que la primera muñeca que tuve fue cuando mis padres hicieron un viaje, no sé si a París, y nos trajeron una a cada una. Fueron nuestras primeras muñecas de verdad; yo tendría 5 o 6 años. Pero a mí me gustaban ya más las que yo me hacía que las que nos compraban. Hacerlas y vestirlas... tengo ese recuerdo muy claro. De ahí nació la marca Poupée Chic [su segunda marca actual, enfocada más a la moda joven].

O sea que lo suyo fue vocacional.

Totalmente. Como a todos los padres, al mío le pasaba que, si tienes muchas chicas, quieres un chico... pero le nacieron cuatro chicas. Por comentarios que le he oído, él veía que, de todas nosotras, yo era la que mejor podía “reflejar” a un hombre, porque me gustaban mucho las matemáticas. Él pensó que, al gustarme las ciencias, yo podría sacar ese rol como de hombre. Además, me quería dedicar a una carrera de ciencias porque él se quedó con ganas de hacerla y, de alguna manera, se proyectó en mí. No sé qué vería en mí, pero yo le decía que lo que yo quería era coser y hacer vestidos. Me decía: ‘¡Te voy a llevar obligada!’. ‘¡Pues si me llevas obligada vendré suelta!’. Evidentemente me dejaron hacer vestidos, porque yo lo tenía muy claro.

Bueno, usted tiene esa parte creativa, pero también otra más empresarial. Ha montado varias firmas y se ha metido en un proyecto tras otro.

Tengo que decir que esta mente que tengo, tanto creativa como más de la otra rama, de ciencias, me ha venido bien. Porque, al final, cuando tienes conocimiento de números y de cómo se proyecta una empresa, eso te ayuda muchísimo a diseñar. Es un complemento. Pero es verdad que hay mucha carencia, sobre todo en el mundo de la moda, porque en otros sectores se está más acompañada: hay industriales que quieren coger tu marca y llevarte. Digamos que te coge un industrial, él desarrolla el producto y tú, como creativo, te encargas de la parte creativa. Pero en el mundo de la moda es difícil encontrar industriales que apuesten y tienes que desarrollar casi obligatoriamente estas dos facetas.

Que treinta años no son nada. Pasear por el atelier con Mercedes de Miguel es disfrutar de un curso express de diseño. Nos enseña la zona de almacén, donde estaba preparada la colección de primavera-verano en sus cajas, dispuesta para salir hacia las tiendas –con el coronavirus, un 30% se les ha quedado sin distribuir–, así como el espacio donde hacen los pases para los clientes y el propio taller. En el primer piso está el panel de inspiración, de donde surgirá lo que será la colección; en este caso, la del invierno próximo. En él están pegados retales de telas de todas clases, texturas y colores. Hay plumas, gasas, pieles artificiales... En la mesa, el artístico libro de presentación o de venta para los clientes, con el que visualizan lo que ha salido de esta “cocina” de ideas. Y, al lado, el maniquí en el que se hacen las pruebas, porque Mercedes de Miguel necesita verlo en tres dimensiones. Hay también un montón de fotografías con infinitas combinaciones de prendas. Añade: «Desarrollar la inspiración es lo difícil. El panel es lo más bonito, pero lo difícil es cuando haces el abrigo y te da mucho volumen o no te favorece y yo que sé, y tienes que empezar a darle vueltas… Cuando creamos una colección, hacemos también subcolecciones con prendas a las que les puedes dar doble uso, porque depende de cómo las combines. Porque, al final, no puedes invertir o gastar mucho dinero en una prenda cuando no le vas a sacar partido: es poco práctico, poco ecológico, poco de todo. Y yo creo que eso es importante. Si una minicolección, pongamos, tiene 25 prendas, las hacemos de manera que se puedan combinar entre sí, para darle distintos usos y para que cada cliente tenga distintas opciones. Nuestras colecciones, en realidad, se componen de 70-80 modelos y cada año hacemos 300 piezas».

Desde que empezó a ahora, la moda ha cambiado muchísimo. De la época de los grandes modistos hemos pasado a la ropa barata, de usar y tirar. Posiblemente, ahora habrá una nueva evolución, pero ¿hacia dónde?

Hay que ir evolucionando, pero lo importante es adaptarte a los nuevos tiempos, lo mismo vendas prendas que vendas tornillos... que no sé si es buen ejemplo, porque los tornillos tienen una vida más larga. Adaptarse es fundamental, aunque es cierto que hay cosas que no sabemos cómo afrontarlas. Estamos en un cambio de era importante porque, con la digitalización, va a ser un antes y un después. ¿A la moda cómo le puede afectar? Como a muchas otras cosas. ¿Cómo nos vamos a adaptar? No lo sé, seguiremos investigando. ¿Tenemos que dar un cambio? Somos conscientes de ello, porque el mundo cambia, la vida cambia, los valores... en fin, todo. Es un pensamiento que lo tenemos constante, porque nosotros, desde que empezamos hace treinta años, nunca hemos hecho las cosas de forma igual.

Hay una serie de fechas que marcan su biografía. Con 15 años viene a estudiar a Bilbo a una academia de corte y confección. Termina de formarse en Barcelona y vuelve a Bilbo e inventa su propio método de patronaje, que todavía se utiliza.

No lo puedo entender, pero siempre he querido trabajar por mi cuenta. No tengo ni idea de por qué, pero lo he tenido claro. Se conoce que era una persona emprendedora. Monté mi propia academia en Bilbao, que era lo que veía más factible. Empecé de una manera sencilla, pero me vinieron a buscar fabricantes y empecé haciendo colecciones completas de niño. Por otra parte, en esa época me inventé de forma natural, aunque no creo que haya inventado nada, lo de personal shopper… Los clientes venían y me pedían asesoramiento. Les hacia un dibujo, les decía el zapato que tenían que comprar, el tocado, el bolso y la chaqueta, y las clientas que sabían, se cortaban y confeccionaban ellas mismas las prendas. Les hacia el look completo. Tuve un éxito impresionante. No sé si debería decirlo, pero es la verdad. Tenía el taller en Barakaldo en esa época y, en la calle, como 200 metros de cola de gente. Solo recibía a los clientes por la tarde y abría tres días a la semana, porque daba clases, aunque tuve que dejarlas enseguida porque había que preparar todo el trabajo que yo generaba. Tenía 5-6 personas trabajando conmigo para documentar aquello que yo, en la visita del cliente, posteriormente generaba.

¿Estamos hablando de mediados de los 80? Suena de lo más divertido. Y novedoso.

Era una época muy diferente. Sí que había modistas, pero no había mujeres que tuvieran una formación que fuera más allá. Digamos que fui un poco como pionera y eso me ayudó a tener mucho éxito. Es que nunca le he tenido miedo a nada: si se me ocurría una idea, a los dos segundos ya la tenía encima de la mesa. Empecé con mi propia marca dejando esos trabajos de éxito con muchísima pena.

¿Por qué lo hizo entonces?

Porque quería crear mi propia marca. Yo diseñaba para los demás, pero quería hacer mis propias colecciones. Quería hacer una colección para una mujer como yo, una mujer de 34 años.

¿No se sentía identificada con ninguna marca?

Seguramente, sí. Pero en aquella época estaban muy segmentadas las piezas: el que hacía faldas, hacía faldas; el que hacía pantalones, hacía pantalones. Había pocos diseñadores que hicieran un look total. Eso también a mí me ayudó, porque yo no concebía eso.

He leído en algún sitio que quien le ha marcado ha sido Armani. Aunque en gran parte de su trabajo se aprecia la influencia de Balenciaga.

Bueno, en un principio te fijas en uno y es como tu diseñador fetiche. Es verdad que, durante mi primera época, fue Armani. Sobre todo, la inspiración mayor que yo tuve con Armani fue con las chaquetas, las hacía como nadie, y luego también en su utilización de los tejidos. Conseguía que fueran prendas elegantes pero, a la vez, posibles. ¿Y Balenciaga? Es que es un grande, a mí me ha inspirado en los volúmenes. Era mágico.

¿Ahora le interesa alguien?

Me interesan muchos y, con la madurez, también valoras otras cosas: a unos porque hacen un trabajo increíble, aunque no te guste nada lo que hacen porque no tiene que ver con tu manera de ser. A otros porque te identificas con ellos… Yo ya tengo mi sello, no tengo que fijarme en nadie para ver con quién me identifico, por eso mi abanico de admiración es mucho más amplio que antes, porque valoro distintas cosas de distintos diseñadores y todas ellas me inspiran, todas me sirven. Incluso las que no me gustan me sirven.

Empezó con M. de Miguel (ropa para mujer urbana), luego montó Mercedes de Miguel, con la que incluso hizo alta costura, después Doble Eme (de fiesta) y, finalmente, Poupée Chic. De ellas mantiene dos. Pero, una curiosidad, ¿por qué dejó la alta costura?

Porque queríamos internacionalizar la empresa y una pasarela te roba muchas energías. Nosotros no dejamos de ser una PYME. Afortunadamente, fue un acierto, porque nos ayudó a sobrellevar la crisis. Se empezaron a cerrar tiendas, los clientes empezaron a comprar menos, porque se compraba online… A nosotros, nos ha salvado la internacionalización: tenemos un distribuidor en Taiwan, otro en Japón, en Hong Kong, luego en Francia principalmente Poupée chic, no sé si es por el nombre… También vendemos en Portugal y luego tenemos puntualmente clientes en Emiratos Árabes, en Londres, en Bélgica... Como todos los negocios, al final, adaptarte es mantenerte. Nosotros hicimos la colección de pasarelas y también una colección de fiesta durante muchos años. Porque, cuando ibas a una boda, era como si fueras a los Óscar. Fue fantástico para nosotros, a nivel de negocio, porque es verdad que se vendían vestidos muy importantes y, es curioso, porque entonces no se miraba el precio: vendíamos vestidos de 1.000 y 2.000 euros para ir a una boda, por ejemplo.

¿Y cómo definiría ahora a Mercedes de Miguel?

Nosotros somos una marca adulta, que ha evolucionado conmigo, que tengo 64. Ya me estoy mentalizando a que tengo 64 años. Y tenemos clientes que nos compran desde hace treinta años, y que nos han acompañado en este camino. Cuando empezamos, vestíamos a mujeres de 30 a 35 años y ahora a mujeres que han ido evolucionando con la marca. Aunque siempre digo que visto a mujeres sin edad, con espíritu joven.