24 MAY. 2020 PANORAMIKA Reenviar a todos mis contactos IKER FIDALGO ALDAY La sociedad actual vive en el mundo de lo inmediato. La velocidad es el pretexto para aportar calidad a cualquier tipo de servicio o acción. Cuanto más rápido, mejor. Pareciera que no estamos en este mundo para estar esperando. La era de la información y la entrada de internet posibilitaron una relación con los intercambios de contenido a gran velocidad. Las conexiones inalámbricas y los dispositivos móviles han revolucionado la función de la pantalla y nuestra relación con ella. Nunca antes se habían establecido flujos comunicativos tan veloces y numerosos como ahora. Cualquiera que lo desee puede acceder a un sinfín de relatos cuyas narrativas parecen cada vez más cortas, más resumidas. Las noticias se dicen en tuits y las emociones se expresan en emojis. La complejidad de los matices parece haber dado paso a la necesidad de rapidez. En 1976 el científico y divulgador Richard Dawkins publicó “El gen egoísta”. En su teoría hablaba de cómo la cultura y la difusión de ideas podían seguir mecanismos similares a la trasmisión genética para saltar de una mente a otra. El término “meme” fue acuñado y ha acabado asentándose en nuestro lenguaje coloquial como aquel mensaje corto y directo que se difunde normalmente a través del humor y de canales de comunicación de rápido alcance (mensajería instantánea, o perfiles en redes sociales). Delia Rodríguez, autora de “Memecracia” (2013) advierte cómo los memes no son inocentes y cómo los organismos de poder político y económico han sabido dirigir sus lenguajes para crear productos de alto alcance e imparable difusión. La cultura, en su definición más amplia, ha sido troceada, desmembrada y convertida en constantes referencias de sí misma que acaban por perder la vinculación con lo original. La imagen se disuelve, se entremezcla con texto y apenas necesita de buena definición. Con el dedo pulgar expandimos (¿contagiamos?) a nuestros contactos de cualquier elemento para el que solo hemos dedicado cinco segundos de nuestra atención. Por eso, el término “viral”, de nuevo un concepto científico, tiene que ver con una rápida propagación sin control aparente. Gala Knörr (Gasteiz, 1984) ha desarrollado una línea de trabajo que alude precisamente a toda esta forma de construcción cultural. Con exposiciones en lugares como Bilbo, Granada o Nueva York, entre otros, forma parte de una generación de artistas cuyo contexto visual se ha visto impregnado de este paradigma. En su trayectoria, la pintura emerge como protagonista y reclama una posición radical que parecíamos haber olvidado. El dispositivo del arte es capaz de analizar, seleccionar y reinterpretar el contenido que inunda nuestra cotidianidad para extraerlo, dotarlo de estatus y ofrecerlo al público. Otra vuelta más del sistema comunicativo y otro estado más de la cadena de producción de significado que la imagen actual promueve. Esta vez asume una carga simbólica que hace que desde nuestra posición observemos un meme como una pieza pues, de hecho, eso es lo que sucede. Se da una transformación de su propia estructura y de la manera que tenemos de relacionarnos con ella y es ahí donde reside uno de los aciertos de Knörr. Como parte del elenco seleccionado en Generación 2020, La Casa Encendida inauguró a principios del pasado febrero “Good Bad Not Evil”. La pintura abandona el lienzo para convertirse en telas que se superponen incluso hasta desbordarse en el suelo de la sala. La tipografía impact es reproducida meticulosamente junto a imágenes habituales de los memes de Boris Johnson y somos capaces de reconocer referencias a la serie “Friends” o la cantante Britney Spears. Esta constelación forma parte de un paisaje que pasa demasiado deprisa y que el arte detiene y pausa por un momento. La pincelada devuelve al mundo tangible aquello que ya solo circula entre conexiones de datos y la opción “Reenviar a” de nuestro teléfono.