14 JUN. 2020 ARQUITECTURA Un invernadero para la familia IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBÉNIZ RicharDavid es un pequeño estudio de Praga, en la República Checa, compuesto por dos arquitectos con apenas 10 años de práctica profesional. Eso, en un mundo como la arquitectura, que se rige todavía por ciertos códigos y maneras de aprender gremiales, los define como un estudio joven. Es notable, por lo tanto, el proyecto de vivienda invernadero que finalizaron hace unos años, más aún si pensamos en que eran prácticamente unos recién licenciados cuando plantearon el diseño, en 2015. Los dos arquitectos que componen el estudio, Richard Heger y David Kazickỳ, recibieron el encargo de renovar la antigua casa de una familia y, como suele ser habitual en este tipo de encargos, se hizo una estimación para, en lugar de rehabilitar, construir una nueva vivienda y, de esa manera, que el cliente pudiera comparar. El resultado: por el dinero que se gastarían rehabilitando la vivienda, se planteaba una más pequeña, pero con unas condiciones de confort y ahorro energético muy superiores. En ese momento determinante, los arquitectos enumeran pros y contras frente al cliente, y normalmente suelen decidir o factores muy determinantes como el económico –ya que normalmente es necesario vender la casa anterior para sufragar la construcción de la nueva–, u otro tipo de factores muy difíciles de valorar, como por ejemplo el apego al edificio antiguo, la situación personal de cada uno... En ese ir y venir de propuestas, croquis y maquetas, la opción de la nueva vivienda se abrió paso, y consiguieron una parcela extensa, con un huerto adyacente. Este huerto juega un papel fundamental en el relato de la vivienda, ya que Heger y Kazickỳ echaron el resto y presentaron a la familia un diseño que difícilmente deja indiferente a nadie: decidieron colocar la casa en mitad del huerto, consiguiendo así que todas las habitaciones tuvieran visión sobre la parcela, ya que, si no se hacía así, alguna fachada iría “arrinconada” sobre la parcela. Al eliminar, en la práctica, la huerta, los arquitectos propusieron “subir” ese huerto a la cubierta de la planta baja, sobre la cual construir, como si fuera un tejado tradicional, un tejado inclinado que hiciera las veces de invernadero. Usando un material como el policarbonato celular –muy utilizado en Euskal Herria en, por ejemplo, cubiertas de parques infantiles–, se consigue un efecto traslúcido espectacular. La casa no tiene, por lo tanto, una entrada establecida, ya que se puede acceder por cualquiera de sus fachadas, directamente al salón, a las habitaciones o al baño. Se colocan grandes puertas correderas de aluminio, totalmente acristaladas, que conectan toda la vivienda con una galería exterior. De ese modo se consigue que una casa de 9 x 12 metros tenga un aprovechamiento excelente, ya que se eliminan pasillos, recibidores, etc., elementos que normalmente suelen ser meras zonas residuales, pero necesarias. La galería exterior de madera que recorre la vivienda se convierte en una habitación más, resguardada de la lluvia por la generosa cubierta, y en donde la rígida relación dentro/fuera desaparece. Decorado natural. Esa flexibilidad en la distribución sigue en la planta de arriba; una escalera independiente conecta el invernadero superior, un espacio para la botánica abierto y sin pilares intermedios, gracias a un sistema de tensores y vigas metálicas que nos recuerda a la primera ingeniería de los invernaderos del siglo XIX. Toda la estructura y los suelos se acaban en tonos grises y blancos, dándole a la planta una ligereza muy agradecida en los fríos inviernos checos. Esa ligereza contrasta con la primera planta, la “casa” por así decirlo. Se construye con ladrillo revestido por el exterior de tarima de alerce, permitiendo la ventilación entre ambas láminas y consiguiendo así un gran confort en los fríos inviernos y calurosos veranos checos. El interior es muy parco y minimalista, pero los arquitectos equilibran bien el conjunto haciendo que las vigas y tarima del techo aparezcan en su forma natural, dándole una gran calidez. Este acabado minimalista es muy acertado, ya que la mejor decoración de la casa –que debido a sus grandes ventanales carece de paredes para “decorar”– es el bosque circundante que entra dentro de la vivienda. Esta construcción acierta en algo que, extrañamente, no suele suceder en las casas unifamiliares, ya que rompe la jerarquía de la entrada al inmueble puesto que no tiene un único acceso y, de ese modo, en la práctica, el espacio exterior se convierte en una habitación más de la casa.