05 JUL. 2020 CONSUMO Precios al alza BERTA GARCIA El que los precios suban en verano es algo reincidente y es que, mayoritariamente, muchas empresas son fieles a esta costumbre que terminó por convertirse en lema: “hacer el agosto”, se dice. Nada nuevo bajo el sol, pero este año la novedad es que la doble subida viene justificada por el enorme gasto que supone para las empresas mantener a raya al mediático virus. La pregunta de la clientela es si el llamado “suplemento covid” es legal o no, y la respuesta es que sí. Otra cosa es que no cuente con una cobertura legal si el empresario la califica en la factura como “tasa”, pero si deja el asunto como un servicio más que ofrece al consumidor, pues la cosa cuela, eso sí, advirtiendo de antemano sobre su aplicación. No olvidemos que estamos en una economía de libre mercado y, salvo la contención de precios en dos o tres productos sanitarios –realizada vía decreto durante el confinamiento–, el resto ha tenido y tiene barra libre. Gastos y medidas de seguridad. Asumo que el tema es muy controvertido entre oferta y demanda, pero la parte empresarial alega en su defensa que los gastos sobrevenidos al negocio entran de pleno en lo que las administraciones públicas exigen para poder funcionar con unos mínimos de seguridad. De ahí que las autoridades competentes solo les exijan que se informe previamente sobre el recargo y que se desglose en la factura. Una opción mucho más transparente que el encarecer los precios porque todo sube, o el engañar al usuario como en las rebajas, y esto ocurre en los alojamientos que, a falta de turista extranjero, nos venden el turismo estatal a “precios tirados”. Pues va a ser que no, porque marcan unos precios anteriores que no estaban cuando todo iba bien. Del resto de consumos cotidianos, como la cesta de la compra o los carburantes, nadie sabe nadie contesta, y es que resulta indigerible el que se aleguen aplicaciones extraordinarias de higiene, ni siquiera laboral, porque salta a la vista lo que está sucediendo en algunas grandes cadenas alimentarias. Mano de obra estacional muy barata, como las “kellis” de los hoteles. El bosque del señor conde se quemó y ha socializado muy bien sus pérdidas, el resto son daños colaterales e inevitables.