26 JUL. 2020 PANORAMIKA Ausencia y presencia IKER FIDALGO Los espacios en los que nos relacionamos son contenedores de nuestra presencia. Las ciudades, los edificios, las calles y los caminos son huellas de nuestro desarrollo como sociedad. Construcciones habitables que conquistan y alteran el medio hasta conformar un nuevo paisaje que interpretamos como propio. El desarrollo urbano se organiza en torno al control de flujos de desplazamiento entre las viviendas y los lugares de producción y consumo, paliando así las necesidades básicas para que siga funcionando el perfecto engranaje de lo cotidiano. Sumado a esto, se asumen terrenos para el esparcimiento y la recreación de la vida en el aire libre con la domesticación de las plantas que componen parques y jardines, todo en su justa medida para que podamos encontrar casi en el mismo momento un sitio para la desconexión y otro para consumir. El espacio público ha sido objeto de numerosos análisis. Entendido como un afuera que en oposición al espacio íntimo y privado esta connotado de múltiples sentidos y formas de lectura. Como lugar de conflicto, peligrosidad o lucha territorial, así como reflejo de la desigualdad social y de los privilegios. Sea como fuere, el arte lo ha observado, atravesado, alterado o resignificado, proponiendo un trabajo que, desde lo poético, nos permite volcar nuestra mirada hacia aquellos elementos que delimitan nuestro deambular y que, en consecuencia, definen gran parte de aquello que sucede en nuestro día a día. La Galería de Arte Juan Manuel Lumbreras también retoma la normalidad de su programa expositivo de la mano de la obra fotográfica de Cano Erhardt (Bilbo, 1955). “Piscinas del olvido” se inauguró el pasado 8 de julio y podrá visitarse hasta el próximo 11 de setiembre en el espacio bilbaino. Además, también lo hace como participante del Festival OFF del Certamen PHotoEspaña 2020 que lleva programándose durante los meses de verano desde que iniciara su andadura en el año 1998. El proyecto tiene por escenario un barrio de La Habana. Sin embargo, bien podría ser parte de cualquier territorio olvidado de la costa mediterránea o de algún complejo hotelero que con la crisis económica ha quedado relegado a una ruina prematura. Esa decadencia es la que marca el carácter casi nostálgico de las piezas. Piscinas que se integran entre el óxido y el moho que las cubre, como parte de una memoria reciente que parece recordarnos un nivel de vida que nunca pudo alcanzarse o que fue inviable mantener. Una metáfora de un sistema económico de usar y tirar en el que la calidad de vida se confunde con la ostentosidad y la necesidad de subrayar una posición social. Las piezas abrazan una nostalgia en tonos azules y grises que entre chorretones y goteras nos rodean de una sensación casi pictórica y plagada de texturas y composiciones tan interesantes como tristes. “Arnasa” (2020) es el proyecto que la artista guipuzcoana Maider López (Donostia, 1975) ha propuesto para el programa “La Obra Invitada” del Museo Bellas Artes de Bilbo en colaboración con la Fundación Banco Santander. La pieza que estará disponible hasta final de verano se pone en funcionamiento al anochecer y se trata de un juego de luces en el que la iluminación interior del museo se regula como si de una respiración se tratara. Desde fuera podemos ver cómo estas se encienden y se apagan al ritmo de una inspiración y una espiración, proponiendo una visión parcial de varias de las piezas de su interior a través de cristales y ventanas. Se da una humanización del propio edificio, como si de una forma de pareidolia se tratase, en la que identificamos formas reconocibles en lugares en donde no las hay. El planteamiento poético es tan sencillo que es a la vez complejo. De gran sutileza y sensibilidad, nos evoca inevitablemente a un periodo de encierro en el que la vida pública ha estado coartada por una situación de vulnerabilidad. Momento en el que cuadros y esculturas han seguido en su sitio esperando de nuevo a ser visitados por un público que parecía haber desaparecido para siempre.